Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

La buena Estrella

 Cuando yo era joven, los conserjes u ordenanzas de los institutos solían ser guardias civiles retirados (o incluso en activo compatibilizando ambos quehaceres, a todas luces parecidos). Eran buena gente y la mayoría de ellos nos trataba con cariño pero había que andarse con cuidado. Tenían tal sentido del deber y de la custodia que apenas si había espacio para lo extraordinario y salirse de la raya, de lo establecido en algún aspecto, podría traer consecuencias desagradables, aunque, la verdad, tampoco solía llegar la sangre al río. Como los directores eran contingentes y los conserjes permanecían durante años en sus puestos, terminaban por ser los dueños de la información y de las claves de todo, se hacían insustituibles y poco se podía hacer en los centros, al menos en materia de organización e intendencia, sin su aquiescencia.  
 Ahora, las cosas cambian vertiginosamente. Los conserjes, por lo que se ve, comienzan a ser un recurso humano escaso.
 Es normal, la ministra de economía sugiere a las autonomías que recorten gastos en sanidad y educación. Los gastos militares los impone la OTAN y no se pueden tocar y, además, todo el mundo sabe que de un conserje, de un laboratorio o de un investigador formado en el mejor centro del mundo se puede prescindir pero no de un misil o del ala derecha de un phantomnoséqué. 
 Lo malo es que alguien debe abrir las puertas, cerrar el instituto, atender a los jóvenes, mantener las luces, en fin, menudencias de ese tipo que hay que llevar a cabo, la mayoría de las veces invisiblemente pero de forma inevitable… 
 En el instituto Victoria Kent de Marbella, en Málaga, se empiezan a notar estas restricciones. Los responsables provinciales de Educación se niegan (supongo que porque ya han empezado a aplicar lealmente las instrucciones de la ministra) a proporcionar el tercer conserje que se necesita para garantizar el mantenimiento y la seguridad del centro, en el que hay un buen número de profesores y profesoras (no sé exactamente cuántos) y 800 alumnos.
 La asociación de madres y padres y los directivos del centro lo han reclamado varias veces pero sin ningún éxito y han realizado varias protestas.  Pero es normal que no lo consigan.
 ¿A quién se le ocurre pedir recursos que representan más gasto en educación? Lo que tenían que haber hecho es haber pedido un cabo de bastidores, o un sargento de artillería bien pertrechado, vigilancia aérea, un buen tanque, una columna de ingenieros, una línea de misiles, un suministro de bombas de racimo o, puestos a pedir, una división entera de la Legión con su cabra y todo que eso sí que mantiene a raya a cualquiera, no se le vaya a ocurrir a alguien entrar a deshora en la biblioteca.
 Lo que ocurre es que los responsables de ese centro no leen la prensa. Si lo hicieran sabrían que
 
 

 

  España  es el octavo país que más armamento pesado exportó entre 2005 y 2009. Sólo  contando las armas vendidas en 2009, se situaría en el sexto puesto. En las dos  legislaturas del PSOE se han vendido casi el triple de armas que en las  anteriores con José María Aznar como presidente. En 1996, España ocupaba el  puesto 16. 

 

 Y como no lo saben, en lugar de pedir material militar para el mantenimiento, organización y seguridad del centro, reclaman gasto educativo. «¡Qué pandilla de ingenuos y protestones!», estarán diciendo los más altos responsables educativos.
 Mientras tanto, como el problema no se resuelve y no es cosa de que el centro se quede abierto y sin custodia, su directora, Estrella Pérez, «tuvo que asumir las funciones de ordenanza para que los estudiantes volvieran a clase», según informa el diario SUR.
 Estrella es la esposa de mi amigo Fernando y ambos, dos seres humanos (sé que a ellos les gusta que los denomine así) a los que desde hace muchos años quiero muchísimo, con quienes he compartido buenos y malos momentos y a quienes admiro por su sentido de la amistad, del amor y de la paz.
 Yo no puedo hacer nada ahora para ayudar a Estrella en estos malos momentos que debe estar pasando, ni a Fernando que estará como siempre a su lado. Pero sí puedo decir en voz muy alta que me siento orgulloso de Estrella y que quiero seguir siendo profesor mientras haya profesoras como ella. Que admiro su generosidad, su diligencia y su actitud y que si estuviera allí me iría con ella a abrir puertas y a cuidar de sus alumnos y alumnas también de ordenanza y a presionar de la manera que fuera a los burócratas que con tal de no quitar el culo de sus prebendas se tragan sapos de un kilómetro de grosor.  
 Es una metáfora pero mirémoslo de otro modo: ojalá cundiera el ejemplo y que fuesen las buenas estrellas, como Estrella, quienes cuidasen del sistema educativo y de nuestros jóvenes.   

  

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