Publicado en El Correo de Andalucía el 14 de mayo de 2010
La oposición de derechas está cargando sobre el gobierno de Zapatero toda la responsabilidad sobre el crecimiento del déficit y sobre los efectos negativos que puedan tener las medidas que acaba de proponer para combatirlo.
A mí me parece que eso es injusto y poco riguroso porque esas medidas deben entenderse considerando otras cuestiones principales que no se están tienen en cuenta y a las que me refiero sucintamente a continuación.
En primer lugar que el déficit no ha crecido, como dice la derecha, porque el gobierno despilfarre. Se ha producido en casi todos los países como consecuencia de la crisis que ha provocado la actuación irresponsable de la banca y en España está siendo mayor porque esta misma crisis ha traído como efecto adicional el estallido de un modelo de crecimiento basado en la construcción. Un modelo que el propio Partido Popular fortaleció en la última fase de expansión tanto en el gobierno central como en las comunidades autónomas y municipios donde gobierna.
En segundo lugar, es sencillamente inaceptable que la deuda que los gobiernos tienen que emitir para tapar el agujero de la banca y evitar que la economía se colapse por su culpa la suscriban los propios bancos al 5% (o incluso al 10% cuando logran hacer creer que es de mala calidad como en Grecia) con dinero que reciben al 1% del Banco Central Europeo. Y que luego exijan que sean los ciudadanos de menos renta quienes soporten los sacrificios.
En tercer lugar, que no es verdad que ahora lo prioritario sea reducir el déficit. El nivel de deuda pública de España se encuentra todavía en niveles aceptables y es mucho más urgente avanzar hacia la recuperación económica para que la actividad y el empleo generen ingresos que hagan menos necesarios los del sector público.
En cuatro lugar, creo que se puede anticipar que las medidas de reducción del gasto propuestas van a disminuir la capacidad de recuperación de la economía española. El gasto en infraestructura es al fin y al cabo ingreso que llega a las empresas, con el cual pueden crear riqueza y empleo; los sueldos se convierten en consumo y éste en ingresos empresariales. Incluso el cheque bebé (con independencia de su negativo efecto sobre la equidad y la incorporación al empleo de las mujeres) se dedica, como ha puesto de relieve un estudio reciente, al equipamiento del hogar que se traduce también en ingresos para las empresas que lo proporcionan.
En quinto lugar, es también evidente que para reducir el déficit se puede actuar no solo sobre el gasto (lo que lleva consigo los efectos nefastos que acabo de señalar) sino también sobre los ingresos. No solo es más justo sino más eficiente porque se podría hacer sin afectar a los ingresos productivos. Y esto hubiera sido especialmente conveniente en España en donde la economía sumergida, la evasión y el fraude fiscal son tan elevados. Es igualmente vergonzoso que se reduzcan los ingresos de las personas de rentas más bajas mientras que los bancos siguen ganando miles de millones blanqueando dinero, facilitando negocios en los paraísos fiscales y amparando a quienes eluden al fisco.
No se puede olvidar tampoco que la deuda pública y privada es el gran negocio de la banca y que ésta no está utilizando los recursos públicos que recibe para financiar a empresarios y consumidores sino para especular en los mercados financieros y, como he dicho, ganando inmensas fortunas financiando a los gobiernos con el dinero de los bancos centrales o de los ciudadanos.
Eso es una aberración moral y una barbaridad económica a la que hay que poner fin. Se prohibió que los bancos centrales financien en casos como el actual a los gobiernos solo para que la banca privada hiciera negocio, pero estamos viendo que eso hunde a las economías. Hay que acabar, pues, con ello.
Y por otra parte estamos comprobando día a día que la deuda, ya de por sí odiosa porque es el resultado de una crisis que no pagan quienes la han provocado, se encarece constantemente por la actuación de los especuladores y de las agencias de calificación que trabajan a su servicio. Si de verdad se quiere acabar con el lastre que representa habría que acabar con esas prácticas especuladoras y corruptas. Y hay fórmulas para ello, como las tasas sobre las ganancias y los movimientos especulativos de capital, que además proporcionarían buenos ingresos a los estados.
Finalmente, hay que abordar claramente una cuestión fundamental que evitaría que el gobierno tuviera que tomar estas medidas traumáticas y que merman los ingresos y el bienestar de la mayoría de la población: si la banca privada no financia a la economía debe crearse de nuevo banca pública capaz de hacerlo.
En definitiva, las medidas que ha tomado el gobierno de Zapatero ni son justas ni son útiles para resolver los problemas de nuestra economía. Han sido impuestas (como el propio presidente reconoció en el Parlamento) por poderes financieros que no buscan que se recupere y que quede en condiciones de crear más riqueza y empleo. Lo que han querido es poner al gobierno de rodillas porque lo que de verdad persiguen ahora es debilitar a los poderes públicos, a los sindicatos y a las instituciones representativas para seguir actuando como vienen haciéndolo pero con mucha más comodidad e impunidad para ganar dinero.