Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

El cóctel que va a darle a Vox un resultado apoteósico en las próximas elecciones

La irrupción de Vox en el parlamento andaluz el pasado mes de diciembre fue el primer paso para que este partido de clara ideología fascista pase a tener una relevante influencia en la política española. A mí, francamente hablando (y nunca mejor dicho lo de francamente), no me ha extrañado que un partido así irrumpa tan exitosamente en España, tal y como también ha ocurrido ya en otros países, no sólo europeos. Desde hace tiempo vengo diciendo que vivimos una etapa histórica que en gran medida reproduce lo que ocurrió en la Europa anterior a la segunda guerra mundial, cuando el fascismo se consolidó y expandió tras la aplicación de políticas de austeridad -a partir de 1930- que aumentaron la desigualdad y provocaron una gran precariedad laboral.

Lo que me sorprende más bien es que haya tanta gente que se sorprenda de su irrupción en la política española. A mí me ha parecido inevitable por varias razones.

En primer lugar, porque la evolución reciente del Partido Popular ha dejado huérfana a la extrema derecha española que se había venido cobijando en su seno. Por un lado, porque la implicación de sus dirigentes en casos de corrupción es ya indisimulable y avergüenza incluso a los propios votantes del PP. Y, por otro, porque gran parte de la derecha se ha dado cuenta (con razón) de que el ascenso del independentismo se ha debido en una gran medida a los errores y a la inacción del gobierno de Rajoy. Aunque Casado ha querido evitar esa huída del voto más extremista desplazando el discurso del PP a la extrema derecha, ha llegado tarde porque el mal estaba ya hecho y porque Vox ya había aparecido con una oferta más coherente y sin necesidad de disimular su extremismo para aparentar que es un partido centrista como siempre le ha pasado al PP.

En segundo lugar, porque Vox está llenando el vacío que lleva consigo la renuncia de la izquierda a diseñar y ofrecer a los españoles un proyecto auténticamente nacional no nacionalista. A una parte de ella, incluso le cuesta utilizar la palabra España y ni siquiera es capaz de compartir símbolos elementales que permitan entrelazar proyectos esenciales de convivencia. Cuando la izquierda no entiende que en España hay que hablar de proyectos para España, sin complejos y para todos los españoles sin exclusión, se produce una frustración que termina por abrir la puerta al nacionalismo españolista.

En tercer lugar, Vox se está aprovechando del efecto rebote que producen algunos discusos exagerados y de muy difícil digestión que desgraciadamente están acompañando al auge tan positivo que está teniendo el feminismo y la lucha de las mujeres en España. Cuando algo tan necesario como acabar con el patriarcado y con la discriminación y lograr más igualdad se traduce en las acusaciones genéricas contra los hombres que hace una parte del feminismo, minoritaria pero muy vociferante (entre otras cosas, porque sus planteamientos fundamentalistas se amplifican por los medios y partidos que no desean acabar con la desigualdad y a los que interesa presentar el feminismo como un movimiento que busca la guerra entre los sexos), o cuando detrás de la lucha por la igualdad sólo se esconde en una mera inversión de los roles de género, es lógico que se produzca justamente el efecto contrario al deseado. Es decir, que muchos hombres e incluso mujeres, en lugar de contemplar con simpatía el auge del feminismo que a todos nos favorece, lo reciban con rechazo o incluso con miedo. De eso se está aprovechando Vox y lo malo es, como en el caso anterior, que su respuesta no es de mesura o equilibrio: si ante la ausencia de un proyecto nacional responde con nacionalismo, la que da ante el desbarre de algunos discursos feministas es la del machismo más reaccionario y vulgar.

