Creo que es interesante leer esta breve historia de la familia Bush que publica Carlos Rivero Collado en Rebelión. ¿Qué escoria de familia!
Historia de la familia Bush
Por Carlos Rivero Collado
Nota del autor:
Este escrito es el análisis subjetivo de este autor, pero tiene como fuente las investigaciones que sobre esta familia han hecho escritores y periodistas de prestigio, en Estados Unidos. En la red hay una amplía relación de tales estudios, que debe ser consultada por quienes crean que no se ajusta a la verdad esta historia de sexo macabro, esclavitud laboral, nazismo, magnicidio, narcotráfico, genocidio, avaricia, explotación, fraude inmenso, latrocinio, drogadicción, alcoholismo, autoagresión, tortura y terrorismo. Por su-puesto que en la red, junto a muchos escritos serios y decentes, aparecen otros que no lo son, dedicados a mentir y calumniar. Cualquiera inventa un nombre, invierte una pequeña cantidad de dinero, escribe lo que le viene en ganas, sea verdad o mentira, elogio o anatema, excelencia o excrecencia, y lo cuelga en la red, y nadie entiende por qué no se le aplican a este medio de comunicación mundial las mismas leyes que a la prensa escrita, radial y televisada. Por eso es que el lector de la red tiene que distinguir entre libelistas y analistas, y éstos abundan más que aquéllos. Nadie vea en esta dura crítica el ataque personal a una familia, aunque sí al sistema político, social y económico que la hizo como es. Este autor ha vivido en Estados Unidos por más de cuarenta años y ha llegado a querer, admirar y, sobre todo, compadecer a su pueblo y le duele, como en carne propia, el inmenso daño que esta familia le ha hecho por más de noventa años. Sea este análisis, que integra uno de los capítulos de mi libro «Imperio del terror», inédito aún, un modesto homenaje a la paciencia de ese pueblo.
1-. El abuelo.
Prescott Sheldon Bush estudiaba en Yale University, en New Haven, Connecticut, allá por los años de la Primera Guerra Mundial y pertenecía a una fraternidad estudiantil llamada «Skull and Bones Society» (Sociedad del Esqueleto y los Huesos) cuya ceremonia de iniciación era un reflejo leal del violento corrupto imperio: los estudiantes se reunían en un sótano, no siempre de la universidad, el novato se acostaba desnudo en un ataúd, se cubría con huesos humanos que habían sido sacados de las tumbas profanadas de New Haven y, mientras se masturbaba delante de todos, contaba en alta voz sus experiencias sexuales. Este culto al sexo y la muerte se vería más generalizado unos años después en muchos otros lugares, entre ellos Abu Ghraib, adonde el sadismo y la obscenidad llegó a límites que no se han visto jamás en la historia de la humanidad y algunas de cuyas fotos se han de ver en este análisis.
En 1917, Prescott y otros estudiantes de Yale profanaron la tumba de Gerónimo, el héroe Apache, y se robaron sus huesos, que utilizarían, también, en sus novatadas de féretro, aplausos y esperma.
A fines de los años 30, Prescott dirigió la Union Banking Corporation, que ayudó a financiar la tiranía de Adolfo Hitler. Al entrar este país en guerra, el gobierno confiscó el banco por comerciar con el enemigo («Trading with the Enemy Act», 1942). Otras de sus empresas posteriores se beneficiaron con los productos que creaban los prisioneros en los campos de concentración nazis.
Después de la guerra, Prescott mantuvo sus negocios con los aún seguían siendo nazis, a través de Fritz Thyssen, hasta 1952, en que, quizás como un premio a sus hazañas, fue electo Senador federal, por Connecticut.
2-. El padre.
Hay muchos libros serios escritos sobre George Herbert Walker Bush, que perteneció a la misma fraternidad macabra y realizó las propias novatadas en Yale casi treinta años después, que lo señalan como el gran padrino de la droga a nivel mundial desde que, como súper operativo de la CIA, llegó a Beirut, en 1956, para controlar el tráfico de hashish y heroína que llegaba al Líbano desde el Oriente y, después, alcanzaba Europa y Estados Unidos.
Su trayectoria en este sentido incluye su participación secreta en la creación, en los años 70, del mayor centro productor de heroína del mundo, en Chiang Mai, Tailandia; en la formación original de «La Mafia Cruceña», en Bolivia, que llegó a ser el mayor productor de pasta de coca del mundo (el famoso «Cocaine Coup», dirigido por el coronel Luis Arce Gómez, en julio de 1980, fue perpetrado en complicidad con este Bush, única vez en la historia que se ha dado un golpe de Estado para aumentar la producción de cocaína); en la creación de «La Compañía», en Antioquia, Colombia, con la familia Ochoa, que llegó a ser el mayor productor de clorhidrato de cocaína del mundo; el escándalo Irán-Contra, en que se traicionó al supuesto aliado, Irak, para venderle armas a su enemigo, Irán, en los momentos en que miles de seres humanos morían, de ambos bandos, en aquella guerra de los años 80. El desenlace de este escándalo fue la participación de los contra nicaragüenses para introducir en Estados Unidos, desde Colombia, veintisiete toneladas de cocaína pura –con un valor en la calle, o street value, de miles de millones de dólares- a través de una finca en Costa Rica, propiedad de un estadounidense que era operativo de la CIA, próxima a la frontera nicaragüense. De allí se traía la droga a dos aeropuertos, uno en Fort Lauderdale, Florida, y otro en Mena, Arkansas. Se cree, además, que Bill Clinton, gobernador entonces de Arkansas, fue cómplice de Bush, entonces Vicepresidente, en esta operación, y que utilizó para ello a su medio hermano Roger Clinton y a su cuñado Tony Rodham.
