Publicado en lavozdelsur.es el 31 de octubre de 2025
El presidente de la patronal Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Antonio Garamendi, ha hecho una propuesta muy interesante, e incluso me atrevería a decir que magnífica. Ha pedido que los trabajadores cobren su sueldo en bruto para que sean conscientes de lo que suponen las cotizaciones sociales y otras cargas para las empresas.
Me parece muy buena idea por tres razones principales.
En primer lugar, porque, como él mismo dice, los trabajadores y a partir de ellos sus familias y allegados, podrían ser mucho más conscientes del esfuerzo que hacen cuando contribuyen a las arcas del Estado. Lo que es lo mismo que decir lo mucho que cuesta mantener los servicios públicos de sanidad, educación, administración de justicia, policía, ejército, pensiones, ayudas sociales de todo tipo, investigación, entre otros. Sin duda, siendo más conscientes de ello, todos seríamos más cuidadosos y evitaríamos los despilfarros y malos usos que sin duda deben producirse.
En segundo lugar, me gusta mucho esa idea, sobre todo en los relativo a las cotizaciones sociales, porque de esa manera se podría percibir con claridad su auténtica naturaleza, la cual es malinterpretada habitualmente no sólo por muchos empresarios, sino también por algunos miembros de la judicatura.
Efectivamente, es habitual decir que las cotizaciones sociales son impuestos sobre el rendimiento del trabajo, cuando en realidad también pueden considerarse como salarios. En concreto, salarios indirectos, puesto que gracias a ellas -directa o indirectamente- se reciben ayudas y servicios públicos de salud, o diferidos, pues sirven para financiar las pensiones.
Me parece magnífico que la propia patronal sea la que proponga que los trabajadores (y ella misma) sean plenamente conscientes de que las cotizaciones sociales son salario y que deben contemplarse como tales, sintiendo que el ingreso (indirecto y diferido) de los trabajadores en realidad aumenta cuando se elevan.
En tercer lugar, porque al ver ese aumento en su nómina, los trabajadores podrían calcular más fácilmente si con esa cantidad adicional sería suficiente para ahorrar lo necesario para hacer frente al gasto privado de sanidad, formación o cuidados cuando los necesitaran, o para tener una pensión privada digna al jubilarse, en el caso en que desapareciera la Seguridad Social o disminuyera el gasto público y, por tanto, esos impuestos que Garamendi considera axfisiantes.
Por esas tres razones yo apoyaría la propuesta de la patronal española, si no fuera porque está coja, pues le falta una pata o complemento.
Si la patronal reclama ese tipo de transparencia en la nómina para que los trabajadores tengan una información mucho más real de lo que ganan y de lo que dan al Estado en forma de impuestos, me parece que lo elemental, lógico y complementario, y lo justo, es que se haga lo mismo en lo referente al ingreso empresarial.
Esto último sería muy importante porque vivimos en una ficción tremenda. Se dice defender la economía de mercado porque éste es un mecanismo superior de provisión, al ser capaz de fijar precios de eficiencia (los más bajos y los que retribuyen a cada factor en función de su contribución a la producción) que a su vez actúan como el mejor sistema para indicar a los productores lo que les conviene producir para obtener el máximo beneficio y a los consumidores para lograr la máxima utilidad. Sin embargo, lo cierto es que los precios que fija el mercado no respetan una condición esencial que debería darse para que esto anterior pueda conseguirse: reflejar todos y cada uno de los costes y beneficios implicados en la producción y el consumo.
Lo diré de modo más claro para que se me entienda mejor. Las empresas fijan sus precios, lo que pagamos por sus productos, sin tener en cuenta un buen número de costes que generan al conjunto de la economía y la sociedad, y sin registrar muchos beneficios que reciben de ellas.