En cuarto lugar, el éxito de Vox se basa en suplir con medidas sociales el vacío que provoca el que la izquierda haya caído en la «trampa de la diversidad» (la expresión es el título de un magnífico libro de Daniel Bernabé). Es decir, que haya subordinado las cuestiones sociales y económicas básicas, las que de verdad condicionan la vida de las clases trabajadoras, para darle prioridad a un maremagnum de reivindicaciones fragmentadas y diseminadas en un sinfín de colectivos. La respuesta de Vox puede ser todo lo demagógica que se quiera pero a nadie puede extrañar que la gente que ve cómo las izquierdas dejan a un lado lo que verdad le preocupa sienta simpatía hacia sus planteamientos.

Por último, Vox está teniendo éxito porque (como siempre ha ocurrido con los movimientos fascistas y de extrema derecha) lejos de suponer un problema para el sistema dominante se funde con él, asumiendo y proponiendo las propuestas económicas que permiten que los grandes poderes económicos disfruten de mejores condiciones para obtener beneficio. En medio de sus propuestas populistas para satisfacer las tres frustraciones anteriores y casi a escondidas o de la forma más disimulada posible, Vox incorpora las medidas económicas que favorecen al capital (acabar con los impuestos, privatizar pensiones…). Eso le permite convertirse en un partido respetado e incluso financiado por el sistema, a pesar de que sus demás propuestas sean totalitarias o incluso, en algún caso, simplemente estrambóticas.

Esos cuatro ingredientes conforman un cóctel muy bien urdido y al que, por supuesto, se le van añadiendo poco a poco (porque todavía es un proyecto político en fase embrionaria) las demás características con que Umberto Eco caracterizó al «fascismo eterno»: el culto a la tradición, el rechazo a lo moderno, el culto de la acción por acción, el miedo a la diferencia, la apelación a la frustración social, la obsesión con una conspiración, la humillación por la riqueza y la fuerza de sus enemigos, la idea de que el pacifismo es el comercio con el enemigo y que el desacuerdo es traición, el desprecio por los débiles, la creencia en que todo el mundo es educado para convertirse en un héroe, el machismo y el armamentismo, el populismo selectivo, y la utilización de un vocabulario empobrecido y una sintaxis elemental para limitar los instrumentos de razonamiento complejo y crítico.

En definitiva, Vox no es una simple o anecdótica excrecencia del sistema político español, ni el efecto imitación de lo que ocurre en otros países. Vox es el resultado de defectos, de errores y de carencias progresivas en las respuestas que otros partidos (entre ellos, por supuesto, los de izquierdas) están dando a los problemas fundamentales de la sociedad española.

Por todo ello, si se quiere combatir el virus totalitario que propaga Vox no basta con llorar su ascenso sino que hay que evitar cometer los errores que he señalado, colocar en primer plano los problemas sociales y personales auténticos, no confundir lo accesorio con lo fundamental y sembrar y poner en práctica los valores justamente contrarios a los del ideario fascista, es decir, los que hacen que los seres humanos amemos la libertad efectiva, la democracia y la justicia por encima de cualquier otra cosa.

 

25 comentarios

UN LECTOR 15 de marzo de 2019 at 23:19

Fascista no es. Es un partido ultraliberal. El fascismo es otra cosa y, además, muy diferente. Ud. mismo dice que se lleva muy bien con el poder (económico) establecido. El fascismo, el de verdad, no se hubiera llevado bien. Recuerde que, hasta el estallido de la Guerra, el falangismo español era anticapitalista. Si de verdad fuera «fascista», nacional-católico o llámelo como quiera, el poder desconfiaría de este partido.

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Juan Torres López 16 de marzo de 2019 at 11:49

Su comentario es muy pertinente. Voy a contestarle en una próxima entrada. Saludos

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Pauet 16 de marzo de 2019 at 01:48

No se si se trata de un error de escritura o es que yo no entiendo bien, pero para ser coherente con el resto del argumentario que usted expone donde dice usted «proyecto auténticamente nacional no nacionalista», se debiera decir «proyecto auténticamente nacional y nacionalista» (que maneje esa simbología, que no se la regale a los otros).
Saludos.

