Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Subsidios al desempleo: otro engaño neoliberal

Publicado en Sistema Digital el 9 de mayo de 2013

Una de las ideas más combativas del neoliberalismo, y de las que más han influido en la política de los gobiernos, es la que afirma que aumentar en cantidad o en extensión los subsidios al desempleo es algo muy negativo a la hora de combatir el paro.

Los dos principales argumentos que se dan en este sentido los expone con su claridad de siempre Richard Posner, un conocido jurista liberal estadounidense experto en cuestiones económicas (Against Extending Unemployment Benefits).

El  primero es que los subsidios a los desempleados aumentan el coste de oportunidad de reincorporarse al mercado laboral para los parados que los reciben. Cuando son muy generosos, afirma, «la diferencia de bienestar entre trabajar y no hacerlo es tan pequeña que la gente no busca trabajo seriamente hasta que la prestación está a punto de agotarse». Por eso concluye Posner que «extender o aumentar las prestaciones, en vez de estimular la creación de empleo, probablemente la desincentive, ralentizando la marcha de la recuperación económica».

El segundo argumento que utiliza contra los subsidios de desempleo es que la transferencia de dinero que se hace a los parados no tiene por qué tener un efecto neto positivo en el consumo o la inversión, porque eso depende de lo que el receptor de la prestación haga con ella. Si la mantiene en efectivo o la guarda en un banco que dedica ese fondo a comprar bonos del Tesoro, o si con ella se compran bienes de inventario que los vendedores no reponen, no producirá ningún estímulo a la producción ni al empleo.

En conclusión, Posner, como casi todos los economistas neoliberales, rechaza este tipo de subsidios y solo los defiende como «prestación de garantía social», pero incluso con muchas limitaciones porque considera que al concederse a cualquier desempleado no se discrimina entre quienes lo necesitan y quienes no. Una limitación importante en su opinión porque, según dice, no siempre se puede asumir que todos los desempleados tengan realmente dificultades económicas cuando están en paro. Pueden estarlo «porque su aptitud o adhesión al trabajo es efectivamente escasa» o «puede ser que tengan muchos ahorros o un cónyuge rico».

No voy a negar que determinar con exactitud el efecto real de los subsidios al desempleo es algo complejo y que, por tanto, no se puede establecer taxativamente que sea uno u otro. Es cierto que la casuística es muy diversa y que la actitud hacia el empleo no es la misma en todos los seres humanos, ni en todas las condiciones laborales, ni en todos los momentos históricos, ni en todas las circunstancias sociales.

Pero es que quienes suelen ser taxativos a la hora de establecer y defender unas posiciones teóricas que de ninguna manera se ha demostrado que sea indiscutibles son precisamente los economistas neoliberales y los gobiernos que suscriben sus postulados.

El argumento del coste de oportunidad, por ejemplo, podría ser razonable pero deja de ser realista si se considera, como yo creo que debe hacerse, que entre los costes del desempleo hay algunos que no se toman en cuenta porque no es fácil expresarlos en términos monetarios y que, sin embargo, suelen ser justamente los más elevados. Los que tienen que ver con la autoestima, con el desarrollo personal o con la situación de las personas a más largo plazo.

El efecto negativo de los subsidios de desempleo sobre la búsqueda de trabajo tampoco está ni mucho menos claro ni se ha podido demostrar empíricamente. Todo lo contrario, diversos estudios han demostrado que apenas si influyen.

Así lo demuestra una investigación de Henry S. Farber y Robert G. Valletta publicada hace unos días por la Reserva Federal de San Franciso (Do Extended Unemployment Benefits Lengthen Unemployment Spells? Evidence from Recent Cycles in the U.S. Labor Market) u otra de 2011 realizada por Jesse Rothstein (Unemployment Insurance and Job Search in the Great Recession).

