Según un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas (Greater Access to Cell Phones than Toilets in India), en India hay una media de un móvil por cada dos personas pero solo una de cada tres puede hacer sus necesidades con dignidad en un servicio: hay más móviles que retretes.
Muchas personas, normales y corrientes y grandes economistas y políticos influyentes siguen pensando que eso es una consecuencia de la «soberanía del consumidor» que gobierna el «libre mercado»: se fabrican más móviles, dirán, porque hay más demanda de ellos que de retretes y gracias a ello la economía va mejor porque se aprovechan mejor los costes y se obtienen más beneficios.
A mí, por el contrario, me parece que ese criterio es completamente falso sabiendo que la falta de agua corriente y de sanitarios decentes ha provocado la muerte de 4,5 millones de niños en los tres últimos años.
¿Qué ocurre, que estos niños o sus padres y hermanos no tienen necesidad de agua limpia y por eso no la demandan?
¿No será que, por mucho que la reclamen, su demanda no la va a satisfacer el mercado porque no tienen dinero para comprarlos?
Es por eso que yo creo que el mercado es un mecanismo incapaz de satisfacer las necesidades sociales. Solo satisface las de quienes tienen dinero y como los que no tienen se van quedando fuera del consumo, van aumentando las desigualdades de origen que hay en la sociedad.
Dejar la provisión de los bienes básicos al mercado es lo que hace que haya cientos de millones de personas insatisfechas. Es lo que provoca que cada día mueran más de 30.000 personas de hambre y más de 5.000 por falta de agua limpia.
Los defensores del «libre» mercado me responderán que eso es inevitable porque si no hay dinero para comprar no se podría fabricar nada puesto que los productores no podrían recuperar su inversión. Me dirán que como hay compradores suficientes para tantos móviles, se produce un número tan elevado de ellos, y no de retretes para los pobres, aunque gracias a eso muchos de estos últimos podrán trabajar así en su producción.
Pero también eso es un argumento con trampa porque solo tiene en cuenta los costes privados de producir y los ingresos privados de las ventas. Según el mismo estudio, cada dólar dedicado a producir retretes para los pobres proporciona un retorno de 34 dólares en forma de incremento de la productividad y de ahorro de costes asociados producido al disminuir la pobreza y mejorar la salud (y eso sin contar el beneficio inmaterial de evitar la muerte y la miseria). Es decir, 34 dólares de beneficio que los productores de retretes no toman en cuenta porque no llegan a sus bolsillos.
Los productores solo computan el ingreso directo de sus ventas y por eso producen menos retretes de los que en realidad corresponderían al volumen de beneficios (privados + sociales) que generan.
Eso indica que el mercado ni siquiera es eficiente en términos de costes e ingresos porque solo cuenta los beneficios o pérdidas privados pero no los totales que se producen en el conjunto de la economía y la sociedad.
Por eso, y en contra de lo que se dice, la verdad es que el capitalismo no sirve para producir mucho de todo. Por un lado se derrocha, porque se produce más de lo necesario en aquellos bienes que tienen detrás mucha gente con dinero para comprarlos. Y por otro, se produce demasiado poco de lo que tiene más beneficios sociales que privados o de lo que está dedicado a satisfacer las necesidades de los más pobres.
En India, como en los demás países, habrá miles de personas con dos o tres móviles y cada día se tirarán miles de ellos, y al mismo tiempo habrá muchos más sin ninguno y además sin retretes. Así ocurre en Estados Unidos, en donde cada día se tiran 700 millones de kilos de basura, 275 millones de bolsas de plástico y más de 400.000 móviles.
La realidad es que en el capitalismo que deja la producción de lo necesario en manos del mercado se produce menos de lo que de verdad necesitan los seres humanos: el mercado y el capitalismo son unos auténticos productores de escasez.
La idea de que el capitalismo es la abundancia es una mentira: es el despilfarro en unos productos y la escasez en la mayoría: basta ver las estadísticas mundiales o simplemente un poquito más lejos de nuestro alrededor de consumidores privilegiados. Así, el 20% más pobre de la población mundial consume menos del 1,5% del consumo total, el 5% de la carne, el 5% de la energía el 1,5% de las líneas telefónicas, el 1,1% del papel y el 1% de los vehículos, mientras que el 20% más rico del planeta consume el 85% del consumo total, el 45% de la carne, el 58% de la energía, el 74% de las líneas telefónicas, el 84% del papel y el 87% de los vehículos. Según las Naciones Unidas, una de cada cinco personas en el mundo no llega a consumir 20 litros de agua al día (y cuando lo hace está contaminada) cuando al menos se necesitan unos 50 litros, mientras que en países como España cada persona consume una media de 171 litros por persona, 40 o 50 de los cuales se gastan solo tirando de la cadena en los retretes. En Europa unos 200, y en Estados Unidos casi 700 litros.
Yo creo que hay que ser muy ingenuo para creerse estas milongas del mercado libre y de la soberanía del consumidor pero como no se piensa con la propia cabeza sino con la de los listos que se inventan los cuentos, la gente se las termina creyendo. Y así nos va, dedicando los recursos a hacer que la gente con dinero cambie de móvil cada dos por tres mientras dejamos sin agua o alimentos básicos a miles de millones de personas. Aunque eso sí, oyendo a cada momento que el mercado es la solución de todos nuestros problemas.