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Juan Torres López 16 de marzo de 2019 at 11:47

No. Precisamente lo que digo es que no es igual un proyecto nacional que nacionalista

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Javi Moya 16 de marzo de 2019 at 13:52

Buen análisis, pero después de tantas décadas de bipartidismo, y como siempre dice usted, de esa élite parasitaria, la irrupción de los partidos nuevos, viene siendo más de lo mismo.
La falta de diálogo, la falta de consenso, hace que se cree una brecha, que a mi entender, se ha aprovechado llenando ese vacio espiritual, de esta nuestra piel de toro.
Demasiado marketing, hace falta mucho capital humano (pero del de verdad, y sobre todo humano) en este país. Con 52 años y estudiante de economía, se hace muy evidente los movimientos que solo intentan mantener esa posición estática, que algunos tanto les beneficia. No son nada ideologicamente hablando (ni economicamente, claro), simplemente unos vivos, que con la ayuda de los de siempre están buscando el decir cuanto acaben las elecciones: ¿qué hay de lo mío?
Y con respecto al feminismo, pues sí, hace falta mesura, es de justicia y cuentan con todo mi apoyo, pero no hay necesidad de ponerse a la misma altura del patriarcado rancio.
Le agradezco sus enseñanzas, le sigo desde hace bastante tiempo, lamento lo ocurrido con su proyecto económico, que usted con todo su buen hacer, nos regaló a los militantes de Podemos, pero en mis horas bajas me pregunto:
¿No será este un país en el que solamente halla sitio para los oportunistas?
Gracias maestro.

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Insurgente Petyr 16 de marzo de 2019 at 21:09

El fascismo de los años 30 se declaraba anticapitalista tanto en el falangismo como en el nazismo y en el fascismo italiano que da nombre a todos los movimientos autoritarios de derechas.
En la realidad, no lo eran: no cuestionaban en ningún caso el modo de producción capitalista. En realidad, al menos en España e Italia, eran más bien tradicionalistas, en el sentido de que su modelo de sociedad era una especie de capitalismo paternalista, al estilo del caciquismo rural. Precisamente en este entorno es donde tenían su fuerza. En el caso alemán se mezclan otras circunstancias, en particular un movimiento obrero más organizado y un PC fuerte, que hacen que su discurso anteponga la raza a otras consideraciones.
Los fascismos, por tanto, surgen como respuesta a los movimientos obreros organizados contra el capitalismo, no cuestionan el poder de la burguesía. De hecho, en los tres casos, fueron los poderes económicos los que llevaron al poder por todos los medios a su alcance, que no son pocos.
Por eso es un error argumentar que un partido fascista generaría desconfianza en la burguesía. La burguesía apoyará partidos de corte liberal y autoritarios-fascistas según convenga a sus intereses. Y mucho más cuando el proyecto de los tres es el mismo: reducir los impuestos a los ricos y liquidar los servicios públicos. No es una opinión, basta con leer sus propios documentos para constatarlo.

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Victor 16 de marzo de 2019 at 23:35

Seguramente consiga muchos votos,pero la combinación de La Loreg y la Ley D’ont,le va a penalizar mucho y cada escaño le va a salir muy caro.
Saludos.

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Paco 16 de marzo de 2019 at 23:49

Jamás le votaré a Vox, aunque comparto plenamente su visión de la leyes y la ideología de genero. Pero tampoco le votaré jamás a ningún partido que defienda la Ley de Violencia de Género. Esa ley sí es que es fascita, porque institucionaliza el derecho penal de autor, propio de los regímenes totalitarios. Y vulnera dos principios básicos de nuestra constitución: el principio de igualdad del artículo 14 y el derecho a la presunción de inocencia del artículo 24. Es por ello que Vox no me asusta especialmente, y me alegra ver que uno de los economistas de referencia de Podemos es capaz de ver la gran responsabilidad que tiene la izquierda en ese resultado apoteósico que pronostica. Izquierda patética que solo se le ocurre culpar a la gente por quedarse en casa. Si siguen en esa linea, no solo no se quedaran en casa… irán a votarle a Vox, aunque sea con la nariz tapada.