El primero de esos trabajos encuentra una pequeña pero estadísticamente significativa reducción en la tasa de salida del desempleo y un igualmente pequeño aumento en el periodo de desempleo asociados a aumentos en los subsidios, pero que no están provocadas porque disminuya el ritmo o la tasa de salidas del desempleo hacia el empleo como consecuencia de estos últimos, que es la tesis neoliberal. De hecho, la investigación demuestra que el ritmo de salidas del paro o su duración son similares en periodos en que los subsidios son más o menos generosos. Y en la segunda investigación que acabo de mencionar se demuestra que el efecto que podría tener un alza en los subsidios al desempleo sobre el nivel de paro es muy reducido, entre 0,2 y 0,6 puntos, como mucho.

Es cierto que en la literatura científica se encuentran análisis que pueden poner de relieve resultados contrarios, al partir de hipótesis diferentes. Pero, en todo caso, la conclusión que debe sacarse es que no es verdad, como quieren hacer creer los economistas neoliberales, que sea evidente que los subsidios al desempleo desanimen la búsqueda de empleo y repercutan negativamente sobre la creación de puestos de trabajo.

Y, por supuesto, tampoco lo es la crítica que se les hace aludiendo, como he señalado antes con palabras de Posner, a que la cantidad destinada a subsidios a las personas desempleadas no llegará a producir efectos reales sobre la producción y el empleo.

Es obvio que si los parados guardan el dinero que reciben en el colchón o lo depositan en bancos que no dediquen sus recursos a la inversión productiva su efecto sobre la demanda quedaría paralizado. Pero ¿es realista pensar que eso es lo que hacen la inmensa mayoría de las personas que reciben subsidios de desempleo? Puede que eso sea lo que ocurra con quienes reciben ayudas o pensiones millonarias, como la del recién dimitido consejero delegado del Banco de Santander, pero no parece que lo que habitualmente hagan con el subsidio de desempleo la inmensa mayoría de los parados sea algo distinto a gastarlo casi inmediatamente para hacer frente a sus necesidades primarias.

Por mucho que se intente hacer creer que el paro aumenta si los parados reciben ayudas muy generosas (que, además, nunca lo son), por el coste del despido o por el nivel de los salarios, lo cierto, y lo que más bien demuestran los estudios empíricos -como en el caso que acabo de analizar- es que los factores que pueden crear empleo y las causas de que se destruyan puestos de trabajo están en otro lugar y mucho más en una situación de crisis como la actual: en el mercado de bienes y servicios y en el mercado financiero. Hay paro porque hay escasez de ingreso y de demanda efectiva (en gran parte a consecuencia de la creciente desigualdad), y porque los bancos no proporcionan crédito a las empresas y familias.

Por tanto, reducir aún más los subsidios al desempleo o disminuir su extensión, como por una u otra vía se viene haciendo desde hace años siguiendo las indemostradas tesis neoliberales, no contribuye para nada a mejorar al empleo ni, en el caso actual, a salir de la crisis. Todo lo contrario, al reducir el ingreso disponible para el consumo la agudizan y la alargan mientras que, eso sí, aumentan las rentas y la riqueza de los propietarios de capital.

