Hoy es el Día de Europa y los medios de comunicación informaban ayer de encuentros en el Parlamento Europeo y en el austriaco para tratar de revitalizar el proyecto constitucional europeo. Está bien si tienen la intención de preocuparse por las condiciones de bienestar social que podrían ilusionar a los ciudadanos. Si lo que tratan es de vender de nuevo un proyecto concebido principalmente para que las grandes empresas sean las dueñas de Europa, me parece que su fracaso está asegurado.
Un problema principal del proyecto constitucional europeo es que es muy dificil que frague con éxito si los ciudadanos no lo relacionan claramente con la garantía de su progreso y del bienestar social. Y lo que ocurre es que la gran mayoría de ellos identifican el proyecto constitucional con una imagen de Europa que es francamente frustrante.
Las políticas económicas neoliberales que se vienen aplicando están generando desigualdad, diferencias, malestar social, demasiada frustración… y de esa manera es iluso creer que los ciudadanos van a encandilarse con el proyecto europeo.
Mientras Europa se identifique principalmente con la burocracia, con los negocios y el dinero ¿quién va a vibrar, sino los burocrátas, los negociantes y los banqueros, con ella?
Europa es cada vez más necesaria en el mundo y su presencia urgente. Pero la que necesita este mundo convulso es la Europa de la democracia y de la paz, no la de los tipos de interés y las monedas; la de los hombres y mujeres corrientes, no la de los grandes propietarios pensando solamente en sus cuentas de resultados o en dónde relocalizar sus empresas para hacer mejores negocios.
El planeta necesita a la vieja Europa culta, solidaria, demócrata, igualitaria y cosmopolita, a la Europa de la paz y abanderada de la hermandad entre las civilizaciones, a la Europa de la justicia que rechace la guerra y se comprometa con la equidad y el buen gobierno en todo el mundo. Pero esa no es la Europa que han querido construir hasta ahora sus dirigentes, más obedientes a la voz de los poderosos que a la de sus pueblos.
Europa necesita su Constitución. Claro que sí. Pero lo que hay que constituir no es el privilegio eterno de los mercados, sino las garantías efectivas del bienestar, de la justicia y de la democracia continental, es decir, las bases reales del progreso de los pueblos que se mide en más riqueza pero mejor distribuida.
El neoliberalismo que inspira las políticas económicas es quien ha sembrado de noes la vieja Europa y es iluso creer que van a revitalizar el proyecto constitucional sin ponerlo profundamente en cuestión.
PD.
Hace unos meses se publicó un interesante estudio sobre las disparidades socioeconómicas en la Unión Europea. Concluía, en la misma línea que otros muchos trabajos, de la siguiente forma:
«El trabajo permite concluir que para las variables y el periodo analizados no se ha producido un acercamiento socio-económico entre países de la Unión Europea. En el año 2000 la divergencia entre países sigue siendo significativa y similar a la que se observaba a inicios de los años noventa cuando la Unión Europea no era todavía un hecho. Estos resultados son igualmente ciertos e incluso más intensos en el ámbito regional. En este caso, y para algunas de las variables objeto de estudio, se constata incluso una mayor divergencia al final del periodo».
(Mercé Sala Ríos y Teresa Torres Solé. ¿Se ha producido un acercamiento socioeconómico en el seno de la Unión Europea? Un análisis por países y regiones. Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, nº 56, 2005. Puede leerse aquí).