El banquero más poderoso de España y parte del extranjero, procesado en docenas de ocasiones y airoso de momento solamente gracias a su poder político, Emilio Botín, acaba de presidir estos dias nada menos que en el histórico Paraninfo de la universidad de Valladolid la VI Junta General de Accionistas de Universia.
Universia es un portal financiado por Botín con el ánimo de convertir a su banco en «el banco de los universitarios». Un negocio para el banco, pero que el banquero ha conseguido arropar con los rectores de las universidades españolas que lo apoyan ¿ingenuamente? como si solo se tratase de un sincero proyecto universitario.
Lo curioso es que los universitarios, precisamente porque la sociedad pone a nuestro alcance los instrumentos del conocimiento, deberíamos ser (los rectores a la cabeza) quienes antes y con más fuerza mostrásemos a los ciudadanos el efecto tan negativo que el dinero mal ganado tiene sobre la vida social y, en particular, la nefasta influencia que el poder de la banca ejerce sobre la democracia.
En lugar de ello, se multiplican los silencios y las complicidades.
Botín es un personaje de trayectoria poco ejemplar, cuyas prácticas financieras opacas y presuntamente delictivas se han puesto de manifiesto en un sinfín de ocasiones por periodistas e investigadores y que ha sido llevado a los tribunales varias veces por ser muy ligero con el dinero de los demás, bien sea a través de operaciones ilícitas, bien utilizando paraísos fiscales y otras vías de blanqueo u ocultación de capitales. Su banco, precisamente, es un ejemplo paradigmático de la mala práctica en los negocios y de la falta de responsabilidad social.
Es por eso que su interés por la vida universitaria no puede ser sino una farsa interesada. Busca administrar los recursos de los jóvenes universitarios, de las universidades y el dinero de la investigación (ese es su negocio) para ir generando los suculentos fondos que luego rentabiliza en paraísos fiscales (sólo en 2005 su banco ganó, que se sepa, más de 400 millones de euros en paraísos fiscales) y, sobre todo, crear un ambiente favorable en la política y en la cultura que le sirva de manto protector para cuando sus prácticas antidemocráticas e ilegales salen a la luz.
Si viviéramos en un país verdaderamente democrático las actividades financieras de personajes como Botín serían plenamente transparentes y los ciudadanos y las instituciones tendrían plena certeza de que el uso que hace de sus recursos se adecúa a los princpios de legalidad que sostienen a una sociedad democrática. Por referirme a un ejemplo histórico que pueda ilustrar lo que quiero señalar, diré que es fácil deducir que la historia de España hubiera sido otra si en su día se hubiera investigado con más diligencia y evitado las prácticas financieras del banquero Juan March.
Si Botín tuviera realmente interés por los jóvenes universitarios y por los valores de la verdad y la sabiduría lo que haría sería tener un comportamiento ejemplar como empresario y como ciudadano, haciendo frente sin trampas a sus compromisos fiscales o a su responsabilidad social en materia laboral, ambiental, etc. Eso sí sería un buen legado. Lo demás es puro negocio, y de los feos.
Y si los banqueros, y Botín en particular, de verdad estuvieran interesados en el progreso social y en la creación de riqueza, se dedicarían a financiar la actividad productiva, la creación de empleo y de empresas responsables, en lugar de dedicar sus fondos a la especulación financiera e inmobiliaria. Se esforzarían ellos mismos en mantener el empleo, en lugar de ser las empresas que más puestos de trabajo pierden en proporción a los beneficios que obtienen. Y si los banqueros, como Botín, fuesen gente decente no utilizarían medios ilegales y antisociales como los paraísos fiscales y no mezclarían constantemente su dinero con negocios turbios. Si fuesen, en fin, buenos ciudadanos, no financiarían a partidos golpistas, o solo a los más derechistas, o incluso a otros menos derechistas solo para intentar corromperlos. Y, por supuesto, no se aprovecharían de las guerras, de la trata de mujeres, de la explotaciópn infantil, del tráfico de armas o de droga y de todos esos negocios criminales que no podrían existir si no fuera por la connivencia más o menos explícita de los bancos.
Pero como los banqueros, como Botín , no son nada de eso, por mucho dinero que dediquen a las universidades, los universitarios, en primer lugar, y todos los ciudadanos también, tenemos la obligación de mostrar de mil formas nuestra repugnacia por lo que hace la banca en nuestros días, de denunciar sus prácticazs ilegales y mafiosas y sus corruptelas. No por atacar a nadie, sino solo por ir defendiéndonos.
Y, por supuesto, debemos decir que el noble y verdadero espíritu universitario es incompatible con el delito financiero, con la conspiración política y con el despilfarro en el que se mueve la actividad y la vida de la banca de nuestros días. En lugar de apoyar a la universidad, el tipo de negocio en que se ha convertido, la contamina y la corrompe.