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La economía del comodín del tanto por ciento

Publicado en lavozdelsur.es el 24 de octubre de 2025

Numerosos estudios han demostrado que los argumentos o proposiciones que se basan en números, cantidades o porcentajes, se aceptan mucho más fácil y disciplinadamente por los seres humanos, con independencia de que sean más o menos ciertos.

Formuladas con cifras, las órdenes o sugerencias adquieren una apariencia de neutralidad, rigor y verdad que hacen que nuestro cerebro las perciba como más racionales y menos arbitrarias y, por tanto, como más aceptables.

La psicóloga y experta en ciencias de la decisión Ellen Peters ha demostrado con numerosos experimentos que la presentación cuantitativa de la información cambia la manera en que la gente la interpreta y actúa, incluso cuando el contenido verbal es idéntico. Un argumento expuesto con números resulta más creíble que otro equivalente presentado sólo verbalmente, aunque las cifras sean inventadas. Su expresión numérica hace creer que es de naturaleza técnica y objetiva.

La simple presencia de los números hace que el argumento nos parezca más fiable y asumible, pues desde muy pequeños socializamos asumiendo que tras ellos hay siempre ciencia y autoridad.

Los empresarios saben de esta capacidad de los números desde hace mucho. A ninguno se le ocurriría establecer incentivos de productividad a sus empleados o comerciales diciéndoles, por ejemplo, «haga más esfuerzo» o «aumente las ventas todo lo que pueda». Por el contrario, establecerá los objetivos numéricamente: «producir 50 piezas más al día» o «vender un 10% más todos los meses».  

Y, naturalmente, también se enteraron de todo esto los economistas convencionales que viene proponiendo y justificando desde hace más de un siglo las políticas económicas dominantes.

Cuando lo que se pretende es aplicar las que claramente perjudican a la mayoría de la sociedad sin que se puedan proporcionar evidencias que las justifiquen, no hay más remedio que hacer trampa, sacándose algún comodín de la manga para ganar la partida que se tendría perdida si todas las cartas se pusieran boca arriba.

El comodín de la economía liberal convencional consiste en presentar sus teorías con grandilocuencia matemática y en revestir sus propuestas políticas con expresiones numéricas y porcentajes que les den la autoridad y legitimidad que, como acabo de decir, proporcionan siempre las cifras.

Como prueba de ello voy a mostrar a continuación cinco comodines falsos que la economía convencional se ha sacado y se saca de la manga para poder dar gato por liebre, engañando a la gente al hacerle creer de ese modo que se trata de propuestas técnicas y objetivas, cuando en realidad sólo responden a estrategias de los de arriba para desposeer sin cesar a los de abajo.

El primer comodín es la llamada tasa natural de paro, un porcentaje de desempleo por debajo del cual se dice que no conviene estar porque en ese caso se produciría inflación.

La idea la formuló inicialmente el economista liberal Milton Friedman y se hizo popular en los años ochenta del siglo pasado, cuando lo que se deseaba era provocar desempleo deliberadamente para desarmar a las clases trabajadoras y así favorecer la recuperación del beneficio privado.

La consecuencia de asumir como cierto ese concepto es evidente: la lucha por combatir el desempleo tenía un límite, el que marcaba el porcentaje correspondiente a la tasa natural de paro.

Sin embargo, tal como sus propios defensores reconocieron, la tasa natural de paro no es una variable observable, sólo se puede deducir a posteriori, cuando se sabe el comportamiento de los precios y del empleo. Se deduce, por tanto, de los propios datos que pretende explicar, lo que significa que es una tautología. Además, tampoco es «natural» sino que cambia según las circunstancias, lo que indica que empleo y precios no dependen uno del otro, sino de las circunstancias estructurales que los rodean. Y para poder estimarla (puesto que no se puede observar, como he dicho) hay que establecer como hipótesis completamente irrealista que los mercados tienden siempre al equilibrio. Prueba de ello es que la experiencia empírica contradice su existencia cuando muestra que, en la realidad, no hay correlación estable entre empleo e inflación.

