Publicado en La Opinión de Málaga el 12-12-2004
El recién nombrado presidente del Consejo Social de nuestra universidad, Francisco Barrionuevo, acaba de editar un sugerente libro en el que analiza su experiencia empresarial y en el que reflexiona además sobre las condiciones que a su juicio podrían permitir que en Andalucía se crearan muchas más empresas como Novasoft, una empresa de vanguardia tecnológica de la que es máximo responsable.
En el libro no se encuentra una reflexión teórica sistemática como tampoco es la simple descripción de una trayectoria empresarial. Pero su interés radica en que a su través se puede conocer lo que está en la cabeza de alguien capaz de poner en marcha un proyecto económico y de hacer realidad una idea empresarial, lo cual es siempre una mezcla de conocimientos teóricos, de intuición, de sentido de la oportunidad y de disposición personal en proporciones diversas que vale la pena conocer.
Es un testimonio interesante especialmente en Andalucía porque nuestra tierra ha sido siempre muy parca a la hora de generar actividad empresarial autóctona. Cuando aquí han aparecido personas capaces de adelantarse a su tiempo para poner en marcha nuevas formas de creación de riqueza la mayoría de las veces han terminado marchándose.
Eso es aún más grave hoy día, cuando vivimos una etapa histórica muy compleja en donde quien se aferra a la inercia y no es capaz de romper con el pasado para asumir constantemente el reto de nuevos desafíos termina por quedar aislado y excluido de los procesos sociales. Puede gustarnos o no esa forma de vida y esa dinámica social pero es el signo de nuestros tiempos y la consecuencia del nivel de complejidad e incertidumbre en el que nos movemos. Y la paradoja es que incluso para evitarlos o salvaguardarnos de sus efectos más negativos es preciso saber dominar e imponerse constantemente sobre lo viejo
Los términos emprender y emprendedor son frutos directos de esta época aunque, como muchos otros como globalización o competitividad, se utilizan a veces con un significado tan amplio y polisémico que terminan por decir bien poco.
En realidad el papel de los emprendedores y de la innovación ha sido siempre crucial y el progreso económico y social apenas si ha podido darse allí donde ha existido el empuje de personas capaces de crear nuevas formas de actividad y de utilización de los recursos.
La diferencia de lo que ocurre actualmente es más bien de grado y de forma porque la innovación que genera avances sustanciales ya no es la que solamente implica crear algo nuevo sino la que es capaz de darle un nuevo sentido económico, sobre todo, a los procesos. Francisco Barrionuevo habla de innovación de conceptos para referirse a todos esos cambios que son exitosos en la medida en que llevan consigo una ruptura amplia de la norma preexistente. Ese sentido amplio de innovación es el que efectivamente responde a los fenómenos actuales. Por eso, cuando se quiere impulsar la innovación como base o detonante del progreso económico es preciso generar una gama muy plural de transformaciones, no sólo procurar que aparezcan nuevos productos. Y eso es lo que para Andalucía reclama constantemente el autor a lo largo de su obra.
Esa razón es la que hace, además, que este tipo de innovación no nazca generalmente de manera aislada ni en islotes. En un trabajo ya antiguo, la OCDE puso de relieve que es iluso creer que la innovación como fuente del progreso económico puede ser el fruto de la actividad individual y que sólo cabe esperar generalizarla a partir de la creación de sistemas de innovación, es decir de la existencia de un conglomerado de factores políticos, empresariales, educativos, culturales o incluso morales.
Muchos países o regiones han conseguido mejores resultados generando un mejor clima social, institucional, cultural, o educativo… que otros que se han limitado a añadir sin más recursos muy cuantiosos al aparato productivo y eso es algo que debería aprender Andalucía en donde lo que abunda no son recursos financieros.
Por otro lado, no cabe esperar innovación en un contexto económico tradicional. El Premio Nobel de Economía Kenneth J. Arrow planteó por primera hace ya muchos años que la innovación tecnológica debe ser considerada como una variable endógena de los procesos económicos, lo que en palabras más simples significa que para crear actividad económica de vanguardia hace falta innovación y que para que haya innovación se requiere que la actividad económica sea de vanguardia. En otros términos, es prácticamente imposible que se consoliden estructuras empresariales avanzadas allí donde predomina la informalidad, la precariedad o demasiados residuos de la sociedad tradicional o premoderna.
La existencia de emprendedores capaces de impulsar la innovación requiere también de la política, es decir, del impulso de las instituciones que pueden crear incentivos, señalar horizontes, coordinar estrategias y modificar los rumbos equivocados. Aunque, lógicamente, tampoco se puede esperar resultados de vanguardia cuando la política es del viejo tipo en el que predomina el clientelismo, las regalías y, en definitiva, el caciquismo revestido con lenguaje postmoderno.
De todo eso necesita Andalucía en buenas cantidades. Aún estamos lejos de haber diseñado una política bien conocida y asentada y nuestro sistema de innovación es demasiado precario. Los recursos que dedicamos a crearlos son muy escasos si los comparamos con los que a nuestro alrededor están aplicándose y nuestra estructura empresarial es todavía muy débil absoluta y comparativamente.
Pero, como he señalado más arriba, salir de nuestra situación de retraso no es cuestión solamente de recursos. Son importantes sin duda pero me parece que las rémoras más grandes se encuentran en la carencia de un clima social favorable a la innovación y a la creación, al cultivo de la novedad. Aún somos demasiado esclavos de la norma. Los andaluces tenemos todavía demasiado miedo al fracaso, somos sumamente conservadores en este sentido y estamos acostumbrados a dejarnos llevar en lugar de acometer los nuevos desafíos.
Es verdad que eso está cambiando y que cada vez es más habitual encontrar experiencias de cambio, apuestas innovadoras que son ejemplares, empresas convertidas en referentes en su campo de actividad específico y emprendedores que innovan por doquier, bien sea en el campo de la empresa privada, bien en el de la propia administración pública, en la política o en la vida diaria, que es lo que en realidad define a una sociedad como auténticamente innovadora y moderna. De hecho, que un empresario haya dedicado su tiempo a crear cultura de la innovación, a reclamar políticas públicas de impulso e incluso una práctica empresarial sustentada en la responsabilidad social es un signo de este cambio. Predica con el ejemplo y rompe la norma.