El pasado viernes publiqué en El Plural el siguiente artículo en el que destaco que con tal de criticar al gobierno el jefe de la oposición defiende posiciones contrarias a las que mantienen incluso los conservadores de otros países y se queda en un clamoroso fuera de juego. Lo transcribo a continuación.
En algunos partidos de fútbol los árbitros dan por buenas jugadas que la inmensa mayoría de los asistentes han podido comprobar que eran ilegales y a veces los jugadores cometen fallos increíbles. En esos casos los aficionados y la prensa deportiva suelen decir que los errores o las pifias han sido clamorosas.
Pues bien, yo creo que el presidente del Partido Popular y líder la oposición española está en una de esas situaciones, más concretamente en un clamoroso fuera de juego.
Lo digo en referencia a la propuesta principal que hace Rajoy para enfrentar se a la crisis: la moderación en el gasto público.
Si Rajoy gobernara y aplicara esa política provocaría sin duda una hecatombe económica mucho mayor que la que ya está padeciendo la economía mundial.
Todos los gobiernos del mundo están haciendo lo contrario, y por supuesto también los de orientación conservadora o liberal. Cuando la quiebra del sistema financiero ha dejado a la economía real sin recursos y paralizada, no hay otra posibilidad para tratar de revivirla que incrementar el gasto público y poner a disposición de los empresarios y los consumidores los recursos que éstos no pueden obtener por sí mismo al carecer de la financiación que el sector bancario ha dejado de proporcionarle.
Ni tan siquiera es viable lo que erróneamente se considera la otra cara de la moneda, la reducción de impuestos, que también propone Rajoy.
Es inviable porque es más lenta, porque tiene un efecto multiplicador bastante más bajo al del gasto público y porque no es nada seguro que los recursos liberados al producirse se vayan directa e inmediatamente, como ocurre con los de gasto, a fomentar la actividad empresarial o el consumo. Podría discutirse la conveniencia de reducir algunos tramos o algunas figuras impositivas (y quizás no precisamente las que propone Rajoy) pero incluso en ese caso sería necesario recurrir al gasto si se quiere garantizar una inyección suficientemente potente y segura de recursos añadidos.
Así lo han comprendido incluso los gobiernos más liberales y no solo ahora. Sus proclamas antikeynesianas se vuelven papel mojado cuando las crisis aprietan y los mercados dejan de funcionar como les dicen que nunca va a pasar sus ideólogos (casi todos los cuales viven, por cierto, del presupuesto público).
O Rajoy y sus asesores económicos no se enteran de lo que hacen los demás, lo que es verdaderamente raro, o es que les da todo exactamente igual con tal de criticar al gobierno, incluso ahora que hace prácticamente lo mismo que la inmensa mayoría de los de países afectados por esta crisis.
Es difícil determinar qué es peor.
La propuesta que hace Rajoy de moderar el gasto público lo deja en fuera de juego, es completamente extemporánea en estos momentos de crisis pero lo peor so es eso. No solo hundiría a la economía sino que, a mayor abundamiento, esa propuesta significaría realmente lo que ya significó la política del PP cuando Aznar gobernó: menos servicios públicos y menos impuestos para los ricos y los propietarios de rentas de capital (ni siquiera menos impuestos en general porque cuando gobernaron subió la presión fiscal), es decir, un mayor alejamiento de los estándares europeos de gasto social y, en consecuencia directa de ello, menos bienestar para los sectores y clases sociales más desfavorecidos.
Cuando Aznar hizo todo eso gozó de una etapa buena del ciclo y pudo disimular sus efectos recesivos y de pérdida de bienestar y capacidad adquisitiva (ni solo en salarios directos sino en rentas sociales y diferidas) pero si lo hiciera ahora Rajoy provocaría un desastre mayúsculo.
En fuera de juego, al jefe de la oposición le pasa como a los malos jugadores, que ni juega él ni deja jugar a los demás.