Por un lado, las empresas (como todos los sujetos económicos) producen muchos costes a terceros por los que no pagan nada, o sólo una parte muy pequeña. Sencillamente hablando, no aparecen en sus balances costes como contaminación de aire, del agua o del suelo, gasto de infraestructuras de todo tipo, enfermedades laborales, ineficiencias por control de los mercados, daños no reconocidos por mala calidad o producción defectuosa, incluso daños de tipo cultural o identitario, entre otros. Cuando las empresas no registran estos costes en sus cuentas no quiere decir que no existan. Significa que los pagan otros sujetos que no los han generado.
Por otro, las empresas reciben ingresos o beneficios de su entorno que no computan como tales: utilizan constantemente infraestructuras financiadas públicamente, educación, formación y atención sanitaria del personal que emplean, conocimientos acumulados que han sido producidos gracias a la investigación y el desarrollo financiados con fondos públicos, seguridad jurídica y policial, en muchos casos rescates y garantías públicas, información necesaria para vender sus productos producida y financiada por el Estado, estabilidad social para que los negocios puedan funcionar, trabajo de cuidados no remunerados y sin el cual no podría funcionar ninguna empresa, redes sociales que crean el mundo que permite que haya consumo y ventas de las empresas, acceso gratuito o subsidiado a multitud de recursos naturales, normas legales que les favorecen imponiendo costes a otros sujetos, o los que se podrían definir como beneficios intergeneracionales, es decir, el acervo común que vamos generando y que pasado el tiempo utilizamos como si viniese de la nada.
Muchos empresarios dicen que hay que disminuir la intervención pública y el gasto de las administraciones, e incluso algunos, engatusados por el anarcoliberalismo de moda, abogan por suprimirlos radicalmente. No saben lo que dicen. Ninguna empresa, ni una sola, podría ser rentable ni llegaría a funcionar si no recibiera esos beneficios o ingresos externos que no registra en sus balances.
Se me dirá que las empresas pagan impuestos para «pagar» todo eso que reciben. Y es cierto. Lo mismo que los trabajadores. Pero la cuestión es que no hay transparencia ninguna sobre el grado en que esos impuestos reflejan rigurosamente lo que cada sujeto recibe de los demás o lo que cuesta a otros.
Es por eso que la propuesta de la patronal me parecería magnífica si fuese completa, es decir, si tuviera en cuenta esta segunda parte y comprometiera a las empresas para lograr que los precios sean, efectivamente, lo que deben de ser (una expresión real de los costes e ingresos que genera la producción), y para mostrar lo que dan y lo que reciben de los demás sujetos económicos con la misma transparencia que se ofrece a los trabajadores.
Lo que estoy diciendo no es ninguna quimera. Hay ya experiencias en algunos países de empresas que reflejan en sus cuentas de ingresos y gastos ese tipo de conceptos que la inmensa mayoría no tiene en cuenta y que fijan precios teniendo en cuenta todos los costes. La Economía del Bien Común, por ejemplo, ha avanzado en ese aspecto y ha diseñado un balance capaz de reflejar lo que la empresa da y lo que recibe realmente de su entorno, no teniendo en cuenta solamente los costes e ingresos explícitos habituales, sino también su contribución al bienestar social, ecológico y democrático.
Es muy fácil, como hizo Garamendi al presentar esta propuesta, criticar los impuestos y decir que “No se puede llegar a más” sin hacer números, o contando sólo lo que interesa, sin que las cuentas empresariales o familiares registren lo que de verdad nos están dando las administraciones públicas a las que pagamos impuestos. Hoy día empezamos a tener tecnología capaz de elaborar un nuevo tipo de contabilidad que, en lugar de ocultar la realidad de los mercados, los intercambios y los precios, registre lo que de verdad ocurre en todos ellos. Confiemos en que se avance por ese camino, aunque es fácil presumir que estará lleno de piedras y obstáculos, seguramente puestos por quienes nunca practican el esfuerzo de austeridad, moderación y transparencia que piden a los demás, como curiosamente le ocurre siempre que habla a Garamendi.
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9 comentarios
También podrían poner en la nómina la plusvalía que obtienen del trabajo de sus empleados, ya que quieren transparencia.