Al Viejo Bush, como se le conoce hoy, se le señala, además, como el enlace entre Allen Dulles, Richard Helms y David Attle Phillips con Howard Hunt en el asesinato de Kennedy. Hunt fue el hombre que vino a Miami y formó el grupo que, según se cree, conspiró para matar a Kennedy: Macho Barker, Frank Sturgis -Frank Fiorini-, Yito del Valle, Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Guillermo Novo, Herminio Díaz, Eugenio Rolando Martínez y otros. Se cree que Díaz y Martínez fueron los que le dispararon a Kennedy desde el «grassy knoll», la pequeña loma que se hallaba cerca de la limosina presidencial, en el centro de Dallas, cubierta de altos arbustos.
Los mayores crímenes del Viejo Bush no fueron, sin embargo, los mencionados, sino la invasión a Panamá, en diciembre del 89, y la agresión a Irak (Guerra del Golfo), trece meses después. En el primero, cientos de personas pobres, entre ellas decenas de niños pequeños, fueron asesinadas, de madrugada, en sus propios hogares, en el corregimiento Chorrillo, cercano al centro de mando del general Noriega. En el segundo, el imperio asesinó a más de cien mil iraquíes
sólo porque el gobierno de Saddam Hussein tuvo el justo valor de recuperar Kuwait, una parte integral de Mesopotamia desde hace nueve mil años, que los imperialistas británicos, maestros del imperio yanki, le arrancaron, a fines del siglo 18, cuando era dos zurreinatos del Imperio Otomano, en complicidad con los tatarabuelos de los actuales emires kuwaitíes. Cabe señalar que la diferencia de todo tipo que pueda haber entre un kuwaití y un iraquí es similar a la que hay entre un pinareño y un habanero o un cordobés y un sevillano, suponiendo que, en este último caso, ambos sean del mismo origen ibero o el mismo árabe.
¿Por qué la CIA controla el negocio de la droga? Pues por dinero –enormes cantidades de dinero- y para controlar mental-mente a millones de ciudadanos que, inmersos en el alucinante mundo de la droga, no se ocupan de atentar ni conspirar ni dañar ni siquiera intervenir en la vida pública, o sea como una forma de desinteresar a la población de los problemas políticos nacionales para que la pequeña élite misteriosa que dirige en secreto a este país pueda realizar su labor sin conflictos ni interferencias. Ejemplo: las elecciones presidenciales del 2004 en Estados Unidos, y casi todas las anteriores, en que ni siquiera votó la mitad del electorado. Parte esencial de esta conspiración son los múltiples programas asquerosos de la «television basura» –trash TV-; la lucha libre, repleta de fingido salvajismo y obscenidades reales; la pornografía, incluyendo la de padres teniendo relaciones sexuales con sus hijos y madres con sus hijas, que se divulga hasta por la Internet, a la que pueden tener acceso muchos niños; las películas ultraviolentas que salen de Hollywood; el fanatismo excesivo en los deportes; la educación mediocre en todos los niveles; la música epiléptica y estruendosa … y muchas cosas más. Detrás de todo esto, está la élite misteriosa que gobierna en secreto a este país, y su instrumento, la CIA, y ahora el Homeland Security Department, síntesis de las SS y la Gestapo de la era nazista en Alemania. En todo esto, el hombre clave, desde 1956, ha sido G.H.W. Bush.
Pero, se preguntarán algunos: «¿cómo pudo este señor cometer tantos y tan graves crímenes sin ser procesado jamás?». Otros dirán: «¡No, qué va, nada de eso puede ser cierto, un solo hombre no puede cometer tantos delitos!». Mi sugerencia a estas personas, y a muchas otras que pueden tener dudas similares, es que se conecten en la red con el sitio «George Herbert Walker Bush» y encontrarán muchos escritos serios, o sea verídicos, sobre este polifacético y fecundo delincuente. Tiene casi noventa años y aún anda por ahí por los aires lanzándose en paracaídas, exponiendo una vida muy distinta a la que le quitó a tantos inocentes.
3-. La madre.
Bárbara, fue, durante varios años, mientras su esposo era Vicepresidente y Presidente, la CEO –Chief Executive Officer o Jefe Ejecutivo- de Unicor, una compañía privada que se dedica a explotar el trabajo esclavo de los presos federales, que son mas de 150 mil en todo el país; y es posible que aún lo siga siendo a través de su actual jefe ejecutivo Kenneth Rocks. Es decir, la nuera imita al suegro, pero no esclavizando a los presos de los nazis sino a su propio pueblo, porque no es cuestión de ideología ni guerra, sino dinero. Los presos ganan de 35 centavos a $1.15 la hora, o sea mucho menos del salario mínimo -$6.15 la hora-, y crean productos que se venden a precios de mercado.
Unicor es una de las diversas compañías que tienen el monopolio de esta infamia. Algunas de ellas explotan, también, el trabajo esclavo de los presos estatales, que son más de dos millones en el país.
Quizás esta anciana señora no tenga una culpa directa en algo tan infame como la explotación del trabajo esclavo. Se sabe que el dueño real de Unicor ha sido su esposo y que ella es sólo una fachada, un front. En su juventud, cuando conoció al que después iba a ser su esposo, esta señora era maestra, lo cual prueba en ella cierta sensibilidad, cierta nobleza. Si hubiera seguido siendo maestra no se hubiera involucrado en algo tan vil… pero se casó.
