Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

El gran engaño que hay detrás del recibo de la luz

Publicado en Público.es el 10 de septiembre de 2021

Quizá la única ventaja de las grandes subidas que está teniendo el precio de la luz en España es que cada día se habla más de ello y que, poco a poco, la población que lo desee terminará informada de las barbaridades que ocurren en nuestro país con la provisión de ese bien imprescindible para la vida de las personas y las empresas. Lo malo es que, entre el aluvión de información sobre el tema, se cuelan muchos engaños que confunden y alejan la mirada del verdadero núcleo del problema.

En este artículo quiero referirme tan solo a uno de ellos, al que yo creo que está en la base del gran problema que tiene nuestro sector eléctrico.

Gracias a que se está explicando ampliamente en las últimas semanas, es sabido que el precio de la luz se fija en España a través de un sistema que establece, para todas las fuentes de energía, el precio de las más cara, en nuestro caso, la que utiliza el gas como materia prima.

La explicación digamos «oficial», la de las empresas, economistas y políticos que defienden el sistema de fijación del precio de la luz, es que nos enfrentamos a un problema coyuntural como resultado del incremento de la demanda derivado de la reactivación económica tras el confinamiento y la crisis. Ese incremento ha elevado mucho el precio del gas y también -por la misma razón- el coste de los bonos de carbono que tienen que adquirir los productores por su actividad contaminante.

En su opinión, por tanto, no hay ningún tipo de problema estructural o de fondo sobre el que haya que actuar. Si ahora ha subido, bajará enseguida que la economía deje de crecer tanto, como habría pasado en ciclos anteriores. Mientras, solo hay que dejar que el mercado eléctrico siga funcionando libremente porque, si se interviniese, se alteraría el régimen de competencia. Si acaso, nos dicen, se podrá dar ayudas a los consumidores que puedan tener problemas de suministro o bajar lo impuestos indirectos.

Quienes defienden este sistema afirman que está diseñado precisamente para que, cuando se produzcan circunstancias como la actual, los capitales fluyan a las energías más baratas y así estas se desarrollen. De hecho, dicen que su gran virtud es que resulta el mejor incentivo posible para lograr la transición energética que necesitamos.

Esto ha sido exactamente lo que contestó hace poco la Comisión Europea a la ministra Teresa Ribera cuando esta pidió que se suspendiera su funcionamiento. Según la portavoz del Ejecutivo europeo, Vivian Loonela, el aumento actual del precio de debe a la «significativa demanda global de gas y el mayor coste de los derechos de emisión de CO2 (combinados con) una «alta demanda» de electricidad por la recuperación económica y las condiciones climáticas». Y este sistema no debe suspenderse porque es el que crea «las señales para reconducir inversiones hacia tecnologías nuevas y flexibles que apoyen la transición hacia la neutralidad climática» (aquí).

Si el precio se ha disparado ahora que ha subido tanto el gas, nos dirán, es porque que ha sido imposible que de un día para otro hayan podido aumentar las fuentes de energías renovables y alternativas.

En consecuencia, no debemos tocar el sistema sino tan solo esperar a una mejor coyuntura, tal y como nos dice Europa y hacen los demás países europeos.

Nada de eso es cierto.

Si se contempla la evolución del precio de la luz en España se comprueba que no sigue la evolución de la demanda y que su disminución se produce justo después de que haya habido grandes subidas y sin bajar de los niveles anteriores a estas últimas.

Es significativo, por ejemplo, que de 2008 a 2018 la luz subiera en España un 66,8% y solo un 28,2% en el conjunto de la Unión Europea, con el que no tenemos tanta diferencia en la evolución de la demanda y en donde la evolución del coste de las materias primas es más o menos el mismo que en España.

No son circunstancias ajenas al sector eléctrico, por tanto, las que hacen que suba su precio en España. Las que lo provocan hay que encontrarlas en lo que ocurre dentro del mercado eléctrico y – a tenor de la evolución tan distinta del precio- deben ser distintas a las que se dan en el resto de la Unión Europea.

