Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Preguntas

 He terminado en los últimos días un par de artículos para las revistas Proyección y mundo actual, de la Facultad de Teología de Granada, y Manifiesto. Revista de pensamiento crítico, que se publicarán próximamente y en los que, entre otras cosas, reflexiono sobre la dimensión moral de la crisis. Un aspecto que me parece crucial a la vista de cómo se ha desarrollado y de las respuestas que está teniendo. Transcribo aquí algunas de las preguntas que me hago en esos textos. Y lo hago, precisamente, porque cuantas más veces me digan los liberales que soy un demagogo por hacer este tipo de reflexiones, como hace uno de los más conspicuos comentaristas de la web, más veces y con más insistencia voy a volver a hacerlas.             

 

 (…) Como adelantaba más arriba, la crisis no es solo una incidencia financiera, ni un asunto exclusivamente económico, al menos, en el sentido que convencionalmente se da a este término. Es mucho más. Lo que estamos viviendo es la consecuencia de una gran perversión, de una inversión radical de principios, de un largo proceso de incivilización y autodestrucción.
 Cuando los mercados fginancieros se pusieron feos, los especuladores se dirigieron con su voracidad habitual a otros mercados, al del petróleo y al de las materias primas alimentarias, provocando subidas espectaculares de los precios que provocaron el incremento del hambre y la desnutricicón que he mencionado más arriba. En esos momentos, en las páginas web de los bancos podían leerse anuncios como este del Deutsche Bank: «¿Quiere recoger los frutos de un posible aumento de los precios de los productos agrícolas? Deutsche Bank, como distribuidor, le propone dos maneras de beneficiarse». Y a continuación presentaba dos productos financieros a través de SICAV luxemburgueses.
 ¿Eso es solo una cuestión económica? ¿Lucrarse con el hambre de los demás es solo un asunto financiero?
 Para acabar con el hambre en el mundo la FAO viene reclamando unos 30.000 millones de dólares, es decir, el 40% de lo que el Banco Central Europeo inyectó en los mercados ¡en un solo día!, el 29 de septiembre de 2008. Y cuando se reunieron en Roma, los gobiernos lanzaron las campanas al vuelo anunciando su compromiso para combatir el hambre cuando el dinero que en realidad decían poner sobre la mesa con ese fin era casi 1.000 veces menos que el dinero destinado a salvar a los bancos, y eso sin contar con que, como denunciaba el director de ls FAO, luego no han cumplido con su palabra
 ¿Eso es solo economía?
 La progresiva deriva de los capitales hacia el universo financiero que debilita la actividad real y genera inestabilidad, puesto que la base en la que allí se soporta la ganancia es la especulación que implica una asunción constante de riesgo y por tanto una tendencia permanente a la inestabilidad y a las crisis que mencionamos más arriba, ¿es acaso un fenómeno natural que nada tenga que ver con nuestros principios morales?
 ¿No es más bien el resultado de una gran alteración de las bases racionales de cualquier orden social? ¿No es más bien el resultado de un divorcio perverso entre los medios y los fines, de la desnaturalización del dinero y de los medios de pago que de ser instrumentos para el cambio se transforman en objetos mismos del cambio?
 ¿No expresa con toda claridad esta crisis que lo que venimos llamando «economía» es una actividad que cada vez tiene menos que ver con nuestras necesidades reales para vincularse solo con lo monetario, que de ninguna manera lo es todo desde el punto de vista de la satisfacción de los seres humanos?
 ¿No se habrá producido porque el dinero ha dejado de ser instrumento para convertirse en dinero-poder en las manos de los privilegiados y en la expresión artificial de todas las cosas?
 ¿Y no habrá sido esta crisis la consecuencia inevitable de que al subsumirse la sociedad en la economía como universo de lo monetario ha tenido que asumir también su ética de la avaricia y de la acumulación frente a la de la necesidad? ¿No será que nos han impuesto al dinero como universo de referencia, como nuestro único ecosistema?
 ¿No será que realmente han conseguido que el universo del comercio se convierta en nuestro «orden natural», como decía Hayek? Y si ha sido así, ¿es eso lo que nos hace más humanos o, por el contrario, lo que nos inhumaniza y convierte en esclavos? (…) 

 

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