Bastantes amigos me habían pedido que comentara la composición del nuevo gobierno de Zapatero. Pues aquí va.
Es verdad que habría que esperar para hacer valoraciones porque a todos los nuevos gobiernos se les suele dar tiempo, cien días dicen, para que muestren su verdadero cariz y comiencen a mostrar resultados. Pero es que el nuevo gobierno de Rodríguez Zapatero manifiesta tan claramente su deriva a la derecha, incluso en su propia composición funcional, que no creo que haga falta esperar mucho. Expondré a continuación las razones que me llevan a pensar así, aunque nada me daría más satisfacción que comprobar dentro de unos meses que hoy estoy equivocado.
En mi opinión, el giro a la derecha de gobierno español lo indican claramente tanto la nueva distribución de las carteras como las propias personas a las que se les encargan.
Empezaré por un área en la que paradójicamente Zapatero dijo que quería aumentar su compromiso: el medio ambiente.
Aunque se quiera presentar de otro modo, lo cierto es que las cuestiones medioambientales que, pasan a un segundo plano. No es lo mismo plantearlas con un ministerio potente y especializado que, como sucederá a partir de ahora, desde otro lleno de competencias variadas e incluso contradictorias. Y la asunción por parte da vicepresidenta del gobierno de la negociaciones sobre el agua entre Estado y Comunidades autónomas muestra que van a primar las estrategias políticas más que las prevenciones ambientales y de sostenibilidad, que lógicamente están siempre mejor puestas sobre la mesa cuando se plantean en el seno del ministerio correspondiente.
No hay que olvidar, por ejemplo, que muchos de los problemas que tuvo que tratar de resolver la anterior ministra de Medio Ambiente se originaron precisamente en la escasa sensibilidad ambiental de algunas actuaciones del anterior ministerio de Agricultura y Pesca, cuya titular será la que ahora lleve todas esas cuestiones y sin que haya nada que permita deducir que haya cambiado de sensibilidad.
Y desde luego es bien significativo que haya salido del gobierno la antigua titular de Medio Ambiente, Cristina Narbona, quien se ha distinguido no solo por su mayor compromiso ambiental y de izquierdas sino por su voluntad de hacer frente a las trabas que procedían, incluso, de sus propios colegas de gobierno o de partido.
Otro cambio significativo es la creación de un nuevo ministerio de Ciencia e Innovación, en la línea que ya inició el Partido Popular aunque ahora reforzada al adscribirle la gestión de las universidades.
Lo más relevante y preocupante de esta fórmula no es que se rompa la unidad del sistema educativo, que yo creo que es siempre deseable, sino que se hace en aras de imprimir un claro sesgo empresarial y de mercado a la enseñanza y la investigación que se realiza en los estudios superiores, lo que inevitablemente va a derivar en el empobrecimiento de nuestra universidad.
No creo yo que sea una mera casualidad o poco significativo que la nueva ministra de Ciencia sea, precisamente, una de las directivas de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales y que, como se ha dicho por activa y pasiva, que “venga de la mano” del liberal Miguel Sebastián, al que me referiré más adelante.
Así, una de las primeras en darle la bienvenida como ministra es la patronal de los laboratorios farmacéuticos. Se alegran de su nombramiento porque su «perfil supone un claro signo del Gobierno en favor de la investigación biomédica, actividad con la cual los laboratorios farmacéuticos se sienten totalmente comprometidos». Lo que no dicen pero todos sabemos es el perfil que tiene la investigación que realizan estos laboratorios, seguramente, la expresión más inhumana y cruel de supeditación de los intereses humanos a la rentabilidad del mercado.
La justificación que se da para crear este nuevo ministerio es que se trata de lograr que el modelo de crecimiento se base en el conocimiento y la innovación. Es un objetivo deseable pero el problema es que para alcanzarlo no basta con cambiar esa estructura administrativa sino que deben modificarse también las prioridades generales del gobierno y, sobre todo, las presupuestarias. Algo sobre lo que no solo no se dice nada sino que es contrario a lo que por activa y por pasiva ha establecido el prorrogado ministro de economía y viepresidente del gobierno.
Otro cambio importante es la desintegración del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales que hasta ahora había sido como la nave insignia de las políticas sociales de las que tan orgulloso dice sentirse Zapatero. Y, por supuesto, es bien sintomático que haya salido del gobierno (no precisamente satisfecho con lo que se ha hecho) su anterior titular, el socialdemócrata Jesús Caldera.
En lugar de fortalecer las políticas sociales, dicha desintegración puede debilitarlas definitivamente.
Por un lado, descuartizan al Misterio de Trabajo se disminuye su capacidad operativa y de negociación, tanto en el seno del equipo gubernamental a la hora de negociar presupuestos como a la de imponer sus políticas a los operadores sociales. ¿Cómo va a ser igual, por ejemplo, la capacidad y el poder del nuevo Ministerio de Igualdad a la hora de hacer propuestas a las empresas que la que tiene un ministerio que, a la vez, pueda estar negociando con sindicatos o empresarios, cuestiones de subvenciones, normas laborales, etc.?