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UN LECTOR 16 de marzo de 2019 at 23:57

Le daré la razón en una cosa: el capitalismo que Ud. define, existe desde la antigua Mesopotamia. Es cierto, sí, y ha estado presente desde entonces. Incluso en la extinta Unión Soviética, bajo el manto del socialismo existía ese «capitalismo». Sí es cierto. Ahora bien, sugiere Ud. que es necesario leer los documentos originales, la documentación primaria digamos. Por eso mismo, escribí «falangismo» sin «de las Jons» y cosas así, porque determinada tesis doctoral se centraba en eso mismo, en el falangismo original, que escaso tiempo tuvo para determinar las líneas políticas maestras. Pero sí, si acude Ud. a la documentación origian, a la que aún está por contaminar por los acontecimientos que estaban por llegar en aquellos turbuletnos tiempos, quien suscribe, desde luego, está convencido de que era anticapitalista. Quizá no como Ud. entiende el capitalismo. Dado que menciona Ud. el nazismo, diré que al falangismo español le sucedió algo similar a lo sucedido a Alfred Rosemberg: preparó una ideología para un Partido. Pero llegaron los «gorilas» del Partido y se lo laminaron. Y bueno, creo que ya es excesivo tratar de mezclar el falangismo con el tradicionalismo. Plantear esa hipótesis, es «mucha» hipótesis.

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Juan1983 17 de marzo de 2019 at 00:28

El gran peligro para nuestro país es que VOX pretenda representar la clase trabajadora en un momento en que los partidos de izquierda han renunciado a luchar y denunciar activamente la precariedad laboral y el desempleo. Tengo que reconocer que me da miedo. No me olvidaré nunca que mis amigos emigraron, mi familia tuvo que emigrar y que los partidos de izquierda que decian representarme no nos acompañaron en nuestro tortuoso camino. Queremos cuidar a nuestros mayores, tener la opción de tener una familia, aportar nuestro grano de arena para mejorar nuestra sociedad y agradecer a toda la gente que luchó por la democracia y los derechos. Lo que estamos viendo en los partidos de izquierda es una caricatura grotesca que insulta permanentemente la tradición de la izquierda española. Ojalá se pueda reconducir la situación.Muchas gracias profesor por compartir sus conocimientos y por su visión humana de la economía al servicio de las personas. Ojalá nuestros dirigentes políticos tuvieran solo la mitad de la calidad humana e intelectual que tiene usted. Entonces si que sería todo radicalmente diferente

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Antonio Gonzalez 17 de marzo de 2019 at 00:46

En un sistema en bancarrota no queda otra solucion que confiar la politica a empresas de relaciones publicas par entretener la poblacion …..porque en realidad que pueden decir que sea creible.

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Eladio Mendez Arozena 17 de marzo de 2019 at 01:20

Hola Juan. Su análisis me gusta, pero reconozco que como militante de izquierda me cuesta mucho pronunciar la palabra España con respeto. Demasiados años de machaconeo con el dichoso concepto. Claro que cuando pienso en la España republicana la carne se me pone de gallina y un escalofrío de emoción me recorre el cuerpo. Luego sí, creería en una España republicana, luminosa, tolerante, progresiva y progresista. No sé si a eso se refiere cuando dice lo de un proyecto nacional y no nacionalistas. Hasta ahí, de acuerdo. Pero habiendo hecho Franco tan bien su trabajo, arrasando como arrasó con la inteligencia republicana, con el tiempo en España sólo quedaron una mayoría de bestias o descerebrados que al final terminaron siendo legión (un ejemplo de esa realidad sociológica serían los integrantes de La Manada, sin ir más lejos). Y los que no, los más inteligentes, se convirtieron a la religión del individualismo exacerbado y del sálvese quien pueda. O sea, que gente sana y con un proyecto lúcido, racional y solidario para España. poca. Resumiendo: que España está aún llena de viejos y veteranos fascistas que han amamantado a sus cachorros fascistas de sus propios pechos en el seno de familias profundamente fascistas. Y de este modo, el franquismo sociológico reproduciéndose una y otra vez, haciéndose así un fascismo eterno. Con este panorama entiendo que catalanes y vascos quieran montárselo por su cuenta. Da mucha pena, sí, pero a estas alturas ¿qué se puede hacer? Quiero decir: ¿se puede hacer algo? ¿Hay hoy en día un mensaje que empiece con la palabra España que ilusione a alguien que tenga dos (o más) dedos de frente?