¿Se imagina el lector que, por ejemplo, Sun Yat-sen de China, Azaña de España, Cárdenas de Méjico, Nehru de India, Perón de Argentina, De Gaulle de Francia, Nasser de Egipto, Goulart de Brazil o muchos otros jefes de Estado, hubieran sido, asimismo, mientras ejercían el poder, dueños una de las compañías que explotaban el trabajo esclavo de los prisioneros de sus respectivos países? ¡El escándalo hubiera sido gigantesco, habrían tenido que renunciar a sus cargos llenos de infamia, habrían sido colgados del poste más cercano! Bueno, pues eso mismo sucedió aquí en Estados Unidos… y no pasó nada.
(Véase en la red: Barbara Bush y Unicor; puede verse, además, Wackenhut y Corrections Corporation of America, CCA –de esta última compañía, Jorge Mas Canosa y sus herederos han sido, y quizás sigan siendo, accionistas mayores)
4-. Los hermanos.
Neil y Jeb le robaron al pueblo estadounidense decenas de millones de dólares, hace casi veinte años, cuando el Viejo era Vicepresidente, en el escándalo de los «Savings and Loans Associations». Se ha dicho que éste es «el robo más grande de la historia de Estados Unidos», pues le ha costado a sus contribuyentes –taxpayers-, hasta ahora, 1.4 trillones de dólares -o billones, en la medida española-, pues el gobierno federal tuvo que cubrir todas las pérdidas de los millones de ciudadanos que invirtieron en esas instituciones financieras. Teniendo en cuenta el dinero que se robaron y el que ha tenido que pagar el Estado, o sea el pueblo, Neil, Jeb y sus socios son los más grandes ladrones de la historia, ante los cuales Caco y los cuarenta ladrones del cuento de Alí Baba eran tiernos bebitos (véase en la red S&L Scandal)
7-. El emperador.
¿Cuál es la historia de este otro Bush?
Nada dirá este autor de su niñez privilegiada ni de su adolescencia inútil ni de su juventud, en la que se negó a ir a una guerra de la que su padre era uno de sus promotores, ni realizó estudios serios, ni tuvo un empleo sostenido, y en la que usó drogas y abusó del alcohol. No. Nada dirá de nada de eso.
Cuando tenía ya más de cuarenta años y era Gobernador de Texas -Tejas: territorio mejicano ocupado, ilegal y vergonzosamente, por el imperio desde 1845- se ejecutó en ese Estado más personas que en ningún otro del país en toda su historia y que en ningún otro país del mundo en la misma época, en su mayoría de origen latino o africano. Jamás el Gobernador concedió una sola conmutación de pena, por lo que hay que deducir que su aficción por la sangre no le surgió en la Casa Blanca.
¿Qué ha hecho este señor desde su llegada al poder imperial?
Veamos:
A) La antidemocracia: George W. Bush fue «electo» en noviembre del 2000 por un evidente pucherazo -fraude electoral-, y por la flagrante violación de las leyes electorales de Florida y la Consti-tución de Estados Unidos. Para que esto pueda ser entendido por quienes no conocen el sistema electoral de este país, es preciso explicarlo en forma simple.
El Colegio Electoral elige al Presidente sin que cuente para ello, directamente, la voluntad mayoritaria del pueblo. Voto popular es el que emite cada ciudadano con derecho al voto; voto electoral es el que representa a cada Estado, no a cada persona, y en su conjunto forma el Colegio Electoral. Cada Estado tiene un número determinado de votos electorales de acuerdo al total de sus habitantes; por ejemplo, por el estimado de población de julio del 2007, California tiene 55 votos electorales –que representan dos Senadores y 53 Representantes a la Cámara- y Dakota del Sur, sólo 3 votos electorales, que vienen a ser dos Senadores y un solo Representante a la Cámara. Esto, ya de entrada, es absurdo, pues éste es el único país del mundo, y de la historia, en que una provincia, Estado, región o departamento tiene o ha tenido más Senadores que Representantes.
El Colegio Electoral está integrado por 538 Electores que viene a ser el número total de Senadores, o sea 100 (dos por cada Estado, sin tener en cuenta su población) y Representantes, o sea 438, que son electos de acuerdo a un número determinado de habitantes, que no es el mismo en cada Estado –usando el mismo ejemplo: cada 690,000 en California, y cada 796,000 en Dakota del Sur-.
Es una aberración política y una negación de la democracia, o sea de la voluntad del pueblo, que California, que, de acuerdo al propio estimado poblacional del año pasado, tiene 36.553,000 habitantes, tenga el mismo número de Senadores que Dakota del Sur, que sólo tiene 640,000 habitantes, porque, en este caso, o casi 36 millones de californianos no están representados debidamente en el Senado o los habitantes de Dakota del Sur están representados en el propio cuerpo legislativo 57 veces más de lo debido.
Es la mayoría de votos del Colegio Electoral la que elige al Presidente, no la mayoría del pueblo. Si hay dos candidatos a Presidente, como suele ocurrir, ya que sólo hay dos grandes partidos políticos, el candidato vencedor es el que obtiene la mitad más uno de los 538 votos electorales, o sea 270; si hay más de dos candidatos y ninguno gana la mitad más uno de los votos electorales hay que ir a una segunda vuelta entre los dos candidatos que más votos electorales hayan tenido en la primera vuelta hasta que uno de ellos obtenga los 270 votos electorales necesarios para ganar.
