Publicado en La Opinión de Málaga. 14-03-2004
Embargados como estamos por la rabia y la indignación, no podemos renunciar, sin embargo, a la reflexión. Contra el terror es sobre todo necesaria la acción para evitarlo y para paliar en lo posible el dolor de quienes más directamente lo sufren y padecen. Pero al mismo tiempo es imprescindible fortalecer nuestras ideas y nuestras convicciones democráticos porque sólo de ellas nace la superioridad moral que puede permitir vencer para siempre al terrorismo.
Lo primero a tener en cuenta es que no hay varias clases de terror,Es igual que las víctimas sean unos pocos o miles porque el terror no lo es en función del resultado de la contabilidad tenebrosa de las muertes que provoca. El terrorismo es la violencia indiscriminada, sin justificación alguna y que pagan siempre los inocentes que no pueden defenderse. Una segunda cuestión es que hay que forjar la mayor unidad posible contra el terror y que con ese fin hemos de ser siempre extraordinariamente exigentes. No caben las medias palabras, ni los silencios tantas veces cómplices.
No podemos admitir posiciones ambiguas frente al terror. No puede justificarse ahora sí mañana no, con este nunca, con aquel quizá. La apuesta por la paz y la democracia ha de ser completa, no pueden caber fisuras. No puede haber lagunas frente a la violencia ilegítima y criminal del terrorista pero eso ha de implicar que uno no la usa frente a sus propios enemigos y que no ampara nunca a quien la utiliza porque los considera `de los suyos´.
Y, por supuesto, no se puede condenar lo que Noam Chomsky llama el terrorismo al por menor y ser contemplativo frente al terrorismo al por mayor que practican algunos Estados.
Me parece que es sólo a partir de estos presupuestos como se puede alcanzar una unidad sincera, perdurable y sin fisuras contra el terrorismo.
Y debe tratarse, además, de una unidad que busquemos, deseemos y forjemos, no como una simple expresión emocional en los momentos de dolor, sino como una plataforma para la acción que evite que llegue a producirse..
La tercera idea se refiere a que no se puede olvidar que, aunque haya una estrecha y sincera unidad contra el terrorismo, no necesariamente ha de haber semejanza de partida en las políticas antiterroristas. Es lógico que esto pueda ocurrir y de hecho ocurre. Entre otras cosas, porque a veces se proponen fórmulas para combatir el terrorismo que claramente traspasan las fronteras de lo que muchos consideramos que debe estar permitido en un régimen auténticamente democrático. La experiencia de lo que Estados Unidos está haciendo en Guantánamo es un claro ejemplo de esto que digo.
Puesto que puede haber divergencia en este campo, nadie puede arrogarse la exclusiva de la verdad y la eficacia. Nadie tiene derecho a imponer a los demás su criterio y mucho menos a acusar de cómplice del terror a quien solamente manifiesta una divergencia en la forma instrumental de hacerle frente.
Esa posibilidad de divergencia es lo que debe llevar a procurar que la política antiterrorista sea siempre negociada, consensuada y discutida allí donde se garantice su mayor eficacia y la mayor corresponsabilidad posible de las fuerzas políticas y sociales.
Lo mismo que la lucha antiterrorista de los demócratas se legitima por el respeto al valor superior de la vida que defiende y con el que actúa, se hace más fuerte y eficaz en la medida en que sea más democráticamente asumida y defendida.
Por otro lado, yo creo que el combate eficaz y sincero contra el terrorismo debe excluir en cualquier caso su uso partidista, su utilización para ganar algunos puñados de votos, por muy resolutivos que estos puedan llegar a ser en un momento determinado. Es una verdadera ignominia aprovecharse de la muerte de seres inocentes para lograr ventajas electorales.
Finalmente, hay que tener en cuenta que el latigazo del terror nos sacude ahora a nosotros, una vez más aunque ahora de forma mucho más diabólica, pero es la lacra de toda una civilización. Es raro el lugar del mundo donde no acecha el terror vestido de mil formas. Y en muchos sitios es sencillamente el estado habitual. Son millones de personas las que viven cada día amenazados sin saber por qué, sin tener seguridad de que terminarán con vida su jornada.
¿Qué sinrazón nos guía para que el planeta se haya convertido en la partera de tanta muerte injustificada?
Más que nunca hay que rebelarse frente al odio y aprender para siempre a hablar en el único lenguaje de la paz. Y eso nos obliga por fin a recordar permanentemente que la paz no es un fruto que nazca y crezca solo sino que requiere un cultivo permanente y cuidadoso. Es materialmente imposible que la paz surja en medio del odio, entre desigualdades lacerantes y miseria o junto a comportamientos basados en el desprecio y en la incomprensión.
La Paz era Eiréne en la antigua Grecia, una diosa que nace de la unión de Temis, la diosa que rige las leyes eternas, y del poderoso Zeus. Pero Eiréne no es una diosa aislada sino que está en el grupo de las Horas o de las Estaciones, del que forman parte también Díke, la Justicia, y Eunomía, la equidad o buen gobierno. Son las tres hermanas que no pueden vivir una sin la otra: no hay buen gobierno sin paz y sin justicia, no hay justicia sin buen gobierno y sin paz, y no hay paz sin justicia y buen gobierno.
Por eso es penoso que estos días de dolor y de rabia haya habido un comportamiento del gobierno tan claramente dirigido sobre todo a mantenerse en el poder. Ya que se arriesga la vida de las personas, las personas tienen derecho a saber la verdad. En los momentos difíciles todos tenemos la obligación, que nos honra, de ser solidarios con nuestros gobiernos democráticos aunque no sean de nuestra preferencia. Pero para ello los gobiernos deben corresponder respetando a todos los ciudadanos, no pueden mentirles y no pueden erigirse en el gobierno de sólo una parte de la ciudadanía.
El empeño en ocultar la verdad de lo sucedido en Madrid es una manifestación patética de que la mentira al final nos pasa factura a todos y nos deja a la postre más inermes.
Lamentablemente, al dolor del crimen se añade la tristeza de ver que el gobierno español ha debilitado la democracia cuando nos resulta más necesaria que nunca.