Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

La deuda, una bomba a desactivar por las buenas o por las malas

Publicado en Público.es el 11 de junio de 2021

Los últimos datos publicados sobre la evolución de la deuda en todo el mundo vuelven a mostrarnos que estamos sentados sobre una bomba que va a estallar sin remedio, si no se adoptan medidas adecuadas para desactivarla.

Los datos que acaba de publicar el Banco Internacional de Pagos son impresionantes. La deuda que acumula el sector no financiero de las economías es de 221,4 billones de dólares, de los cuales casi la mitad (106,8 billones) corresponden a China (44,8 billones) y Estados Unidos (62 billones).

El endeudamiento de los hogares es de 53,8 billones de dólares, el de los gobiernos de 83,4 billones, el de las sociedades no financieras 78,6 y el del sector financiero 65 billones de dólares. En total, unos 286 billones de dólares, unas 3,5 veces el valor del producto mundial.

Estos datos son graves no solo por su cuantía sino por el crecimiento vertiginoso que vienen registrando en los últimos años y que se ha acelerado a causa de la pandemia. Según el Banco Internacional de Pagos, la deuda total del sector no financiero ha aumentado en 65,5 billones en los últimos 5 años y se ha triplicado desde 2000.

En la Unión Europea la situación es parecida, demostrándose que las mal llamadas políticas de austeridad no sirven para disminuir la deuda sino justamente para todo lo contrario. Según los últimos datos de Eurostat, la deuda pública de toda la Unión es de 12 billones de euros y de 11,1 billones para la Eurozona. La de los hogares de los países que conforman el euro es de 7,1 billones de euros y el de las sociedades no financieras de 11,9 billones.

La factura de esta deuda es igualmente impresionante. En 2020, en plena pandemia, los países de la Eurozona tuvieron que dedicar 172.706 millones de euros a pagar intereses (191.646 millones la Unión Europea). Desde 2000, la deuda de la Eurozona ha aumentado en 6,8 billones y esa es prácticamente la misma cantidad que ha pagado en ese tiempo en intereses, es decir en retribución a bancos que le han prestado dinero creado, en su práctica totalidad, de la nada, sin ningún coste para ellos.

El crédito es un instrumento fundamental para el buen funcionamiento de las economías, pues se necesita para financiar inversiones a largo plazo o para hacer frente a situaciones extraordinarias, como la provocada por la pandemia. Es tan importante que debería considerarse como un servicio público esencial, cuya provisión en condiciones de eficiencia, rigor y buen control, estuviera siempre garantizada para las empresas, hogares o gobiernos que lo necesiten realmente. Pero lo que está ocurriendo en el capitalismo de nuestros días es que, en lugar de proporcionarse crédito como un medio necesario para crear riqueza, su crecimiento constante se ha convertido en un fin. Algo que tiene consecuencias funestas porque obliga a seguir endeudándose continuamente para seguir pagando la deuda, drenando recursos que podrían dedicarse a crear riqueza productiva.

Para entender por qué ha ocurrido eso solo hay que saber algo muy simple: la deuda no es un capricho de los deudores, ni una desgracia, ni el resultado de malas políticas, sino un negocio. El negocio de la banca, la institución más poderosa del planeta que utiliza ese poder para imponer políticas, leyes y modelos económicos que obligan a recurrir constantemente al crédito y a pagar innecesariamente intereses por el dinero que prestan.

La avaricia de la banca que tiene el privilegio de prestar dinero que crea de la nada, el no saber detenerse y la tiranía del interés compuesto que multiplica la deuda sin cesar nos está llevando a una situación tan injusta como insostenible.

Si no se frena la escalada de la deuda será inevitable que volvamos a sufrir crisis financieras cada vez más peligrosas, por recurrentes y destructivas. Guste o no guste a la banca, será inevitable ponerle fin a su crecimiento continuado, y eso se puede hacer por las buena o por las malas.

Por la buenas, mediante acuerdos políticos, asumiendo que la banca ya ha ganado lo suficiente y destruido demasiado, aceptando la suspensión del servicio de la deuda en los países más empobrecidos y quitas y reestructuraciones negociadas en todo el planeta. Por las malas solo hay dos formas de reducir la deuda insostenible, la inflación galopante y la guerra a gran escala.

Estamos a tiempo de elegir un camino u otro. Los gobiernos y las organizaciones internacionales tienen la palabra y los pueblos la capacidad de presionar y de hacer oír su voz para exigir soluciones eficientes, justas y pacíficas.

7 comentarios

Miguel Ángel 29 de junio de 2021 at 07:24

Gracias por tus artículos que, he de confesar, me cuesta entender en su totalidad en las ocasiones en las que se utilizan términos muy técnicos. No es el caso de éste, pero hay una expresión que sí pido que me aclares. Cuando hablas de la guerra a gran escala como una de las formas de reducir la deuda por las malas ¿ te refieres a la guerra-guerra ?. En caso afirmativo te pediría que me lo aclararas .
Un saludo.
Miguel Ángel

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Zugaitz 29 de junio de 2021 at 11:25

Comparto en que la banca tiene una gran responsabilidad en este problema, pero ¿no podemos poner también los ciudadanos nuestro granito de arena?. Personalmente soy contrario a las políticas de austeridad pero a nivel personal creo que algo de austeridad no nos vendría mal a nivel personal. ¿De verdad necesitamos endeudarnos para ir de vacaciones,?. ¿para comprar la última tecnología?. ¿Para cambiar de coche cada 10 años?. Siempre me enseñaron que el ahorro es una virtud pero no parece que ahora en estos tiempos se comulgue con esta ideología. En fin, creo que con nuestras conductas podemos cambiar las cosas, y mucho…

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José Luis Perez Alvarez 29 de junio de 2021 at 12:48

Lo cierto es que no se ve voluntad política de poner fin o al menos límites a esta sin razón.
Gracias por estos artículos tan claros que nos hacen tomar consciencia de hacia donde vamos si no nos hacemos responsables y críticos con las actuaciones de los que nunca votamos pero que nos dirigen.
Un saludo cordial.

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Jaime 30 de junio de 2021 at 11:58

Excelente artículo como siempre.
Un saludo.

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UN LECTOR 30 de junio de 2021 at 23:26

Buenas noches, D. Miguel Ángel:

No sé si D. Juan le responderá, pero sí, estoy convencido de que se refiere a una guerra de verdad. Por cierto, tanto por cuestiones económicas, políticas y sociales, le garantizo que estamos muchos más cerca de lo que suponemos de una guerra. Mucho, mucho más cerca.

Y lo más triste es que estallará.

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Juan 21 de julio de 2021 at 16:18

Una solción pude ser la monetización por parte de los bancos centrales

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JANO 26 de julio de 2021 at 21:23

Todas las crisis del capitalismo se han saldado antes o después con una buena guerra. De las de verdad
No creo que ahora vaya a ser distinto.
Lo único que me gustaría saber, es donde NO LLEGARÁ……porque -sabido es- siempre hay sitios para ver la guerra por la tele….

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