Casi llegando ya a la sede de La Rábida de la Universidad Internacional de Andalucía, a un puñado de kilómetros del lugar de nacimiento de Juan Ramón Jiménez, oí en la radio del coche que hoy hacía justo cincuenta años que le concedieron el Premio Nobel. No me he podido resistir y he estado un buen rato leyendo sus poemas con el ruido de la lluvia de fondo. Aunque se hace tarde, tampoco me resisto ahora a transcribir algunos.
ESTOY TRISTE, Y MIS OJOS NO LLORAN
… ¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.
Y mis lágrimas corren… No vienen…
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.
LLUVIA DE OTOÑO
(Llueve, llueve dulcemente…)
… El agua lava la yedra;
rompe el agua verdinegra;
el agua lava la piedra…
Y en mi corazón ardiente,
llueve, llueve dulcemente
Esté el horizonte triste;
¿el paisaje ya no existe?;
un dia rosa persiste
en el pálido poniente…
Llueve, llueve dulcemente.
Mi frente cae en mi mano
¡Ni una mujer, ni un hermano!
¡Mi juventud pasa en vano!
— Mi mano deja mi frente… —
¡Llueve, llueve dulcemente!
¡Tarde, llueve; tarde, llora;
que, aunque hubiera un sol de aurora
no llegará mi hora
luminosa y floreciente!
¡Llueve, llora dulcemente!
¿CÓMO ERA?
¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
-¡Oh corazón falaz, mente indecisa!-
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?
Tan leve, tan voluble, tan ligera
cual estival vilano… ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en risa…
¡Vana en el aire, igual que una bandera!
¡Bandera, sonreír, vilano, alada
primavera de junio, brisa pura…!
¡Qué loco fue tu carnaval, qué triste!
Todo tu cambiar trocóse en nada
-¡memoria, ciega abeja de amargura!-
¡No sé cómo eras, yo que sé qué fuiste!