Teodulfo Lagunero es un héroe de esta época de naufragios al que he conocido siempre sonriente y siempre ocupado en asuntos que a quienes somos gente corriente y moliente nos parecen grandiosos pero que él trata con la más pasmosa naturalidad. Ahora acaba de publicar un libro precioso titulado Una vida entre poetas. De Pablo Neruda a Antonio Gala (La Esfera de los Libros). Hay que leerlo.
Teodulfo puede contarte como si nada la historia del vino carísimo que le hizo pagar dos veces Neruda, que empezó a comprarle casi sin límite los cuadros a Rafael Alberti porque le daba pena que un genio como él viviera con tanta penuria o que, aunque es un comunista más coherente que ninguno, no se quiso afiliar al Partido Comunista de España porque tenía casa en la Costa Azul y eso, dice él, quizá empañaría el esfuerzo que, en aquel tiempo, suponía ser militante «del partido».
En el libro que acaba de publicar es un recorrido entre experiencias en las que conviven la memoria, los versos, la historia e incluso las cuentas pendientes con la derecha más reaccionaria que un rojo tan joven como él no podía dejar pasar sin factura. Una gozada.
Allí narra Teodulfo los trozos de su vida junto a Pablo Neruda o Miguel Angel Asturias; ironiza sobre Cela y desvela su fascinación por Rafael Alberti (a quien, gracias a la invitación que me hizo Teodulfo, serví de chauffeur en un viaje, para mí memorable, entre Fuengirola y Cádiz). Dedica páginas muy destacadas, como no podía ser de otra manera, a su amistad con Antronio Gala y Marcos Ana. Este último, el gran poeta que convertía el terror de las cárceles fascistas en versos de paz y en sueños y a quien Neruda escribió, según nos cuenta Teodulfo, palabras bellísimas y merecidas: «tú eres el rostro que esperábamos, resurrecto, resplandeciente, como si en ti volvieran a vivir luchando los que cayeron» (p. 281).
E l prólogo de Santiago Carrillo (otro empeñado, como Teo, en convertirse en el rojo más joven de España) es entrañable y muy útil para conocer al autor. Teodulfo es conocido por haber devuelto a Carrillo a España en su Mercedes y con peluca pero, a lo largo de su vida, ha hecho mucho más que eso, que no fue poco. Supongo que es verdad que la democracia y el progreso son obra de los pueblos, de una especie de multitud de gentes inevitablemente innominadas. Pero cuando uno ve lo que han hecho personas como Teoldulfo no queda más remedio que pensar que, sea como sea, unos han contribuido más que otros. El lo hizo a su manera. Pero lo hizo, y por eso es nuestro amigo héroe entre rojos y poetas.