11 comentarios

Pedro 10 de mayo de 2013 at 11:42

Hola profesor,
Yo creo que la idea abstracta, es decir, que unos subsidios de desempleo generosos disminuyen la intensidad en la búsqueda de empleo es cierta. Todos hemos podido comprobar como en época de bonanza mucha gente consumía el paro sabedores que no tendrían excesivo problema en encontrar un empleo.
El problema es que la realidad del mercado de trabajo es otra y hay miles de factores a contemplar. Hoy día, por ejemplo, ante la dificultad de encontrar un empleo estas estrategias están prácticamente erradicadas.
Hay un punto esencial que creo que es importante denunciar. Según como está el subsidio por desempleo (70% base reguladora los 6 primeros meses, 50% después) y el mercado laboral se está creando una situación que está llevando a que la gente rechace trabajos, que es que los sueldos ofertados ahora mismo son tan bajos que pueden ser incluso inferiores a la prestación por desempleo.
Esto significa, directamente, que los sueldos que hay en el mercado son inferiores en más de un 30%, y bajo esas circunstancias es normal que haya gente que rechace empleos. Pero el problema no es el subsidio, es unos sueldos absolutamente degradados.
Por otro lado creo que hay un problema todavía más general. Todos entendemos que una prestación por desempleo debe cubrir los gastos básicos de la vida y debe estar calculada en esa proporción. En un mercado de trabajo normal los sueldos deberían ser mayores que esta cantidad, el problema viene cuando estamos hablando de un mercado laboral con sueldos casi de supervivencia. Si el sector privado baja cada vez más los sueldos hasta el mínimo y el poder público debe garantizar un mínimo, entonces ambas cuantías tienden a solaparse y puede pasar lo que dicen los neoliberales. Pero pasa, insisto, porque los sueldos son bajísimos, no porque el subsidio sea alto ¿o van a haber subsidios de miseria que no valgan ni para sobrevivir?
En cualquier caso creo que habría que promocionar políticas que empujen a la búsqueda activa de empleo, pero que no sean nocivas para los trabajadores. Por ejemplo hay problemas cuando dejas una prestación por desempleo no consumida y luego generas más. Al volver al paro te hacen elegir entre una y otra por lo que técnicamente pierdes la anterior. Sería conveniente, pues, que ese desempleo no consumido se mantuviese de alguna manera para incentivar al trabajador a preservar ese colchón social.
Sería, en cierta manera, adaptar algún tipo de mochila austriaca con beneficios para el trabajador por mantenerla (podría ser incluso en la jubilación).
Saludos,

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A.Salvador 10 de mayo de 2013 at 16:28

Lo primero que tendrían que explicarnos los “neoliberales” (porque lo saben mejor que nadie) es como su sistema económico-social no es compatible con posibilitar empleo digno para prácticamente la mayoría de las personas, o simplemente empleo para altos porcentajes de la población en edad laboral. Contarnos cómo el fallo empieza por la maquinaria económica (de la que ellos son artífices y expertos) que, siendo la continuación de la guerra por otros medios, cada vez elimina a más personas (¡seres humanos!) del puesto de trabajo y las entierra en la exclusión social. Mostrarnos el pedestal fáctico e ideológico desde el cual nos consideran a la mayor parte de las personas como un mero costo salarial, como una cuestión de números. Es después de reconocer esto que podríamos aceptar hablar con ellos de (todos) los subsidios (también de los suyos de mucha mayor cuantía). No vale ganar dinero cerrando empresas, reduciendo plantillas por doquier, abriendo (o reabriendo) otras empresas con el mínimo personal, dejando en la calle y fuera de su “mercado de trabajo” a personas de cuarenta y tantos años para arriba, y luego venir hablando de lo “caros” y “desmotivadores” que resultan los subsidios que reciben algunos (no todos) desempleados. La mayoría de la gente en edad y con salud para ello, aun a pesar de las malas condiciones actuales, quiere trabajar, no quiere vivir de prestaciones. Cualquier encuesta lo refleja. Los “neoliberales” lo saben. Con algunos planteamientos sólo pretenden que miremos su dedo (acusador) y que no veamos su luna bien “llena” (a costa de reducir a la mínima expresión el “gasto” social del Estado).

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Ezequiel Bonnet Serret 11 de mayo de 2013 at 13:01

Hola,
la utilidad de un sistema economico, en un estado democratico, solo es evidente, si proporciona un nivel de vida con relevancia economica a los que lo promueven y participan.
EB

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Israel 11 de mayo de 2013 at 16:26

Lo curioso y, sobre todo, contradictorio de la tesis neoliberal sobre los efectos perjudiciales de una prestación o subsidio por desempleo demasiado elevado sobre la motivación de los desempleados a buscar empleo al disminuir el diferencial de ingresos entre la opción por el desempleo y la opción por trabajar es que entra directamente en conflicto con otra de las grandes tesis neoliberales en voga actualmente por la que una moderación salarial mejora la competitividad al aumentar las exportaciones. Si el salario medio se reduce y se aproxima al subsidio o prestación por desempleo, estaríamos en la misma situación que el caso anterior y la desmotivación de los desempleados a buscar empleo frente a cobrar la prestación o el subsidio debería disminuir igualmente. Sin embargo, un mismo efecto no tiene la misma consideración según sea o no afín a los intereses verdaderos que se persiguen, que no son otros que mermar las clases medias en favor de las privilegiadas. Otra prueba más de la incongruencia neoliberal.