De acuerdo a este antidemocrático sistema electoral, un candí-dato puede ser electo por la minoría del pueblo ya que quien tenga mayor número de votos populares en un Estado se lleva todos los votos electorales de ese Estado. Por ejemplo: el candidato presidencial #1, llamémosle John, saca en California, digamos 6.500, 000 votos y el candidato presidencial #2, llamémosle Peter, saca 6.495,000 votos populares. Aparte de que en este caso se ve, como siempre, la baja concurrencia a las urnas, pues no llega ni al 45%, la diferencia popular entre John y Peter es mínima, sólo de cinco mil votos; pero los 55 votos electorales de California van íntegramente a John y ni uno solo a Peter. En la misma elección, John saca, por ejemplo, en Dakota del Sur, 20,000 votos, pero Peter obtiene 180,000, o sea 160,000 más que John. Este triunfo sólo le da a Peter 3 votos electorales. O sea que, sumando conjuntamente el voto popular y el electoral, Peter tiene 155,000 votos populares más que John; pero éste tiene 52 votos electorales más que aquél. Si esta diferencia entre el voto popular y el electoral se mantiene proporcional en el resto del país, John sería electo Presidente porque ha ganado el colegio electoral, a pesar de que el perdedor Peter tendría varios millones de votos populares más que el ganador John.
John Quincy Adams, Rutherford B. Hayes, Benjamin Harrison y George W. Bush fueron electos presidentes, a pesar de que la mayoría del pueblo estadounidense votó por el candidato que perdió la elección.
Si eso es democracia, Clístenes era vendedor de frutas en el Pireo y Rousseau, coime de billar en Ginebra.
Aclarado esto, volvamos a la familia Bush.
La elección presidencial de noviembre del 2000 estaba muy reñida en todo el país en cuanto a votos electorales, a pesar de que Al Gore tenía medio millón de votos populares más que Bush. Estaban casi empatados en cuanto a votos electorales en todo el país y la elección en Florida aún no se había decidido, pues la diferencia era de unos pocos cientos de votos populares. Quien ganara Florida llegaba a los 270 votos electorales y era elegido Presidente. De acuerdo al código electoral de Florida, si la diferencia entre los dos candidatos es menor al 1%, hay que ir a un recuento general de votos en todo el Estado o a una nueva elección, a no ser que el candidato que sacara menos votos en esa diferencia mínima aceptara su derrota antes del recuento. Al día siguiente de la elección, se informó que Bush tenía unos 400 ó 500 votos más que Gore, o sea apenas un 0.01% de la votación total o la décima parte del 1% requerido para un conteo general en el Estado o una nueva elección; pero no se hizo ni lo uno ni lo otro.
Katherine Harris, Secretaria de Estado de la Florida, y dirigente de la campaña estatal para elegir a Bush, nombrada para ambos cargos por el gobernador Jeb Bush, hermano menor de George, certificó que en la votación del Estado, Bush había obtenido 539 votos más que Gore y, en una decisión posterior, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, cuya mayoría de sus magistrados era de miembros del propio partido de Bush, decidió que la certificación de Harris era correcta y tenía que ser aceptada. Con lo cual Bush ganaba la elección que, de acuerdo a la voluntad supuestamente soberana del pueblo, había perdido.
Otros hechos aun más ilegales y vergonzosos salieron a relucir unos días después. En los vecinos condados Broward, cuyo centro es Fort Lauderdale, y Dade, cuyo centro es Miami, que cuentan con la mayor concentración poblacional del Estado, miles de votos fueron anulados, sobre todo de votantes afroestadounidenses. Varios de los funcionarios de estos centros de votación eran estadounidenses de origen cubano, defensores fanáticos de todo lo que sea reacción, o sea del Partido Republicano de Bush. Se cree que más de veinte mil votos de afroestadounidenses, en especial en esos dos condados, fueron anulados sin motivo alguno, y que en más de un 90% eran votos de Gore. Unos mercenarios de origen cubano, pagados por la mafia ultraderechista de Miami, amenazaron a varios miembros de algunos centros de votación en que se estaba llevando a cabo un recuento provisional de votos. La policía no intervino, a pesar del palpable delito, y el conteo fue suspendido.
En toda democracia moderna, sea capitalista, comunista, socialista, socialdemócrata, popular o de cualquier otro matiz o mezcla de matices, el primer poder del Estado es el legislativo, no el ejecutivo ni el judicial. En el 2000, se desconoció este principio clásico de toda democracia y se le dio a la Corte Suprema de Justicia el poder que sólo pertenece al Congreso, con lo cual se violó la Constitución del país, por primera vez, en este sentido, en la historia de Estados Unidos.
George W. Bush fue, en efecto, al menos en su primer período, un Presidente inconstitucional, un golpista. No todos los golpes son como los de Batista, Pérez Jiménez, Rojas Pinillas ni Pinochet; aunque, a veces, el uso brutal de la ley es tan bestial como la brutalidad de la fuerza.
¿Por qué Al Gore aceptó un fraude tan evidente? ¿Por qué no acudió al Congreso, como determinaba la Constitución? ¿Por qué no convocó a la protesta popular que hubiera sido vibrante y multitudinaria en todo el país? ¿Por qué, simplemente, se calló? ¿Cómo es posible que un hombre enérgico actúe como un tímido adolescente? ¿Por qué no exigió, al día siguiente de la elección, que se hiciera un recuento general de votos o una nueva elección en Florida, lo que hubiera atraído toda la atención de la prensa y la opinión pública, dificultando un nuevo fraude? ¿Por qué no lo hizo? Aun más… ¿por qué no hizo nada? Varios analistas sugirieron, entonces, que Al Gore fue amenazado de muerte por agentes secretos del complejo militar-industrial que constituye el poder real del imperio, pues éste necesitaba que Bush fuera Presidente para que no se malograra todo lo que vino después: el Once de Septiembre y sus tres retoños, la guerra de Afganistán, la guerra de Irak y el Acta Patriótica –Patriot Act- que ha tratado de convertir al país en una dictadura.