E igual podría decirse de la transferencia de las competencias de asuntos sociales al antiguo Ministerio de Educación. Se crea una macroestructura que, por definición, ha de ser mucho menos operativa y con menos capacidad política que la anterior.
De hecho, se justifica este cambio con el ejemplo del Reino Unido olvidando que éste país no es precisamente el mejor ejemplo en cuanto a la eficacia y extensión de las políticas sociales, sino más bien lo contrario.
En la misma línea se puede valorar la creación del nuevo Ministerio de Igualdad que tantos beneplácitos ha concitado y que a mí me parece que, en realidad, no es algo tan extraordinario.
En primer lugar porque implícitamente se está resaltando que la igualdad que importa es la que se expresa en discriminaciones ajenas a las de clase o socioeconómicas que parecen tanto o más graves a la hora de limitar la libertad humana.
Tengo la firme convicción de que una acción prioritaria de cualquier gobierno debe ser luchar por la igualdad y contra la violencia de género pero al mismo tiempo no me cabe la menor duda de que esa lucha será mucho más efectiva cuanto más directa sea la implicación del conjunto de los ministerios en ella. Y por eso creo que se consiguen mejores resultados si esa estrategia se desenvuelve desde un ministerio potente y no marginal, por muy espectacular que pueda parecer, como va a ser sin duda éste recién creado.
Si uno de los hombres fuertes y cercanos a Zapatero como Jesús Caldera tuvo dificultades presupuestarias en la anterior legislatura para aplicar las leyes sociales y de igualdad, ¿cuántas no va a tener una ministra recién llegada y de peso político bastante escaso, como es natural que ocurra con un ministerio de esa naturaleza? Y eso sin mencionar el hecho de que se haya optado por una ministra sin experiencia en políticas de igualdad, un campo en el que el Partido Socialista cuenta con multitud de personas feministas, especialmente mujeres, de gran valía, y conocimiento y con un enorme compromiso de izquierdas.
Mención aparte merece la entrada en el gobierno de Miguel Sebastián. No porque sea un político estrepitosamente fracasado en las urnas cuando fue candidato a la alcaldía de Madrid, sino por ser un liberal confeso, pero entiéndase bien, un liberal de los modernos, de esos a los que les gusta meter la mano en los mercados y en las empresas para tratar de influir y hacer que los intereses económicos que defiende salgan adelante.
Entra además en el gobierno con fuerza inusitada, trayendo como he dicho de la mano a la nueva ministra de Cienci
a y también a la de Vivienda. Por cierto, ésta última una registradora de la propiedad, lo que no deja de ser un sarcasmo dados los problemas de vivienda que tiene España
De esta forma, se consolida en el gobierno de Zapatero la vieja influencia del ex ministro liberal Carlos Solchaga, el auténtico valedor inicial del ahora presidente y el que ha sabido colocar en su órbita (tanto en ministerios como en la Oficina Económica de Presidencia) a todo un ejército de economistas procedentes del Banco de Bilbao Vizcaya. Es una pena que los ciudadanos (y especialmente los que han puesto su confianza o militan en el partido socialista) no podamos conocer con transparencia y plenitud todas las conexiones y los intereses verdaderos (económicos, energéticos, financieros, mediáticos…) que están detrás de este grupo de liberales que hoy por hoy controlan el Ejecutivo y que son los que de modo irremediable llevarán a la derecha a este gobierno. Y posiblemente aún más si en 2010 se lleva a cabo otro cambio de gobierno, como todo parece indicar.
En conclusión, puede que ahora sigamos oyendo, incluso puede que ahora con más decibelios, la letra de la igualdad y del progresismo pero la música que marcará el compás del gobierno será otra. La del apoyo a los grandes intereses empresariales y a los grupos económicos de poder que son los que en realidad se han beneficiado más de la política gubernamental de los últimos años. Los datos de distribución de la renta entre beneficios y salarios están ahí y son bien claros: según la OCDE, España es el único de sus países miembros que ha tenido durante el periodo 1995-2005 un descenso del salario promedio, el 4%, mientras que la renta de los que obtienen ingresos de la propiedades ha crecido un 73%.
Yo creo que ser izquierdas es evitar eso pero me temo que la conformación de este nuevo gobierno no va en esa línea sino más bien en toda la contraria.
Ahora bien, como dije al principio, me gustaría equivocarme así que creo que lo importante es que los ciudadanos no nos quedemos de brazos cruzados ante lo que pueda hacer el Gobierno. Un gobierno de origen social progresista como es éste, que cuenta con un apoyo ciudadano tan claramente contrario a los planes de la derecha solo podrá echarse a la derecha si los ciudadanos dejamos que lo haga. Por eso no se puede mirar a otro lado dando ya por hecho que se trata de un gobierno perdido. Hay que presionar y hay que hacerle sentir la voz de quienes queremos más justicia distributiva más democráticas políticas que de verdad beneficien a los trabajadores y a los más necesitados.