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guss 11 de mayo de 2013 at 19:25

Estamos en manos de los sinvergüenzas.

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Mario 12 de mayo de 2013 at 14:19

Los subsidios al desempleo son una miseria comparados a las ayudas que el sistema ofrece a los destructores de empleo.
Es lo que vienen denunciando Juan Torres y otros economistas dignos de su profesión, que saben explicarnos la verdadera situación económica actual y el origen de la crisis utilizando para ello demostraciones rigurosas que devuelven a la economía su categoría de ciencia en lugar de una ideología sesgada e intencionada.
La falta de empleo hay que buscarla en los inmensos beneficios de la banca y especuladores, que son los verdaderos parásitos de esta sociedad, en los recortes al gasto público mientras se tira el dinero en rescates a la banca, en los paraísos fiscales, en la reforma laboral, en la economía financiera que ataca y destruye a la economía productiva.
La falta de empleo, de subsidios al desempleo, precariedad laboral y desahucios son las señales más evidentes de la exclusión social y desigualdad, favorecidas por la decadencia y corrupción del sistema político y económico en que vivimos.
Cualquier argumento que intente culpabilizar a las víctimas no es más que una burda artimaña dirigida a esconder a los verdaderos culpables, que son los que se benefician de esta crisis.

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Cesar 13 de mayo de 2013 at 15:47

Pedro, en mi caso, el subsidio siempre ha sido más o menos lo mismo que hubiese podido cobrar trabajando. Si quieren que la gente no prefiera cobrar el paro, deberian subir los sueldos, que ya eran vergonzosos antes de la crisis, y ahora son tremendamente injustos.

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MARÍA 13 de mayo de 2013 at 21:02

Claro, es por eso que ellos cuando terminan de ejercer sus cargos políticos dejan de cobrar un euro de dinero público y se ponen a buscar trabajo. Además de los salarios máximos que se establecen con la misma equidad que los mínimos.
Anda que no conozco yo a parados que se ha llevado los 400 euros mensuales a Suiza…
¡Venga ya una renta básica!
Abrazos

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Borja 14 de mayo de 2013 at 12:03

Además, siempre hablan como si a los desempleados alguien les estuviera regalando algo.

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electroduende21 14 de mayo de 2013 at 17:53

Toda esta corriente de los obstáculos a los parados obedece a razones fundamentalmente políticas, no económicas. Recomiendo un texto clarificador de Pablo Miravet, profesor de Filosofía del Derecho en la Universitat de València, acerca de la crisis del Estado social y la posibilidad de conformación de alternativas:
“La filosofía normativa neo-empleocentrista: derechos, condiciones, representaciones”.
http://dl.dropboxusercontent.com/u/14422727/Miravet_2012.pdf

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Guillermo 15 de mayo de 2013 at 10:55

Desde el momento que se pasa a estar tutelado o subsidiado salarialmente por el estado, este debe poner los medios necesarios para conocer la realidad particular de cada caso con lo que se evitarían efectos no deseados en las aptitudes en favor de la búsqueda activa e incorporación al mercado laboral. Como podemos generalizar sin conocer los motivos reales de la posible pereza..? Lo fácil es estigmatizar al desempleado a través de los cauces que todos conocemos y traspasar al entorno social la presión sobre su situación, de esta manera el estado se ahorra los recursos necesarios encaminados a la recuperación de un activo laboral.

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