B)
El Once de Septiembre: ¿es cierto, como afirman muchas personas en el mundo, que George W. Bush fue autor o cómplice o tenía conocimiento previo de los terribles atentados terroristas perpetrados el 11 de septiembre de 2001, en los que murieron miles de seres humanos? ¿Es posible esta monstruosidad? ¿Pudo ordenar la muerte de miles de sus compatriotas o conspirar para que esto ocurra o permitirlo pasivamente a sabiendas de que iba a suceder? ¿Fue, en fin, el 11 de septiembre una autoagresión del imperio?
-¡No, de ninguna manera! –exclaman, llenos de ira, sus defensores-.
-Es probable… ya que el imperio lo había hecho antes –sugieren, con cierta ironía, sin emoción ni furia, sus detractores-.
-¿Cómo que ya lo había hecho antes? –indagan, arqueando las cejas, aunque no del todo incrédulos, los neutrales-.
Este autor no se va a lanzar, como es su costumbre, al abismo desvaneciente del pasado para evocar probables autoagresiones ni actitudes sospechosas del imperio. Por eso es que nada dirá de Andrew Jackson ni la «agresión» de los Seminoles, del Incidente Duncan ni Las Malvinas, de Sam Houston ni El Alamo, de James Polk ni Méjico, de Ulises Grant ni Alaska, de Sanford Dole ni Hawaii, del acorazado Maine ni McKinley, de Victoriano Huerta ni el embajador Wilson, del Lusitania ni el presidente Wilson, de Pearl Harbor ni Roosevelt, del Golfo de Tonkín ni Johnson. No. Nada dirá de las que hay fuertes sospechas de haber sido autoagresiones. Se va a situar sólo en el presente, en aquel día del verano tardío o el incipiente otoño: el 11 de septiembre. Y lo va a hacer con muchas preguntas quizás no del todo ingenuas, esperando que quienes las lean recuerden, más menos, lo que sucedió aquel día, o lo que el gobierno y la prensa corporativa dicen que sucedió aquel día, o lo que muchos dudan de lo que dicen que sucedió aquel día, o lo que quizás ni siquiera sucedió aquel día… hace seis años y medio:
a) ¿Por qué los Vuelos 11 y 175, que después impactarían las torres gemelas, no atacaron las plantas nucleares de Indian Point, situadas a unas cuarenta millas al norte de Nueva York, a orillas del Hudson, sobre las que volaron unos minutos antes del ataque? ¿Qué clase de terroristas eran aquéllos que iban a morir para herir al imperio y le salvaban la vida, pues de haber atacado a Indian Point habrían muerto varios millones de personas, y se habría devastado por siglos el Corredor Nordeste de Estados Unidos, que va de Boston a Washington, la zona más importante del país, lo que habría sido el golpe de muerte al imperio?
b) ¿Por qué el FBI desechó los múltiples informes de que podían producirse ataques terroristas usando como proyectiles o bombas los aviones de pasajeros?
c) ¿Por qué varios generales del Pentágono suspendieron el 9 y 10 de septiembre los viajes que iban a hacer en avión el 11?
d) ¿Por qué Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa –debía llamarse Secretario del Ataque- le comentó a un ayudante que algo grande iba a suceder ese día media hora antes de que sucediera?
e) ¿Cómo se entiende que varios de los diecinueve supuestos secuestradores obtuvieran visas de entrada y salida de EU y se entrenaran en varias escuelas de aviación, y que, al mismo tiempo, el FBI suspendiera una investigación que ya había iniciado sobre los mismos, lo que hubiera evitado los ataques? ¿Quién ordenó la suspensión de tan importante pesquisa?
f) ¿Por qué varios testigos claves, como controladores aéreos, bomberos, policías de Nueva York y agentes del FBI, han sido amenazados si revelan detalles sobre el derrumbe de las torres?
g) ¿Cómo se entiende que la Administración Federal de Aviación, (Federal Aviation Administration, FAA) y el Comando de la Defensa Aérea de América del Norte (North American Air Defense Command, NORAD), dos agencias que, por muchos años y hasta hoy, han actuado con admirable eficiencia, fueran tan negligentes… sólo aquella mañana?
h) ¿Cómo se explica que los dos aviones F-15 que, finalmente, salieron de la Base Aérea Otis, de la Guardia Nacional de Massachussetts, para interceptar las naves secuestradas, no lo pudieran hacer porque volaron a un promedio de 450 millas por hora, que es menos de la cuarta parte de su velocidad máxima de 1,875 millas por hora?
i) ¿Por qué los aviones impactaron los pisos superiores de ambas torres cuando pudieron haberlo hecho veinte o treinta pisos más abajo provocando la muerte de muchas más personas? ¿Acaso Mohammed Atta, piloto del Vuelo 11, que impactaría la torre norte, y jefe directo de toda la operación, le dijo a Marwan al Shehhi, piloto del Vuelo 175, que impactaría la torre sur: «Mira, Marwan, los hijueputas están en los pisos de arriba, los de abajo son buena gente»?
j) ¿Por qué el gobierno imperial de Bush insiste aún, a seis años y medio de los atentados, en que las torres cayeron porque el intenso calor provocado por el incendio del combustible de los aviones debilitó la estructura metálica que sostenía los 110 pisos, a pesar de que ya todo el mundo, sobre todo los ingenieros, asegura que sólo una explosión masiva interna pudo provocar el derrumbe hacia dentro, o implosión, de las torres? ¿No es lógico deducir que si ambas torres cayeron por implosión, como prueban las evidencias, las enormes cargas explosivas tuvieron que haber sido colocadas antes del impacto… no después?