A pesar de ello, como he dicho, presentar un determinado porcentaje como la supuesta tasa natural de paro de la economía tiene una clara utilidad: permite desentenderse de la lucha contra el paro, una lacra para la gente que lo sufre pero algo muy útil para mantener los salarios bajos y condiciones de trabajo leoninas.

El segundo comodín que traigo como ejemplo es el que se sacó de la chistera el presidente Mitterrand. Poco después de llegar a la presidencia de la República Francesa en 1981 propuso que todos los gobiernos europeos establecieran como límite del déficit presupuestario un 3% del PIB. En mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas cuento la historia de cómo se estableció ese criterio y no la voy a repetir aquí. Me limitaré a decir que tampoco hay ningún tipo de fundamento científico ni evidencia empírica que lo justifique. Podría haberse establecido el 2%, o el 4% o el 7% con el mismo fundamento, es decir, con ninguno. Fue otra patraña en forma de porcentaje que los gobiernos neoliberales europeos se sacaron de la manga para que la gente aceptara las políticas de desmantelamiento del Estado de Bienestar que se proponían llevar a cabo.

El tercer comodín se utilizó durante la crisis de 2007, cuando se quería convencer a la población de que había que hacer grandes recortes de gasto social con la excusa de reducir la deuda.

En un libro y diversos artículos, los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff aseguraron que el crecimiento económico se frena si la deuda supera el 60 % del PIB en los países emergentes y el 90 % en los desarrollados.

La tesis fue difundida amplísimamente gracias a un gran apoyo mediático (The Wall Street Journal calificó al libro como el más importante de los de economía publicados en 2009) pues permitía legitimar las políticas de austeridad que interesaban para rescatar a los grandes bancos que habían provocado la crisis.

Sin embargo, poco después los investigadores Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin comprobaron que los datos de Reinhart y Rogoff estaban mal utilizados y que sus conclusiones eran infundadas. Omitieron algunos que no se ajustaban a su tesis preconcebida, e incluso habían cometido sospechosos errores de cálculo que casualmente servían para reforzar lo que se quería demostrar.

El daño, sin embargo, estaba hecho. Sacar como comodín otro porcentaje de deuda que no se debía superar, de nuevo con falsedad y engaño, permitió legitimar y llevar a cabo políticas que produjeron un grave daño al conjunto de la economía y la sociedad.

El cuarto comodín también es muy relevante. Se basa en asegurar que los bancos centrales deben hacer lo que haga falta para que la inflación no supere el 2 %. De nuevo se trata de una fabulación que se presenta con la autoridad que dan las cifras para que así se pueda creer lo que carece de cualquier fundamento real o científico. No hay razón alguna para que el porcentaje de inflación tomado como tope sea el 2 %, y no el 1,5 % el 2,2 % o el 3 %. Se establece para hacer creer que las decisiones de los bancos centrales no son políticas, como son en realidad, sino exclusivamente técnicas, objetivas y, por tanto, no sujetas a deliberación.

Y ya para terminar, mencionemos un último comodín, aunque en este caso es mucho más evidente que responde a una decisión caprichosa e incluso irracional: la obligación de que todos los países de la OTAN dediquen el 5 % de su PIB a gasto militar. Un porcentaje igualmente caprichoso, al que ninguno llega, materialmente imposible de alcanzar por muchos de ellos, dado el nivel de deuda que ya tienen, y que además es completamente irracional y no tiene justificación económica alguna, como acaba de señalar José Borrell: «Exigir a todos los países un 5% del PIB de gasto militar no tiene sentido (…) Hungría es un país sin mar y no necesita armada. En cambio, España tiene muchos kilómetros de costa que proteger. ¿Los dos tienen que gastar el 5%? Parece que no”.  