Para descubrir y entender el engaño que hay detrás de las subida tan grande en el precio de la luz en España se necesita saber que el actual sistema de fijación de la tarifa funcionaría realmente como dicen sus defensores (proporcionando «un suministro seguro y asequible de energía de la forma más económica», según la Comisión Europea, y la mejor y más barata combinación posible de las diferentes tecnologías) solo si se dieran dos condiciones imprescindibles.

La primera es que el mercado eléctrico sea de competencia.

Sin embargo, el precio de la luz en España no es el resultado del funcionamiento de un mercado de competencia, tal y como ha demostrado magníficamente Enrique Palazuelos en su obra El oligopolio que domina el sistema eléctrico (Akal, 2019). Lo que pagamos en España por el consumo de luz eléctrica es el resultado de una constante manipulación de la oferta y la demanda que hacen las cinco empresas que controlan su producción, distribución y venta comercial y que, además, tienen el poder suficiente como para influir decisivamente en las normas que lo regulan y de las que dependen los sobrecostes -en forma de primas, subsidios, ayudas, peajes…-  que terminan convirtiéndose en beneficios añadidos que pagan los consumidores.

El precio de la luz en España no refleja los costes reales de producción de las empresas sino el beneficio extraordinario que proporciona su poder oligopolista. Algo – tal y como se estudia en primero de Económicas- que es lo que tiende a ocurrir en todos los mercados de este tipo, sobre todo, cuando no hay control legal ni sanciones que impidan los acuerdos o el reparto del mercado. Algo que  las eléctricas han conseguido que ocurra en España gracias a la enorme influencia política que tienen desde la dictadura de Franco.

La segunda condición que debería darse para que el sistema proporcione el resultado eficiente que sus defensores aseguran que lleva consigo es que haya libertad de entrada y salida en el mercado para que, cuando suba el coste de alguna tecnología, puedan entrar otras alternativas, más baratas y eficientes. En nuestro caso, las renovables.

En España eso era difícil porque el tamaño, la integración y el control tecnológico de las empresas oligopolistas es tan grande que supone una limitación casi definitiva a la entrada de nuevas instalaciones o empresas. Pero se logró vencer y el sector de las renovables comenzó a desarrollarse con éxito, hasta que fue ya prácticamente imposible cuando las empresas eléctricas comenzaron a presionar a los gobiernos y consiguieron finalmente, en 2012, que el Partido Popular materializara un frenazo radical a la producción de energías renovables en España. Las eléctricas tradicionales habían ido realizando inversiones en este último sector y, al conseguir que no apareciese nueva competencia, pasaban así a controlarlo también en el nivel de desarrollo que convenía a sus intereses estratégicos de conjunto. Podían seguir haciendo negocio con sus tecnologías sucias y disponían de presencia en todas ellas y en todas las fases del negocio para seguir manipulando cantidades y precios.

No estoy construyendo ninguna teoría conspirativa para descubrir el interés y el papel del oligopolio en el frenazo que sufrieron las renovables en España, una industria en la que España estaba siendo líder mundial por capacidad de innovación y por razones climáticas. Los propios dirigentes del oligopolio, como el presidente de Iberdrola, habían pedido que no se construyeran más plantas solares y, cuando el Partido Popular tomó la decisión, no solo la valoraron positivamente sino incluso como insuficiente.

Ahora bien, aunque es cierto que el oligopolio eléctrico había venido reclamando este frenazo desde hace tiempo y que ya en 2007 se habían empezado a tomar medidas en ese sentido, es muy posible que el frenazo no se hubiera producido tan radicalmente con la simple presión de las eléctricas españolas. Posiblemente, el hachazo definitivo al desarrollo de las energías renovables en España se lo impuso Angela Merkel a Mariano Rajoy en defensa del muy ambicioso proyecto que lideraban entonces diversas empresas y bancos alemanes. El llamado Desertec Industrial Initiative que trata de generar energía solar en el Sáhara para satisfacer en torno al 15% de la demanda europea, entre ella la española, y que tenía previsto invertir la fabulosa cifra de unos 400.000 millones de euros. Así lo había anunciado el diario El País el 9 de noviembre de 2011:

