Recibo un mail, casi un gemido, de MFHN, una de las más fieles lectoras de esta web. Me dice:
«(…) cada día hago esfuerzos de optimismo con respecto a este planeta, pero cada día, cuando veo grúas en mis playas y mis montañas, que la isla la están destrozando, cuando veo niños super gordos jugando a la gameboy, cuando veo el consumo estúpido de mis amigos, cuando los coches son quienes mandan y organizan mi ciudad y yo soy un cero porque voy caminando cada dia entre el humo y el claxon de los coches sin flores, sin árboles, sólo cemento y humo, cuando mis sobrinos celebran cumpleaños consumistas y totalmente desquiciantes … (el otro día vi la foto de la niña y los buitres, no sé si la conoces, que ganó un premio, es patético lo del premio, es el colmo de la crueldad humana, lo guay es la foto, la niña se murió y se pudrió… es horroroso todo) y así una lista interminable de las señas de identidad de los humanos en un mundo gris y patético, el pesimismo se adueña de mí».
Y le contesto aquí que yo, sin embargo, desde el Este oigo llegar como dos brisas nítidas, algodonadas y dulces que harán que su pesimismo se torne en risas y en cómplices miradas de luz hacia el futuro. Ella sabe lo que le digo.