k) Si todo esto fue producto, como sugiere la lógica, de una inmensa conspiración…. ¿quiénes tenían el poder necesario para mover en secreto todos los hilos de esa diabólica trama, sino las más altas figuras del gobierno, las fuerzas armadas y los cuerpos de inteligencia y seguridad de Estados Unidos?
l) Se dice que Osama bin Laden fue el autor intelectual del Once de Septiembre y él lo reconoce. Pero… ¿quién es y ha sido Osama? ¿Acaso su padre no era el socio del Viejo Bush en la compañía petrolera Zapata Oil en los años 50? ¿Acaso no actuó Osama como operativo de la Mossad -la Inteligencia más sionista que israelí-, y después de la CIA, antes y durante la guerra que los mujadines le hicieron al gobierno de Afganistán? ¿Fue cierto que rompió con el imperio yanki después que miles de sus soldados osaran hollar el sagrado, para él, suelo saudita durante y después de la Guerra del Golfo? ¿Acaso no sabía que los soldados del imperio yanki han hollado todas las tierras que han podido hollar, desde hace dos siglos, en todos los continentes, incluyendo la Antártica? ¿Acaso el imperio no había asesinado ya a millones de civiles inocentes mucho antes de su «cambio»? ¿Se había unido al imperio que ya había perpetrado tantos crímenes, desde el bombardeo a Trípoli, en 1801, y aun antes –el imperio yanki es anterior a Estados Unidos, tema que abordaré en otro análisis-, hasta la Guerra del Golfo, dos siglos después, y se separaba de él porque unos soldados ignorantes se reían en Riad y La Meca de las pobres mujeres de rostros invisibles y largos vestidos de perenne luto? ¿No es evidente que si el imperio hubiera querido derrotarlo y apresarlo y llevarlo a juicio por lo del 11 de septiembre, ya lo hubiera hecho? ¿Aplastó a uno de los imperios más poderosos de la historia, Japón, y no puede apresar a un fugitivo al que todo el mundo conoce? ¿Fue uno de los tres grandes poderes que vencieron al ejército más formidable de la historia, el de Hitler, y no puede apresar a quien sólo tiene una fuerza de cientos de hombres? ¿Detuvo el avance de cientos de miles de norcoreanos y los hizo retroceder hasta la frontera china y no puede vencer a un hombre que anda por ahí montando a caballo y durmiendo en cuevas? ¿Asesinó a Madero, Sandino, Mossadegh, Trujillo, Lumumba, Kennedy, Qasim, Diem, Che, King, Allende, Roldós, Torrijos y otros grandes líderes y no puede ni siquiera darle un puntapié a quien no tiene el apoyo de ningún gobierno? ¿Derrocó al gobierno de los talibanes en Afganistán y al de Saddam Hussein en Irak, que tenía el quinto ejército más poderoso del mundo, y no puede apresar a quien no tiene ni un techo que lo cubra? ¿Por qué? ¿Cuál es el misterio?
C) La guerra de Afganistán: si las evidencias mencionadas no fueran reales y, efectivamente, Osama bin Laden era un enemigo del imperio que preparó los atentados del 11 de septiembre, entonces estaba justificado que el imperio tratara de apresarlo en Afganistán, pero no que asesinara a cientos de miles de civiles inocentes con los bombardeos indiscriminados a los que sometió al pueblo afgano, en los que murieron familias en sus hogares, niños en sus escuelas, enfermos en sus hospitales, ancianos en sus asilos, obreros en sus talleres, campesinos en sus siembras. Más de trescientos mil seres humanos han muerto en estos seis años y medio de guerra continua y el único éxito que ha logrado el imperio en ese país es convertirlo, otra vez, en el primer productor mundial de amapola, con el 90% de la producción mundial. ¿Estará el Viejo Bush detrás de este reno-vado y multibillonario negocio de heroína? ¿Se seguirá reuniendo, en secreto, con los grandes señores que controlan la producción de amapola en las tierras afganas, como lo hacía con los libaneses en Beirut, los tailandeses en Chiang Mai, los bolivianos en Santa Cruz y los colombianos en Antioquia? Este autor duda que este señor esté reviviendo sus mocedades, cuando, como superagente y después director de la CIA, era el capo di tutti capi del hashish, la heroína, la marihuana y la cocaína en el mundo. Sus discípulos de la Agencia deben estar ocupándose ahora de esos negocios.
D) La guerra de Irak
Cuando Osama estaba rodeado en las montañas del sur de Afganistán y podía ser apresado por las tropas del imperio, Bush decidió invadir a Irak usando, en parte, a los soldados que estaban asediándolo. Hasta un niño de cuatro años al que se le dijera esto exclamaría: «¡Qué extraño, eh!».
¿Tenía Irak armas de destrucción masiva –Weapons of Mass Destruction, WMD— como dijo Bush para justificar la invasión? Ha pasado cinco años del inicio de la guerra y no se ha encontrado ni el menor indicio de que existan o hayan existido las armas de las que Estados Unidos es el principal arsenal del mundo, pues tiene más de ellas que el resto del mundo junto.
¿Fue Saddam Hussein cómplice del Once de Septiembre? Sólo si fue Bush el autor de este crimen pudo Hussein ser su cómplice, pues se sabe que, como aliado del imperio, le hizo la guerra a Irán para que los agentes de los Ayatollas no hicieran en los años ochenta lo que dicen que Osama hizo en el 2001. Si Bush no lo fue y sí un Osama antiyanki, no hay nada que pueda vincular a Hussein con Osama ni el Once de Septiembre.