Como siempre genial querido profesor, pero…como siempre se deja algo en el tintero, no soy economista, y el dinero procuro contarlo con los dedos, llevo años exigiendo, a los sindicatos que, lo mismo que se controlan los salarios, porqué no se controlan los beneficios.
Por poner un ejemplo: Ahora que hay una subida incontrolable con el café, yo pondría y ud lo tiene que saber como economista que es, lo que pagaban el kgr. de café en el cafetal, cuanto vale a la llegada a España, y cuanto me cuesta a mí, sabemos que las grandes distribuidoras, compran toda la producción de un país o región, al precio que ellos imponen, se lo venden entre ellos para encarecer el producto y cuando llega al consumidor, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, el mercado la economía y los políticos…que lo echen, pero a la cárcel.
No creo necesaria la propuesta de GAramendi. Basta con dar a los trabajadores una nómina donde los conceptos se identifiquen con claridad, y que éstos se la lean. Esto es lo que yo hacía cuando trabajaba. La transparencia en las empresas y la medida en que los impuestos de todos les benefician sí me parece más necesaria, y que se piensen cómo los que más tienen se benefician de los impuestos de todos antes de abogar por la bajada de impuestos. Saludos
Me asombra Don Juan, creía que iría con texto como este, pero ….No debería de empezar con :
La patronal esta haciendo uso de «La estrategia de la gradualidad», como ya explicó Noam Chomsky
“El asalto silencioso al Estado del Bienestar”
1. La estrategia de la gradualidad: sembrar el consentimiento paso a paso
Noam Chomsky describe la estrategia de la gradualidad como una técnica de manipulación política que consiste en introducir reformas impopulares de manera progresiva, sin provocar una reacción social inmediata.
En lugar de desmantelar de golpe el sistema de protección social —lo que generaría rechazo— se va erosionando poco a poco la conciencia colectiva sobre su valor y su función.
La propuesta de Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, encaja milimétricamente en esa lógica.
Pedir que los trabajadores “cobren su salario en bruto” no es una idea inocente ni una medida pedagógica, como se presenta.
Es un acto simbólico cuidadosamente diseñado para:
• Desvincular al trabajador del Estado social,
• Instalar la idea de que el Estado es un ente parasitario que se apropia de una parte “injusta” del salario,
• Y, finalmente, justificar una reducción progresiva de las cotizaciones bajo el lema de “dejar que cada uno gestione su dinero”.
Así comienza el proceso de privatización emocional del sistema público: se siembra la sospecha de que lo público no te protege, sino que te roba.
2. El interés económico de la banca: convertir la protección social en un mercado
En este punto, la banca y los fondos de inversión entran en escena.
Una vez debilitada la legitimidad del sistema público de pensiones o de sanidad, el mensaje se vuelve inevitable:
“Tu pensión pública será insuficiente, mejor contrata un plan privado.”
Y ahí está el negocio.
El sistema financiero necesita nuevos nichos de rentabilidad en una economía estancada.
Los servicios públicos representan un inmenso flujo de capital garantizado, hoy fuera del mercado.
Por eso, la presión para “reducir cotizaciones” o “liberalizar la gestión de pensiones” no busca eficiencia, sino transferir recursos colectivos al circuito financiero.
Cada euro que deja de ir a la Seguridad Social no desaparece: se convierte en producto financiero.
Los bancos y aseguradoras se preparan para administrar planes de pensiones privados y fondos complementarios con los que sustituir, poco a poco, lo que antes era un derecho universal.
3. La alianza invisible: patronal + banca = neoliberalismo institucional
La patronal (CEOE) y la banca no actúan de forma aislada: comparten un mismo marco ideológico.
El neoliberalismo contemporáneo ya no necesita discursos radicales; le basta con disfrazarse de sentido común económico.
Así, bajo consignas como “libertad de elección”, “eficiencia” o “conciencia del coste real”, se articulan reformas profundamente regresivas.
