Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Echan leña al fuego del terror

Publicado en La Opinión de Málaga. 13-03-2005 

El actual rector de la Universidad Carlos III no es una persona que necesite que nadie lo defienda y no es mi intención hacerlo. Pero me parece que es necesario que los ciudadanos digamos también ¡Basta ya! cuando algunos están dispuestos a convertir la política en un basurero infectado de insultos, difamaciones y calumnias consentidos.

 

Peces Barba es uno de los políticos en activo de más veterano compromiso intelectual y militante. No es casualidad que su obra se haya centrado en una gran medida en los mismos asuntos a los que dedicó una buena parte de su militancia social y política: los derechos humanos.  Si de Fraga decían que le cabe el Estado en la cabeza, de Peces Barba puede decirse que en la suya están bien amuebladas todas los derechos y libertades. Su discurso acerca de las condiciones de la democracia, de la naturaleza y las fuentes de la libertad civil es meridiano y nunca se ha podido decir de él que haya tenido la más mínima debilidad que le haya impedido asumir con radicalidad el sentido más exacto de la convivencia y la democracia. Nadie podría encontrar en su obra escrita (que es la que de verdad queda) el más mínimo desliz. .

 

Su trayectoria social es igualmente bien conocida, sobre todo, por aquellos a los que defendió de la persecución dictatorial del franquismo, el régimen violento e ilegítimo bajo el que se mantuvieron a buen recaudo muchos de los que ahora le insultan.

 

Desde que fue nombrado Alto Comisionado por el Presidente Zapatero no ha dejado de recibir críticas injustas y vejaciones desde la órbita del Partido Popular. Una estrategia que ha llegado a su máximo nivel con las calumnias del senador Cosidó que se refirió al catedrático madrileño como «Alto Comisionado para el diálogo y el amparo de los verdugos terroristas».

 

Se trata de palabras muy graves porque imputan un delito a Peces Barba y porque no hacen sino ensuciar la vida política con odio, bajeza  y muy mala intención.

 

Pero ni siquiera eso es lo más relevante. Lo que resulta especialmente lamentable y muy significativo es que el senador mantenga su calumnia sin rectificación y que los dirigentes de su partido no hayan hecho nada por censurarlo.

 

Eso es lo que demuestra que algunos dirigentes del Partido Popular están siendo parte activa de una estrategia de división que siembra enfrentamiento y odio entre los ciudadanos. Y, sobre todo, que es bastante inútil para alcanzar los objetivos antiterroristas que pretende.

 

Es comprensible que no se compartan estrategias frente al terrorismo y debemos exigir que haya un debate limpio para que los ciudadanos podamos votar luego a quien proponga la que nos parezca más adecuada. Pero es una estupidez que alguien trate de convencernos de que sólo una estrategia es la más acertada, sobre todo, cuando está a la vista la dificultad que tiene alcanzar el éxito que todos desean y deseamos en la lucha contra el terrorismo. Y mucho peor es que se acuse a los demás de no tener intención de acabar con el terrorismo, o creer que sólo el dolor propio es el auténticamente sentido. Que sólo es válido el sufrimiento que lleva puesta la camiseta de nuestros colores.

 

Si hay algo que puede ser efectivo contra el terrorismo es la expresión unánime del rechazo y de la condena, del dolor y del repudio de esas prácticas asesinas. Y si hay algo que lo azuza es la debilidad que provoca una democracia debilitada y un a ciudadanía dividida.

 

Las calumnias del senador se insertan en esta estrategia de la división que se basa en la creencia de que sólo uno tiene la razón y que los demás son cómplices de los asesinos, cuando no los mismos que ocasionan el daño que se quiere combatir.

 

Nos estamos acostumbrando ya a que se acuse sin más de terrorista a quien no suscribe la fórmula antiterrorista propia, lo que, por cierto, es también una forma de violencia, sutil y de baja intensidad, pero de violencia al fin y al cabo. Y eso no puede ser.

 

Tenemos la obligación de decir que no es sincero ni efectivo el combate del terrorismo que se basa en la generación de más violencia y de más enfrentamiento civil. Sólo la paz puede combatir efectivamente a la violencia y la paz es materialmente incompatible con el insulto, con la descalificación infundada y con la calumnia.

 

La bomba y la muerte de miles de personas son solamente la manifestación última del terror pero para combatirlo es necesario destruir sus raíces que se encuentran en el odio, en la incomprensión, en el desprecio y en la prepotencia.

 

Desgraciadamente, la condición humana es capaz de multiplicar pequeñas dosis de estos últimos elementos hasta el infinito, provocando al final el estallido continuo de dolor y sufrimiento en el que nos estamos acostumbrando a vivir sin demasiado remedio.

 

Los representantes y responsables públicos tienen la obligación de sembrar más paz y concordia que nadie y lo que están haciendo es destrozarlas para obtener miserables rentas de partido.

 

Estamos viviendo una época de irresponsabilidad, sobre todo, en la vida pública. Se ofende a beneficio de inventario, se despotrica de los demás sabiendo que cualquier insulto se lo llevará el viento, se vocifera sin miedo e incluso se roba con la tranquilidad de que todo podrá quedar impune.

 

El senador popular se ha manifestado en realidad como una víctima más del terrorismo que nos enajena y perturba, pero eso no puede convertirlo en irresponsable porque se puede combatir lealmente una causa y contribuir al mismo tiempo a que el enemigo contra el que se lucha sea cada vez más poderoso. Y si todos tenemos la obligación de no echar más leña al fuego destructivo del fascismo y del terror, mucho mayor es la que tienen los que hablan desde el espacio de la política representativa.

 

El sentimiento patriótico (que no patriotero) y la pulcritud del discurso democrático de Peces Barba están fuera de toda duda para cualquiera que quiera valorarlos con honestidad e incluso sin necesidad de identificarse con todas las ideas que él defiende. Por eso es evidente que quienes están urdiendo esta campaña contra él no se están enfrentando a su persona, sino a los valores democráticos que su obra y su trayectoria representan. Deberían ser más inteligentes y darse cuenta de que no van a encontrarse enfrente a una personalidad cuestionada o a un gobierno que presumen débil sino a una sociedad que tiene inteligencia y valentía sobradas para defender la libertad, el pensamiento plural y la democracia.

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