Como demuestro en el libro que estará en librerías a partir del próximo 12 de noviembre, la economía dominante es el fraude intelectual más grande de todos los tiempos y por eso necesita recurrir constantemente a tretas como esta que llamo del comodín del tanto por cierto. Desvelarlas, poner en entredicho a quienes, inocente o deliberadamente, cometen el fraude y combatirlas debería considerarse un imperativo ético fundamental y el primer deber cívico de nuestro tiempo, un servicio público de interés general, porque las mentiras y trampas con las que se están justificando las políticas económicas no son banales, sino que provocan el sufrimiento y la muerte de millones de personas. En nuestro caso más reciente, ayudando a que la gente entienda la barbaridad injustificada que supone comprometerse a dedicar el 5 % del PIB a gastos de guerra y, en particular, apoyando a Pedro Sánchez, el único dirigente de la OTAN que en este asunto ha tenido dignidad y coherencia y la valentía de oponerse al capricho de los autócratas.

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16 comentarios

Alfonso Fernandez 26 de octubre de 2025 at 11:03

Gracias una vez más.

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Ángel Viviente Core 26 de octubre de 2025 at 15:18

Buena lección para todos. A mi me ha venido muy bien

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Lizandro 26 de octubre de 2025 at 15:32

Un análisis muy interesante.

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Leonardo Miño 26 de octubre de 2025 at 15:32

¡Formidable clase de Economía! Ojalá en todas las facultades de economía de este infortunado planeta se lea y estudie su artículo. Y, a propósito: ¿Está usted seguro, Profesor López, de que no cometió una tremenda y muy perjudicial equivocación al jubilarse?
MUCHÍSIMAS GRACIAS!

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Juan Torres López 26 de octubre de 2025 at 21:12

Es jubilación forzosa.
Muchas gracias por sus palabras

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Leonardo Miño 26 de octubre de 2025 at 15:37

Perdón, debí poner: Profesor Juan Torres. Disculpe Profesor.

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Jano 26 de octubre de 2025 at 18:25

Nunca le daré suficientemente las gracias.
La forma de enfrentarme al mundo es mucho más segura tras la lectura de cada uno de sus artículos o de sus libros.
Yo siempre me resistía a aceptar los dogmas falsos del capitalismo…pero sin base en la que apoyarme….
Ahora, usted es la base maravillosa en la que me apoyo y hasta me permito reírme de los «blasillos» que se me cruzan con pretensiones de doctos enteraos.

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Alfonso Casas Moreno 26 de octubre de 2025 at 19:53

Mi filosofía sobre economía, y como principio activo es que son unos trileros.
Las decisiones de los bancos centrales son políticas, económicas, sino exclusivamente técnicas, objetivas y, por tanto, no sujetas a deliberación, no hay más remedio que hacer trampa, sacándose algún comodín de la manga para ganar la partida que se tendría perdida si todas las cartas se pusieran boca arriba.
Cogiendo sus palabras y limpiando un poco el enunciado, gracias

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Antonio Moll 26 de octubre de 2025 at 22:11

gracias , como siempre

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Juanjo 27 de octubre de 2025 at 10:51

A propósito del tema, hay un libro «El hombre anumérico» del autor Allen Paulos, John. matemático que profundiza en la tesis del profesor y la manipulación a la que nos someten con las cifras.

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Justo Arganda Iglesias 27 de octubre de 2025 at 12:59

Magnífica explicación, esto lo suelo recomendar a la gente que me rodeo. Muchas gracias.

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Pedro Gonzalez 27 de octubre de 2025 at 13:41

Me declaro un ignorante en economía….cuantos conceptos extraños (para los neófitos como yo claro) para barnizar el sistema depredador de , a veces, los derechos más básicos de las personas…gracias profesor.