«El gigantesco proyecto solar del Sáhara abastecerá a España en 2015

Desertec, Industrial Initiative (DII), el más ambicioso proyecto energético desde que se erigieron las primeras centrales nucleares, tiene fecha y lugar para su arranque e incluso un destino para sus primeras exportaciones. El faraónico plan de sembrar de paneles solares el Sáhara arrancará el año próximo en Marruecos y, entre 2015 y 2016, suministrará a España parte de la electricidad producida, si se cumplen los plazos previstos.

Alemania, cuyas empresas capitanean la iniciativa, ha adelantado su inicio en tres años porque ha decidido prescindir de la energía nuclear en 2022 y porque cree que la llamada primavera árabe facilita la puesta en marcha de ideas innovadoras en un marco político más estable.

 

La competencia de una industria española incipiente pero de gran liderazgo mundial no podía ser bien vista por el capital alemán.

En resumidas cuentas, el sistema de fijación del precio de la luz en España es un fraude, un auténtico engaño, porque no dispone de las condiciones que sus propios diseñadores consideran que debe tener para que proporcione los precios más bajos y la eficiencia tecnológica y económica que dicen que proporciona. Eso es lo que hay que arreglar y es preciso tener valentía para enfrentarse al oligopolio en España y en sus ramificaciones de Bruselas. No se trata -como quiere hacer creer el oligopolio y sus empleados mediáticos y políticos-  de que el gobierno reclame una intervención anómala en los precios del mercado de la luz para manipularlos. Todo lo contrario, la cuestión es impedir que sea el oligopolio eléctrico quien siga haciéndolo para conseguir los beneficios extraordinarios que encarecen artificialmente el recibo que tantos hogares ni siquiera pueden pagar, que ahoga también a miles de empresas españolas y que pone en peligro la recuperación económica.

9 comentarios

Roger Pons 12 de septiembre de 2021 at 07:24

Le felicito por ayudarnos a entender el gran escándalo que es estas subidas continuas y previstas con antelación, y tantos otros temas econòmicos y sociales.
Hay sin embargo un punto que no entiendo: ¿Por qué se permite que se cobre la electricidad al precio de la fuente más cara? ¿Por qué no se cobra cada una a su precio que seria lo más justo? Y otra, ¿aceptarían las eléctricas que se les pagara la electricidad al precio de la más barata? Si la respuesta es no, tampoco tiene entido la contraria, es decir la actual.
Un cordial saludo.
Roger

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ignasi orobitg gene 12 de septiembre de 2021 at 12:49

En el invierno de este año 2021 ,en el estado de Texas ,la subasta del Mv alcanzó los 1000 $ .Gracias por Sus envios .

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Agustin aragon mesa 12 de septiembre de 2021 at 16:57

El mercado marginalista…la sobreretribucion de centrales amortizadas(beneficios caidos del cielo)…y el poder del oligopolio…son cuestiones señaladas y analizadas por muchos que hemos pasado ahi nuestra vida profesional..y publicadas en libros.
NO SE DESCUBRE NADA NUEVO.
la cuestion es que hay que contar con el marco de la UE (menos mal que axiste Europa).
Y es posible empezar ya a cambiar como explica Economstas frente a la crisis ( J.Fabra)
HACE TIEMPO …
Siempre dije que es un esperpento social tener que hacer un master para entender el recibo de la luz…

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Jack Pontiac 12 de septiembre de 2021 at 19:38

Saludos a todos.
Discrepo totalmente con usted Sr. Torres. La recuperación económica puede tardar, que son unos minutos más ¿a caso el medio ambiente no importa? Si los oligopolios no lo hacen nadie lo hará. Los que ensuciamos las tierras y la atmosfera somos nosotros, el puro pueblo, los ciudadanos y a nosotros nos corresponde pagar el precio. Es lo menos que se espera. Ni el gobierno ni las empresas lo lograrán. Pero nosotros si podemos.