Ha transcurrido cinco años del inicio de esta guerra, quizás la más injustificada e inmoral de todas las guerras de la era moderna. Se cree que por sus acciones directas y consecuencias indirectas, ha muerto de medio millón a un millón de iraquíes, y más de cuatro mil soldados del imperio.
Irak, la milenaria Mesopotamia, cuna de la civilización, tierra gloriosa en la que surgieron las ciencias, las artes y las letras –casi nada-, está envuelta en otra enorme tragedia, la guerra civil, pero no entre los que apoyaban a Hussein y los que se le oponían, sino entre las dos grandes facciones musulmanas del país, Chiíta y Sunita, y aun entre Chiítas y Chiitas y Sunitas y Sunitas, y todos contra la invasión imperialista que es la causa primaria de lo que está sucediendo hoy en el país, desde la catástrofe humana y los grandes bombardeos hasta los combatientes que se convierten en bombas y se inmolan y matan a diestra y siniestra, protestando con mas cólera que locura por la violación y el martirio de su patria.
E) Abu Ghraib.
El mundo entero recuerda, con espanto supremo, las fotos de Abu Ghraib, en las que unos soldados del imperio invasor someten a varios prisioneros iraquíes, en esa cárcel cercana a Bagdad, en su propia patria, a las más hirientes y degradantes torturas que recuerda la memoria humana, y, después, contemplan, sonrientes, alborozados, a los que les han arrancado los ojos y han sido mordidos por perros feroces y se apilan desnudos unos sobre otros y son obligados a tener relaciones sexuales y son suspendidos por largas horas con los brazos en alto y la cara cubierta por una capucha y han sido golpeados con gruesos bastones y han dejado en el piso pequeños lagos de sangre y materia que quizás sean de órganos sexuales
(…)
Bush y los principales dirigentes del imperio, entre ellos el vice, Dick Cheney; el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld; la Secretaria de Estado, Condoleeza Rice; el Secretario de Justicia, John Ashcroft, y el Director de la CIA, George Tenet, han tratado de desentenderse de aquel hecho abominable, pero estudios recientes señalan que ellos sabían que, en las prisiones de Irak, Guantánamo y otras que aún se mantienen secretas, los prisioneros estaban siendo torturados.
Un editorial de The New York Times, el periódico más prestigioso de Estados Unidos, publicado este 20 de abril y titulado The torture sessions –Las sesiones de tortura-, dice, entre otras cosas: «Con el conocimiento y el apoyo del presidente Bush, algunos de los más altos funcionarios del país no sólo aprobaron el abuso de los prisioneros, sino que participaron en el plan detallado de los crueles interrogatorios y ayudaron a que se creara la estructura legal para proteger de la justicia a los que recibían las ordenes». Además: «Hemos leído los memorandums del Secretario de Justicia redefiniendo la tortura y aduciendo que, en este sentido, Bush no tenía que cumplir la ley».
¿Conocía Bush lo que estaba sucediendo en Abu Ghraib? El editorial del Times no lo aclara, pero, conociendo los otros crímenes cometidos por él y su familia, no es difícil suponer que lo sabía. Tampoco menciona el editorial las torturas a que eran sometidos los prisioneros en Guantánamo. Hace algún tiempo, un prisionero de esta base naval que el imperio mantiene a la fuerza, violando el tratado de arrendamiento que vencía en el 2001 y burlándose de la protesta de todo el pueblo cubano, se fue arrancando el cabello y dándose golpes en la cabeza durante toda una noche. Lo encontraron muerto por la mañana en su celda. En el piso estaba todo su cabello.
Las torturas de Abu Ghraib fueron conocidas por las fotos publicadas, pero… ¿cuántas torturas aun peores no habrá hecho el imperio de las que no hay constancia, en cárceles de las que ni siquiera se sabe que existen? ¡Prisiones secretas no tuvieron Assurbanípal ni Atila ni Gengis Khan ni Tamerlán ni Torquemada ni Robespierre ni Hitler ni Trujillo ni Pinochet ni Fujimori! En este sentido… George W. Bush ha roto todos los moldes históricos.
Algunos de los soldados que participaron en aquello, y los oficiales que lo permitieron, fueron llevados a juicio militar. Unos fueron declarados inocentes, otros recibieron leves sentencias, como la de la joven soldado que mira sonriente a la cámara junto a un hombre sin ojos y a un hombre sin falo, levantando el pulgar de una mano en señal de triunfo. Casi todos ya están en libertad. ¿Acaso Nixon no indultó al teniente Calley, el monstruo de My Lai? Un ejército de honor los hubiera fusilado.
F) El pueblo.
Mientras el imperio gasta y debe gastar más de un trillón de dólares en esas guerras, el pueblo de Estados Unidos paga las consecuencias. Jamás desde la Gran Depresión que comenzó con el crash bancario de 1929, un gobierno ha sido más enemigo del pueblo, ni más hostil al trabajador, ni más amigo del que explota el trabajo. Se han eliminado programas sociales que existían desde la época de Franklyn Delano Roosevelt que han afectado la salud, la educación, la familia, las artes, las investigaciones científicas, el cuidado de los niños, y se están gastando los fondos del Seguro Social, con lo que se pone en peligro el retiro de los que hoy aún trabajan y de los que ya lo disfrutan después de haber trabajado toda una vida. Los salarios se han mantenido fijos por muchos años, pero los precios de todo se han duplicado y triplicado –comida, medicina, alquiler, ropa, gasolina, seguros obligatorios, transporte, diversiones, etc.-, por lo que, en rigor, el salario es la mitad o la tercera parte de lo que era hace unos años. Cientos de miles de personas han perdido sus casas, que financiaban con el banco, y otros tantos las viviendas que alquilaban, por lo que la población desamparada –homeless- ha llegado a límites históricos. El delito, violento o no, ha aumentado en forma alarmante. Los jueces, fiscales y abogados defensores no dan abasto. Las cárceles están repletas. La inseguridad en las calles es la peor desde la era de Al Capone. Graves secuestros y asaltos bestiales suceden ahora todos los días. La policía de varias ciudades ha amenazado con irse a la huelga porque sus miembros están trabajando muchas horas, de día y de noche, y tienen que hacerlo con sueño… con el sueño americano.