Veamos la secuencia típica:
1. Primero, se denuncia el “exceso de costes sociales” para las empresas.
2. Después, se pide “aliviar la carga” reduciendo cotizaciones o flexibilizando contratos.
3. A continuación, se argumenta que el sistema público “no es sostenible”.
4. Finalmente, se propone “complementarlo” con sistemas privados…
que terminan sustituyendo a los públicos.
Es exactamente la lógica de la gradualidad de Chomsky:
“Convencer sin imponer, dividir sin declarar la guerra.”
4. El resultado: de ciudadanos a clientes
El objetivo final no es sólo económico, sino cultural y político:
• El ciudadano deja de verse como titular de derechos y pasa a ser cliente de servicios.
• La seguridad social deja de ser una red colectiva y se convierte en una inversión individual.
• Y la relación con el Estado se reduce a una transacción: pagas por lo que recibes, si puedes.
La banca y la patronal redefinen el contrato social: ya no se trata de solidaridad, sino de gestión individual del riesgo.
El miedo al futuro —el miedo a no tener pensión, a enfermar, a quedarse sin empleo— se convierte en el motor del mercado financiero.
5. Lo que está en juego
Este proceso no es inevitable, pero es astutamente planificado.
El discurso de la “transparencia salarial” o de la “libertad para decidir sobre tu dinero” es la punta de lanza de un cambio estructural:
la sustitución del Estado social por un modelo de Estado mínimo asistencial y mercado máximo privado.
La gradualidad funciona porque apela a la lógica individual, no a la colectiva.
Y cuando cada ciudadano empieza a pensar solo en su nómina, no en la de los demás, el proyecto neoliberal ya ha triunfado.
La propuesta de que los trabajadores cobren su sueldo “en bruto” no es un gesto pedagógico:
es una maniobra ideológica cuidadosamente calibrada, que pretende desvincular a la clase trabajadora de su sistema público de protección para facilitar su sustitución por el negocio financiero de las pensiones privadas.
Banca y patronal actúan como dos brazos del mismo cuerpo:
uno erosiona la confianza en lo público,
el otro ofrece la “solución” privada al problema que ellos mismos han creado.
El resultado, si no se frena, será una sociedad de ciudadanos desprotegidos, dependientes de los mercados, donde la seguridad social —conquistada durante décadas de lucha— se haya convertido en un producto bancario más.
En realidad, estas describiendo la miserable e injusta sociedad USA.
Lo ha dicho alguien antes y lo repito.
Basta poner en el recibo de salarios un recuadro donde figuren las cotizaciones de la empresa. Si lo que quieren es «transparencia».
Pero creo que estos hijos de su madre buscan lo que explica Wenceslao……y habrá una legión de estúpidos dispuestos a comprar esa mierda.
El trabajo que están haciendo en Internet con la gente joven es inmenso.
Si estoy de acuerdo con una contabilidad ampliada , Pero muy dificil de conseguir . Algunas empresas ni siquiera sostienen la ccontabilidad tradicional .Tenemos a las auditoras que con todos sus defectos contribuyen a la traspariencia empresarial . Digo los auditores , no los asesores fiscales ni los servicios de «management » . No conozco los avances que estan en marcha para ampliar el alcance de la contabilidad pero sera ´dificil .
No solo por los problemas de definición conceptual , medición cuantitativa , y no dejar fuera elementos importantes , sino en especial porque personalmente desconfio de las empresas y el mundo empresarial. Si la inclusión de ciertos conceptos en el universo contable no les conviene van aponer resistencia e intentar impedirlo . Saludos.
Yo le propongo un paso más, entregar toda la masa salarial en Hacienda para que sea ella la que pague y entregue la nómina detallada.
Es una idea fantástica…
Sugiero que la planteen entre los trabajadores de las organizaciónes empresariales.
Cada trabajador hará la liquidación de su propia nómina en horario de trabajo y los médios administrativos adecuados…