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Francesc 12 de septiembre de 2021 at 20:17

Yo no soy un docto en economia, ni mucho menos, pero aplicando el sentido común, cosa que parece que no abunda ultimamente, a todas luces hay una estafa en vigor, que provoca veguenza ajena, el pueblo llano, que es el que al final de todo, paga la factura, no encuentra ninguna posible explicación a todo este montaje, tan estrafalario que estamos sufriendo, todas las explicaciones que nos dan son milongas, tomadura de pelo, en grado máximo.
He leido muy atentamente sus explicaciones, pero me he perdido, si , posiblemente tenga Ud. razón, pero al final, ¿que podemos hacer los «paganos» para revertir esta situación, a quien podemos reclamar? «Al maestro armero» porque estamos artos de que nos tomen el pelo, en TODOS LOS ASPECTOS, vease lo que está sucediendo en nuestra sociedad, ya que mas, nos pueden hacer, porque se me acaba el catálogo.

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Alberto Enrique Roldán Hernández 15 de septiembre de 2021 at 12:54

Totalmente de acuerdo contigo Juan . Un abrazo. Alberto Enrique Roldán Hernández desde Granada

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Jose Velasco 15 de septiembre de 2021 at 21:37

Refiriendome al comentario de Pontiac estoy de acuerdo con Vd. en el dicho de «el que contamina paga» pero no se equivoque Vd. la venta (y reventa) de derechos de emisión de CO2 se ha convertido en un lucrativo negocio para especuladores, por tanto el problema no es que pague el que contamine, el problema es que unos señores compran esos derechos (insuficientes en el mercado) y luego los venden a terceros con jugosos beneficios.

Si realmente se quisiera proteger el medio ambiente, los derechos de CO2 serían entregados gratuitamente a las empresas, prohibiéndoles venderlos y cerrándoles el negocio si los superan. Vamos, que lo que se ha hecho es simplemente privatizar el aire.

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JANO 18 de septiembre de 2021 at 12:47

Hay una iniciativa en marcha en Baleares (veremos lo que dura) en la que un municipio va a instalar un gran paeque solar para abastecer a la población (más o menos). Hay una iniciativa en Barcelona para poner aerogeneradores capaces de abastecer a unas 9000 familias por un coste calculado en 12 millones de euros (unos 1300 euros/familia)…creo que es un buen camino para irse «descolgando» poco a poco de la influencia del oligopolio español….Gestinoar estas iniciativas en las grandes y medianas ciudades no creo que sea posible, pero el municipalismo puede hacer mucho en este sentido. Los municipios tienen terreno disponible, y si logran convencer a los futuros usuarios, se pueden llevar a cabo las inversiones necesarias: un poco a cargo del presupuesto municipal, otro poco a cargo de los futuros usuarios y otro poco DEBERÍA venir de los fondos europeos para la transición ecológica, con la ventaja añadida de que pueden ser inversiones modulares; no es preciso instalar «x» Mw/h de golpe para que el sistema funcione, si no que se inicia la instalación, y poco a poco se amplía hasta la independencia total, que se puede lograr mediante el hidrógeno como vector de almacenamiento (obtenido por electolísis cuando hay energía sobrante (solar/eólica) y liberada mediante pilas de combustible….creo que soluciones hay. Lo que no creo que haya es «la gran solución». Se trata de lograr un cambio cualitativo mediante múltiples cambios (cuantitativo)….evolución lisa y llanamente.
Creo que se puede poner en marcha toda una pequeña y mediana industria de tipo local que significarían muchos puestos de trabajo y todos ellos bastante cualificados: ingenieros, técnicos….para liberarnos definitivamente de estos «señores de la energía» que nos tienen hoy, como tenían los señores medievales a los siervos de la gleba.

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Agustín 31 de octubre de 2021 at 08:50

Pues ya vemos lo que ha pasado con Merkel, que hasta le hemos dado un premio aquí en tierras extremeñas, y nadie le ha preguntado por ese proyecto DII.
Zafarrancho de combate.

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