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Javier 17 de marzo de 2019 at 01:33

Vox representa algo esencial que el profesor comenta de pasada, que es el sentimiento patriótico, sí , ese sentimiento despreciado por la izquierda actual, pero existe un sentimiento patriótico español que no debería ser de derechas o de izquierdas pero que está ahí, el interés por conocer la historia objetiva de España ha subido mucho sobre todo entre la clase trabajadora, hoy he mantenido una conversación con un trabajador que desconocía la existencia de la leyenda negra contra España pero apesar de no tener muchos conocimientos de la historia de nuestro país se sentía muy afectado con el tema de Cataluña y me decía que votará a Vox, y también conozcos mucha gente de izquierdas que se siente española y le duele ver lo que está pasando.

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Pepe López 17 de marzo de 2019 at 09:24

¡Qué difícil es el pensamiento crítico!
¿O no???
Resulta irónico que desgranar 4 certezas, que estamos viviendo, y que polarizan y segmentan al 85% de la población, los sometidos por la dictadura de la ley D’Hondt en el mejor de los casos, pero igual y eficazmente sometidos. Resulta irónico que abordar una exposición como esta, tan necesaria, se intuya como valiente, y también se la escudriña con el ojo de halcón como si de un peligroso crimen tratara.
Resulta curioso pero no extraño. Vivimos bajo un imperio mediático que mejora cada día los 11 principios de propaganda de J Goebbels. Y todos y cada unos de ese 85% deberíamos tenerlos en nuestra mesita de noche, para recordar contantemente quién tiene pavor de que nuestro 85% no se segmente, y que vayamos a por los recursos de los que nos desposeen desde el Pensamiento Crítico, complementándonos en nuestra diversidad, confluyendo en las prioridades, sin excluir ni descalificar.,…

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Antonio Rosa 17 de marzo de 2019 at 09:26

Excelente análisis en mi humilde opinión. Subrayo su análisis de la izquierda como incompetente para idear un proyecto nacional integrador. Al final, los únicos que hablan de la realidad -la de ellos, claro, aunque la más evidente- son los fascistas.

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Juan José 17 de marzo de 2019 at 16:25

Creo que la izquierda tiene un problema de identidad. Piensan que ser de izquierdas es, entre otras cosas, estar a favor de que todo el que quiera pueda venir a España y desde el momento que llega tenga todos los derechos que tenemos los españoles, que hasta cierto punto me parece bien. Sin embargo cuando hablamos de obligaciones, ahí titubean, porque claro, son pobres y no han tenido educación y no pueden comportarse como nosotros; porque como no tienen ingresos, la izquierda mira hacia otro lado cuando los inmigrantes realizan actividades ilícitas, (como el top manta). Ejemplos como este se pueden encontrar muchos pero cuando los señalas te tachan de racista, xenófobo, etc . Cuando no hay argumentos se echa mano del integrismo y como muy bien dice en su artículo, se olvidan de los problemas reales y diarios de los ciudadanos. Tal parece que solo les preocupa salir en la foto como los más solidarios, como los más preocupados por el medio ambiente y un largo etcétera, pero a la hora de mejorar el día a día de los ciudadanos, no están a la altura. Lamentablemente las alternativas son mucho peores, por eso tienen cautivo el voto de los que conocimos el régimen franquista y a los que no nos engaña ningún discurso de Vox por mucho que estemos de acuerdo en sus planteamientos. Sin embargo hay mucha gente que, o bien se quedará en casa o caen en la trampa del argumentario de Vox y los votará. La derecha siempre ha tenido entre un 43-45% de los votos pero con la irrupción de Vox puede ocurrir como en Andalucía, que sumen más del 50% y eso solo será el comienzo de una larga época de oscurantismo. En ese punto puede que incluso Rajoy no nos parezca tan malo como fue