G) La economía.
John Stiglitz, Premio Nóbel de Economía y expresidente del Banco Mundial, acaba de declarar en la telemisora CNBC: «Estados Unidos se acerca a la peor crisis económica desde los años 30» (se refiere, por supuesto, a la Gran Depresión, ya mencionada) Basta con esta opinión tan autorizada para que se entienda el estado en que este Bush deja la economía casi al final de su mandato.
H) En fin.
En menos de diez meses, el 20 de enero del año que viene, George W. Bush abandonará el cetro imperial. Quiere dejar en el trono a un Caín al que llaman McCain, pero el pueblo de Estados Unidos no puede ser tan fatal. Este Caín no mató a su hermano Abel, pero, a fines de 1967, después de haber bombardeado… ¡veintidós veces! … las ciudades de Vietnam del Norte como piloto naval, su avión fue derribado en su vigésima tercera misión y él logró saltar antes en paracaídas. Herido, fue hecho prisionero. ¿Cuántas toneladas de bombas lanzó este señor sobre Vietnam? ¿Sesenta, doscientas, tres mil? Nadie lo sabe. ¡¿Cuántos niños, cuántos ancianos, cuántas mujeres, cuantos hombres habrá matado este señor en sus veintitrés misiones terroristas sobre ese martirizado país?! ¿Trescientos, ochocientos, once mil? Nadie lo sabe, pero sí sabe el mundo entero que el imperio asesinó a más dos millones de seres humanos en esa gloriosa patria, de los cuales más de la mitad fueron víctimas de su aviación.
Después de cinco años y medio como prisionero de guerra, Caín recobró su libertad en 1973, al lograrse el tratado de paz. Algunos años después dijo que había sido torturado en prisión por militares del Gobierno Revolucionario de Cuba. Es un dato bastante curioso que un piloto naval del imperio que, desde su guerra contra el pueblo filipino en 1901, se hizo famoso por sus sistemáticas torturas, diga que fue torturado por oficiales de un gobierno del que nadie tiene ni el menor indicio de haber torturado a nadie.
El pueblo de Estados Unidos votará por la oposición que, por mala que sea, si lo fuese, no puede serlo tanto como aquello a lo que se opone. Se cree que el candidato será Barack Obama y que llegará a la Casa Blanca. Ojalá que este negro pueda blanquear de verdad a una casa que tantos blancos ennegrecieron.
(Este autor emplaza a cualquiera a que pruebe que una sola frase de este análisis no se ajusta a la verdad)
(*) Vivo en esta ardiente y húmeda tumba del espíritu a la que llaman Miami, soy cubano, tengo 68 años, me gradué en Ciencias Políticas en Columbia University en 1967, he sido profesor de historia en Nueva York y Miami. Hoy estoy retirado de la vida académica y he dedicado los últimos 43 años a luchar contra el imperialismo yanki, brazo armado del capitalismo mundializado. Por mis orígenes familiares y sociales no siempre pensé igual. Salí de mi patria el mismo día que triunfó la Revolución -1 de enero de 1959-, con 19 años de edad, porque mi padre -Andrés Rivero Agüero- era en ese momento el Presidente-electo de Cuba que debía sustituir a Batista en febrero de ese año.
Como dirigente del Movimiento Nacionalista Cubano participé, en abril del 61, en la invasión a Playa Girón -Bahía de Cochinos- quizás no tanto una contradicción si se tiene en cuenta que lo hacíamos para evitar que los esbirros del imperio controlaran todo el poder si aquella invasión triunfaba. Por suerte para todos, fracasamos. A partir de entonces fui amalgamando las ideas nacionalistas y socialistas, proceso que explico ampliamente en mi libro «Los sobrinos del Tío Sam», una de cuyas ediciones internacionales fue hecha en España en 1976. Regresé a Cuba en 1974 y volví a salir en 1977, viviendo en este país desde entonces. He escrito otros libros. Ahora acabo de escribir «Danilo» y reescribir «Chapultepec», novelas políticas que estoy tratando de publicar en La Habana y en Méjico. Mi madre es salmantina y llegó a Cuba con once años de edad, por eso es que siempre he considerado a España también mi patria, por la sangre y la enorme admiración que siento por su extraordinaria cultura. Estuve en vuestra ciudad, la milenaria Egara (Terrassa), en noviembre de 1958 y mayo de 1971, admirando su historia, su arte, su industria, su escenario, su cálida gente. Comparto plenamente vuestra posición de combatir al capitalismo mundializado desde una posición de izquierda plural. O desaparece el capitalismo o su maldito engendro, el calentamiento global, hace desaparecer la civilización en este planeta.
Yo escribía asiduamente en El Nuevo Herald en el 2000 y 2001 cuando el director era David Lawrence y el coordinador editorial, Ramón Mestre. Era gente moderada. Después llegaron los incondicionales del imperio y todo cambió. Le tienen miedo a la mafia contrarrevolucionaria que controla la vida económica de esta ciudad. Es hoy la ultraderecha».