El Banco de Pagos Internacionales acaba de hacer público que la banca española es la más rentable del mundo. El beneficio antes de impuestos de las principales entidades financieras españolas representó el 0,93% en relación a sus activos totales, más del doble del beneficio que obtuvieron el año pasado los grandes bancos de Estados Unidos (0,41%), cinco veces más que los franceses (0,18%) y a distancias siderales respecto del -0,03% que representaron los beneficios de la banca alemana frente a sus activos totales, o el -0,05% de la banca británica.
Esos mismos bancos españoles tan rentables son los que se muestran incapaces de financiar a la economía, los que tienen a palo seco a las pequeñas y
medianas empresas y a los consumidores y, en suma, los que paralizan la actividad económica por falta de crédito.
Los bancos y los medios de comunicación que les hacen el trabajo sucio, echan las campanas al vuelo diciendo que esta alta rentabilidad es la inequívoca señal de la buena salud de nuestra banca. Pero yo creo que lo que eso indica es otra cosa: que la rentabilidad responde y satisface el afán de lucro privado pero no las necesidades sociales.
La mayor rentabilidad de la banca española procede de los tipos más elevados, de las comisiones más altas y del mayor volumen de endeudamiento que ha logrado generar fomentando un modelo productivo basado en la especulación y en los bajos salarios. Todo lo contrario de lo que sería una práctica bancaria al servicio de la inversión productiva y económica y socialmente eficiente, justa y sostenible
Las consecuencias de esa estrategia de rentabilidad es que ahora la banca más rentable del mundo mantiene a caldo a las empresas y consumidores y no les proporciona la financiación que necesita. Y eso es simplemente la demostración palpable de que la banca privada española no sirve para lo que debería servir, por lo que resulta más imprescindible que nunca disponer de una banca pública que haga lo que no es rentable para la banca privada: financiar la creación de riqueza productiva y hacer que la economía funcione.
Los datos hablan por sí solos: la banca española es muy rentable para sus propietarios pero, precisamente por ello, un fardo para los intereses generales.
Además, que sea la banca española la más rentable del mundo muestra también que aquí tiene un poder desproporcionado (resultado en gran parte de los privilegios que consiguió durante la dictadura franquista) y que su influencia política es mucho mayor que en ningún otro sitio. Basta comprobar que los banqueros siempre logran eludir sus responsabilidades judiciales, que imponen sin problema su voluntad a los gobiernos y que cada vez controlan a su antojo más ámbitos de la vida social. Es decir, que la banca española tan rentable no solo supone en realidad un freno para la actividad económica y el progreso social sino que, además, es un peligro para la democracia.