Llego de ver a Leo Bassi en LA REVELACIÓN. Un discurso volteriano que parece mentira que haya que hacer todavía en nuestra època y, lo que quizá sea aún peor, que tenga que ser un bufón quien lo haga.
Para pasarlo bien y pensar sirve todo el espectácuio pero, para recordar, me quedaría con sus palabras de casi al final. Cuando reivindica la imperfección (también, o sobre todo, la del conocimiento), el derecho a ser imperfecto, la inseguridad, el (voilteriano) respeto a las ideas de los demás, y el odio a la superchería y la mentira. No es poco.
Lo odian justo porque dice eso. Lo acusan de mofarse del Papa porque, en su papel, pide perdón por la Inquisición, por la matanza de millones de indígenas, por el papel de la Iglesia en la guerra civil, por haber condenado a Leonardo Boff… ¡deberían agradecérselo! Lo odian porque son totalitarios, porque no admiten la libertad de pensamiento, porque, como el cardenal Cañizares, son inquisidores enemigos del ser humano, de la verdad y del amor, porque son sucios, porque están podridos por dentro de odio y falsedad.
Me había invitado Leo Bassi a saludarlo después del espectáculo y nos hicimos una foto entre risas. Me gusta admirar al joven Bassi, al viejo iconoclasta, ¡gracias, bufón!