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Enrique Martínez Llenas 27 de octubre de 2025 at 14:04

Estimado profesor:
Por lo que más deseo agradecerle es por su docencia perseverante y a prueba de balas, tal como lo era la de Julio Anguita..
Soy médico, argentino, y español desde hace 23 años.
En mis 74 años de vida he visto que la realidad es tal como usted la describe, al menos en lo económico y social.
Siempre han sido las mismas falacias las que han justificado las políticas económicas y sociales en Argentina, y actualmente también en España.
Lo peor de todo es que la incultura, el hartazgo y la falta de profundidad en la enseñanza propicien que la información se reciba a través de las redes sociales, en las que intereses muy poderosos se ocupan de ofrecer información banal y distorsionada que es fácilmente digerible para la mayoría, que la cree sin cuestionar.
A usted y otras personas inteligentes, como al profesor Vicenç Navarro, los leemos con atención y agrado no muchas personas, pero ante la estulticia reinante nos quedamos sin saber cómo revertir la situación, vista la magnitud del desastre.
Quizás cuando de la desesperanza pasemos a la desesperación , las masas empezarán a escuchar otras voces; quizás deba haber una gran guerra entre medio.
Yo me aterro viendo a compañeros trabajadores, que están a tres salarios de la miseria en caso de ser cesados, defiendan las políticas de Milei en Argentina, que han logrado en tiempo récord llevar al país a una situación peor a la que provocó Menem, el que, por cierto, fue reelecto.
Nuevamente le agradezco su claridad y dedicación para difundir una forma de pensar diferente, y quedo a su disposición por si mi experiencia como médico en ambos países pudiera serle útil para su estudio.
Un afectuoso saludo.
Enrique

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Juan Torres López 27 de octubre de 2025 at 16:30

Mucho ánimo y un abrazo

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Ernesto Sarabia Alfaro 29 de octubre de 2025 at 18:20

Excelente artículo, salvo las tres últimas líneas, que según mi criterio, no se ajusta a la realidad. Pedro Sanchez del PsoE firmo de puño y letra el 5%, como el resto de esa organización criminal.

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Antxon 6 de noviembre de 2025 at 13:09

¿Los porcentajes son enemigos de la economía? No. Pero Juan Torres López nos advierte de algo importante…

1. En su artículo La economía del comodín del tanto por ciento, Torres denuncia cómo ciertos porcentajes se usan como dogmas ideológicos:
– Déficit del 3%
– Inflación del 2%
– Gasto militar del 5%
– Deuda pública del 60%
Se presentan como verdades técnicas, pero no tienen base científica sólida.

¿Significa esto que los porcentajes son malos? No.
En física y química, los números adimensionales —como los porcentajes— son esenciales.
Ejemplos: número de Reynolds, Mach, Prandtl…
Sin ellos, la fluídica sería impracticable.

En economía también pueden ser útiles:
– Para medir inflación, desempleo, deuda/PIB…
– Para comparar políticas, evaluar impactos, orientar decisiones.

El problema no es el número.
Es usarlo sin rigor, sin contexto, sin evidencia.
Como dice Torres: “Se convierten en comodines que legitiman decisiones políticas disfrazadas de técnica.”

Conclusión:
Los porcentajes son herramientas poderosas.
– En ciencia, se usan con precisión.
– En economía, deberían aplicarse igual: con transparencia, debate y fundamento.
– Creo que lo que hay que recalcar es que la economía además de no ser una ciencia exacta. Además es un objeto de manipulación ideológica de todo el espectro político. A pesar de todo, los porcentajes y números adimensionales son una herramienta de análisis potente. Con ellos, se puede ir avanzando, aun que sea muy lentamente, en cuantificar los fenómenos económicos. En ellos, los números adimensionales cobran una importancia especial ya que los modelos analíticos on demasiado simplistas y no son capaces de reproducir la realidad. En general, en estos espacios del conicimiento, los números adimensionales son especialmente útiles si no son distorsionados por política e ideología, lo cual es muy difícil ya que en el contexto de la ideología hay mucho fanatismo que poco tiene que ver con la racionalidad y en el de la política, muchos intereses obscuros. Un saludo.

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