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Aurelio Peláez Morán 17 de marzo de 2019 at 18:25

Mis dos últimos artículos en la revista Mundo Hispánico van en la misma dirección que el suyo y saber que alguien como Vd. piensa lo mismo, reconforta. Gracias, profesor.

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Fernando 18 de marzo de 2019 at 17:35

Profesor Torres, con todo respeto, quisiera que aportase citas concretas con afirmaciones «exageradas y de difícil digestión» provenientes del movimiento feminista o que nos diga dónde es que promueven «la guerra de sexos». Por más que he leído y estudiado el feminismo «radical», no encuentro en él sino razonables denuncias del sistema patriarcal y una reclamación radical de igualdad y justicia. No nos pongamos nerviosos, el hembrismo no es más que un mito interesado en proteger los privilegios masculinos. Y lo afirmo desde el privilegio de mi condición de hombre.

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dav 18 de marzo de 2019 at 18:01

«…aprovechando del efecto rebote que producen algunos discusos exagerados y de muy difícil digestión que desgraciadamente están acompañando al auge tan positivo que está teniendo el feminismo y la lucha de las mujeres en España. Cuando algo tan necesario como acabar con el patriarcado y con la discriminación y lograr más igualdad se traduce en las acusaciones genéricas contra los hombres que hace una parte del feminismo, minoritaria pero muy vociferante…»
Perdóneme Juan pero no he escuchado en España discursos feminista exagerados, ni acusaciones genéricas contra los hombres y tampoco se a que faccion del feminismo se refiere usted como minoritaria y vociferante. No la conozco.
Beligerante, si.
Beligerante contra el patriarcado como institución rectora del sistema capitalista. Beligerante contra la opresión a las más pobres y a las mujeres como epitome de la misma.
Beligerancia de la trabajadora.
Beligerancia de la keli. De la prostituta. De la embarazada. De la madre expropiada de su hogar.
Beligerancia de la estudiante en una sociedad que la incita a seguir roles contrapuestos a sus intereses.
Beligerancia de la empleada ante su señora.
Beligerancia de la abuela que ve desmoronarse el futuro imaginado para sus nietos.
Beligerancia, si… y militancia también.
Por que este sunami feminista de ahora es un feminismo de clase, amigo Juan.
Es un feminismo de las de abajo, no por una inversión de los roles, si no por un mundo mas justo, más equitativo. Donde nuestra hijas puedan vivir con un mínimo de riqueza económica, educativa, sanitaria, habitacional, ecológica.
Y es por esta beligerancia, por esta conciencia social, por esta actitud de las mujeres, tan honesta y tan simple como firme y solidaria, por lo que no gusta a algunos.
No gusta por que abandera tanto la lucha feminista como la lucha de las trabajadoras del pais.
No gusta por peligrosa. No gusta por femenina.
Así, los más reaccionarios y los más nos denominan feminazis y los menos reaccionarios vociferantes.
Y aún mas, intentan dividir en buenas feministas y malas feministas a un movimiento que como se vio el 8 de marzo, es robusto y cohesionado.

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Juan Canto 19 de marzo de 2019 at 21:17

No, no estoy de acuerdo en lo que manifiesta de la vuelta del fascismo con vox, no se ha ido nunca, siempre estuvo camuflado en el PP, aprovecha como los hongos las condiciones idóneas para expresarse y lo hacen y cada vez con más desparpajo pero nunca se han ido, son los de siempre. Basta con leer algunos de los post que aquí se expresan. Ni tampoco estoy de acuerdo en lo que afirma del feminismo, no hay tal, es la eterna lucha de clases que se ceba en el más débil en este caso la mujer y mal hacemos los hombres si pensamos que es cuestión sólo de ellas. A mi no me importa no soy comunista, tampoco me importa no soy judio, no me importa no soy mujer, al final vinieron por mi.( B.Brech). Nunca se excederán en sus reinvindicaciones porque son las nuestras, las de todos. Vuelven los generales a tener voz y voto en este entierro y candidaturas preparadas para obtener asiento en el parlamento democrático.

