Transcribo una noticia que leo en la prensa digital para que vean lo bien que son lo pasan los ricos y los reyes con el dinero de la gente:
El Rey obsequia a la infanta Elena con un ojeo de perdices
EL CONFIDENCIAL
“La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?”. Como en la famosa sonata de Rubén Darío, el Rey Juan Carlos ha querido animar a su hija mayor, la infanta Elena, recientemente divorciada, regalándole una tirada de perdices con un selecto grupo de amigos en la finca La Encomienda de Mudela, términos municipales de Viso del Marqués, Calzada de Calatrava y Santa Cruz de Mudela, en pleno Campo de Calatrava, provincia de Ciudad Real, precioso balcón con vistas a la Sierra Morena Oriental, y finca que pasa por ser el paraíso para la caza de la perdiz roja, tan escasa ella en estos tiempos que corren.
Adquirida por el Estado en 1954, sus 17.295 hectáreas fueron distribuidas en régimen de arrendamiento entre 229 empresarios agrícolas por el entonces Instituto Nacional de Colonización, que dedican la tierra a la agricultura en secano (cebada) y a la ganadería extensiva (ovino y vacuno), pero que tienen la caza arrendada a Parques Nacionales (Ministerio de Medio Ambiente). El contrato de arrendamiento para aprovechamiento de la caza menor afecta a 14.265 de aquellas hectáreas, y esa caza (donde antes pegó tiros Franco con profusión) está reservada por el ministerio a la Casa Real, es decir, al Rey, que organiza al año 4 ó 5 grandes ojeos de perdices.
Además de helipuerto, la Encomienda cuenta con el precioso Palacete de Mudela, decimonónico e historicista, lugar de residencia y albergue para los cazadores. El lunes 14 de esta semana tuvo lugar la cacería, y la escopeta de la infanta (dicen que muy buena puntería la suya) estuvo acompañada por un miembro de la Casa de Bulgaria, un Abelló, un March, un Gut, un Botín y un Navarro Zoppas. Hasta ocho escopetas en total, todo gente de la misma generación, amigos personales de la infanta Elena.
Perdices pata negra
No participó el Rey, y tampoco el príncipe Felipe, que ha perdido mucha afición, dicen, aunque hay quien sugiere que a la fuerza ahorcan, porque a la princesa Letizia no le gusta la caza ni poco ni mucho. Es decir, nada. Cayeron algo más de 1.300 perdices, y el estruendo de los disparos fue constante, perfectamente perceptible desde fincas como la Valbueno y otras, todas idóneas para la caza menor. “Coño, nos ha avisado el ingeniero agrónomo [al que llaman “el ecologista”] que mañana viene gorda, que no nos asustemos”, declaraba el domingo a este diario uno de los aparceros.
Dicen las crónicas que el regalo del Rey para combatir la tristeza de su hija favorita fue un éxito. Lo de menos es que la perdiz ya no sea roja, porque no quedan, sino de granja, aunque, eso también, no echadas al campo una semana antes, ni mucho menos sacadas de una jaula (caso de alguna finca poco recomendable). Son perdices de granja, “pero de las mejores, porque son nietas de salvajes, están fuertes y no acostumbradas a la presencia del hombre”. Es la también llamada perdiz reforzada, perdiz pata negra, aunque, con la franqueza que suele caracterizar al medio rural, no dejen de ser en realidad “perdices de bote”. Pero esto es lo que hay o, mejor dicho, lo que queda de la perdiz roja autóctona, la perdiz salvaje, que hace tiempo perdió la batalla ante el ave de granja por mor de la masificación de la afición cinegética.