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Juan Canto 19 de marzo de 2019 at 21:19

Porque no sale publicado

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Genaro Chic 20 de marzo de 2019 at 10:49

Gracias por aportar elementos para la reflexión.

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Elderico 20 de marzo de 2019 at 20:18

Gracias a Podemos, muchos vamos a votar con la nariz tapada. Pero no a este remedo psoísta 2.0 servil que les gustaría ser, que antepone discriminaciones por razón de sexo o la promoción de la entrada de extranjeros ilegales en un país con alto desempleo. No. Votaremos a Vox. A pesar de lo que es Vox. A efectos prácticos la sensación es de ¿qué más da? si con cualquiera vamos a sufrir un capitalismo atroz, en que a fuego lento nos están desguazando el triste estado social que hemos logrado. Para eso… a ver si con Vox revienta de todas una, todo.

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Juvenal Padrón Fragoso 22 de marzo de 2019 at 22:54

Probablemente VOX sea una especificidad de las particularidades políticas que han inundado la escena democrática española y algunas de las debilidades de la transición (que también tiene fortalezas). Ahora bien, el resurgimiento del fascismo es algo a escala mundial, lo cual quiere decir que tiene relación con variables que provienen del sistema. Desde la década de los 80, tendría que consultar el año ya que no lo recuerdo de memoria, Santiago Carrillo advertía del ascenso del fascismo en Europa y en el mundo. Esto lo escribía en la revista del efímero Partido de los Trabajadores, que se creo a raíz de su expulsión del PCE por parte de quienes iban a levantar el Partido (aún espero ese resurgir porque no lo veo). Algunos consideraron que Carrillo veía el problema más allá de sus límites reales. Pero, lo cierto, es que los acontecimientos le dan la razón (no en balde la experiencia de los años, cuando se forma parte de los acontecimientos de una manera larga y duradera, proporcionan esa intuición que permite percibir lo que otros no son capaces de ver)
Desde mi punto de vista, pienso que el neoliberalismo ha sido el sistema donde anidaba el germen del neofascismo. Realmente contiene elementos antiguos combinado con rasgos novedosos. Pero en general supone ¿un peligro? real para la democracia, en el sentido que puede paralizar procesos, deteriorar las instituciones públicas, generar odios y tensiones en la sociedad expresados en movimientos xenófobos, racistas, patriarcalistas, … y más. Pero, albergarán solo a aquellos que ya eran así y otros que les falta no solo cultura política, sino cultura en general. Al final el episodio terminará en un sindrome que enfermará la democracia, pero no la matará porque tiene las defensas y la vitalidad para vencer el cáncer que la intenta corroer. Paciencia, paciencia, paciencia…sin dejarse dormir claro

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david 6 de mayo de 2019 at 01:57

Juan , no me negará que con la LIVG la presunción de inocencia para los hombres deja de existir. Además, por este mismo motivo, es decir, por el hecho de que cualquier hombre pueda ser condenado por la simple declaración o denuncia de una mujer sin necesidad de que esta pruebe nada , las denuncias falsas no pueden tener el porcentaje que se dice, de hecho, ni siquiera puede decirse cual es su número o su porcentaje. Creo por tanto que su tercer punto, no es correcto, ya que dicha ley, feminista, no sólo no nos beneficia a los hombres, sino que nos deja bajo un desamparo legal.
un saludo.
Pd: Estoy en contra de la violencia de genero, que conste, como de cualquier tipo de violencia , pero no de dicha ley o mejor dicho con ese punto.

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